Desde tiempos inmemoriales, el ser humano ha buscado comprender la muerte: un umbral inevitable y misterioso. Ante su inminencia, algunos la temen, otros la desafían, y unos pocos la aceptan como parte natural de la vida. ¿Qué pasaría si pudiéramos dialogar con ella?
Comienzo del diálogo con la muerte
Yo: ¿Eres la enemiga que todos temen?
Muerte: No soy enemiga ni aliada. Soy un umbral. Una puerta que todos deben cruzar, aunque pocos la miran con serenidad.
Yo: ¿Por qué nos causas tanto miedo?
Muerte: Porque no me conocen. El miedo nace del misterio. Imaginas lo peor y olvidas que, sin mí, la vida perdería su forma, su valor. ¿Acaso no valoras más el día porque sabes que llega la noche?
Yo: Pero muchos sienten que llegas demasiado pronto.
Muerte: ¿Demasiado pronto o demasiado tarde? El tiempo es relativo. Yo no lo decido. Mi llegada solo completa un ciclo que ya empezó cuando naciste.
Yo: ¿Nosotros te buscamos o eres tu quien nos busca y finalmente nos encuentra?
Muerte: Es una pregunta interesante, realmente ustedes no me buscan, por el contrario, tratan de evitarme, yo tampoco los busco pero al final nos encontramos inevitablemente, así no los busque.
Yo: ¿Qué hay después de ti?
Muerte: Esa es una pregunta que no me corresponde responder. Mi labor termina en el umbral. Lo que hay más allá depende de cada quien: para algunos, un renacer; para otros, solo un descanso.
Yo: ¿Entonces no eres cruel?
Muerte: Solo soy necesaria. Si me ves como cruel, es porque aún no has comprendido lo que significa vivir.
Yo: Pero si eres tan necesaria, ¿por qué hay quienes intentan burlarte? La ciencia, las religiones, todos parecen buscar una forma de esquivarte.
Muerte: Porque el ser humano es un soñador. Busca prolongar lo inevitable, crear una eternidad que no comprende. Pero dime, si nunca llegara a tí, ¿qué sentido tendría el tiempo que tienes? ¿Qué valor tendrían tus días si fueran infinitos?
Yo: ¿Entonces dirías que mi vida tiene sentido gracias a ti?
Muerte: No gracias a mí, sino gracias al fin que represento. Soy la que da forma al viaje, pero el sentido lo encuentras tú. La pregunta no es por qué yo existo, sino qué haces con el tiempo antes de que nos crucemos.
Yo: Pero… ¿no es injusto que algunos vivan tan poco y otros tanto?
Muerte:¿Y quién define lo que es justo? ¿La vida de una estrella fugaz vale menos que la de una montaña? La justicia que buscas no está en mis manos, sino en las tuyas: en cómo valoras cada instante, por pequeño que sea.
Yo: ¿Tú sufres alguna vez?
Muerte: No soy como tú, no siento ni deseo. Pero si pudiera sufrir, quizás lo haría por aquellos que desperdician su vida temiéndome, en lugar de vivirla plenamente.
Yo: ¿Y cómo deberíamos vivirla, entonces?
Muerte: Vivir no se trata de cantidad, sino de calidad. Ama profundamente, ríe hasta que duela, deja huellas en quienes te rodean. Haz que tu existencia sea tan vibrante que, cuando yo llegue, no tengas arrepentimientos, solo gratitud.
Yo: ¿Y tú? ¿Alguna vez terminarás?
Muerte: Quizá… El día que la vida misma termine. Pero si eso sucede, ¿quién quedará para recordarlo?

Yo: Si tuviera más tiempo, tal vez podría hacer las paces contigo.
Muerte: No necesitas más tiempo, solo necesitas un instante de claridad. No soy tu enemiga, soy el recordatorio de que cada segundo importa.
Yo:¿Y cuando llegue mi hora, ¿qué harás?
Muerte: Te tomaré de la mano, como un viejo amigo que te acompaña al siguiente paso. No habrá dolor, no habrá lucha. Solo el silencio, como el final de una hermosa melodía. Y en ese momento, si has vivido bien, sentirás paz.
Yo: ¿Crees que me atreveré a mirarte a los ojos?
Muerte: Cuando llegue el momento, no necesitarás valor. Para entonces, habrás entendido que nunca fui un castigo, sino una puerta. Y tal vez, al cruzarla, descubras que no he sido un final, sino el principio de algo que ni siquiera puedes imaginar ahora.
Yo: Tú morirás igual que yo algún día, ¿verdad?
Muerte: (Sonríe, como si la pregunta fuera un viejo conocido que regresa) Quizá. Aunque mi existencia no es como la tuya. Yo no vivo, solo soy. Pero si llega el día en que todo lo que existe se apague, entonces sí, yo también desapareceré.
Yo:¿Tienes miedo a ese momento?
Muerte: No. No tengo miedo porque no tengo tiempo, ni deseos, ni sueños
Yo: Entonces, ¿hasta tú tienes un final?
Muerte: Todo tiene un final, incluso yo. Pero recuerda, no es el final lo que importa, sino lo que ocurre antes de llegar a él.
Yo: Así que incluso tú estás sujeta al ciclo de la existencia…
Muerte: Exacto. En el gran tejido de todo lo que es, incluso yo soy solo un hilo, un fragmento que un día se disolverá. Pero hasta entonces, cumpliré mi propósito, así como tú debes cumplir el tuyo: vivir.
Yo: Gracias por hablar conmigo.
Muerte: Gracias por escuchar. Ahora vuelve. Vive. Que nos volveremos a encontrar… pero no todavía, cuando llegue ese momento, espero que este dialogo te haya ayudado a despejar tus dudas.
Reflexiones finales
Un diálogo con la Muerte, como el que he desarrollado, puede ofrecernos reflexiones profundas sobre la vida, el tiempo y nuestra condición humana. Vivir plenamente es el mejor antídoto contra el miedo a morir. Al vivir con pasión, amor y propósito, podemos enfrentar la muerte con gratitud en lugar de arrepentimientos. Cada día es una oportunidad de crear recuerdos y dejar un legado significativo.
Este dialogo nos invitan a reflexionar sobre cómo vivimos, no solo desde la perspectiva del tiempo que tenemos, sino también desde la calidad y profundidad con que enfrentamos cada instante. que fue, cada instante presente y cada instante futuro, hasta que crucemos el umbral de la muerte.