Desde muy niño Sofronín Martínez Heredia (Pasacaballos, 10 de febrero, 1925- Bogotá, diciembre 22, 1999), quien cumpliría hoy lunes, cien años de haber nacido en Pasacaballos, tuvo una gran fascinación y habilidad por la música, estimulado por su padre Luis Martínez Atencio y sus hermanas Elodia y Emilia. Al pie de las cuerdas, el niño Sofronín tocaba con sus manos en el aire, un violín invisible, siguiendo el sendero secreto de la música. El violín fue su primer instrumento, pero exploró luego la guitarra, la tumbadora, instrumentos de cuerda, viento y percusión.
Infancia
Uno de sus maestros decisivos fue Betsabé Caraballo Olascoaga, quien además de músico era constructor de instrumentos de cuerda en la Calle San Juan en Getsemaní.
“Yo nací en un hogar donde se respiraba música. Tenía mis hermanas que cantaban, mi papá tocaba el tiple, mi mamá cantaba, en fin, ahí formábamos nuestras reuniones con amigos de mi papá (…) y yo pues, pequeño, muy pequeño, observando. A una de mis hermanas se le dio por aprender el tiple y no sabía afinarlo; yo me dispuse, aprendí a afinarlo, le dije ‘ya no lo mandes más a afinar que yo te lo afino’ (…) ahí me dio la inquietud por tocar el tiple (…) Yo poco jugué cuando niño porque me dediqué prácticamente a oír música, en fin, ahí fui dedicándome, fue mi juguete permanente”, expresó en el documental “Sofronín Martínez: La seducción de la nostalgia. Todo el mundo es bueno”, Audiovisuales dirigido por Consuelo Cepeda, 1998, citado en la biografía “Sofronín Martínez: El ángel de Pasacaballos. Vida y obra de uno de los grandes intérpretes del bolero filin” (2015), de Juan Martín Fierro.
A los 17 años (1942), integró la Banda de Pasacaballos, tocó los platillos y el redoblante, apunta dice Enrique Muñoz en su semblanza, pero lo que prevaleció a lo largo de su vida fue la manera sensitiva de rasgar la guitarra, siguiendo la tradición de los grandes boleristas del movimiento denominado Filin. La forma de interpretar y su voz grave y delicada para expresar sentimientos.
Rey del Filin
Sofronín Martínez legítimo Rey del Filin en Colombia, dejó cinco álbumes y centenares de grabaciones de conciertos privados y públicos: Paseo solo paseo (1965) con canciones de Rafael Escalona, Gustavo Gutiérrez y Julio Erazo, en formato instrumental. En 1965, los álbumes Piensa en mí, Sofro y su conjunto (sello tropical), con canciones de Agustín Lara, Guty Cárdenas y Rafael Hernández. En 1982, Cartagena, con obras de Adolfo Mejía, José A. Morales, Pepé Delgado, Álvaro Carrillo, Calixto Ochoa, Pacho Galán, Rafael Hernández, Roberto Cantoral. En 1994: Sofro en concierto, con canciones de José Antonio Méndez, Frank Domínguez, Vicente Garrido, Avelino Muñoz, Jaime Echavarría, Marta Valdés. Compuso Guabina en Fa Mayor, elaborada a cuatro manos con Toño Fernández (1962), y el bolero Llanto de gardenias en homenaje a Isolina Carrillo. Y el álbum póstumo Alma de bolero: La guitarra y la voz del legendario Sofro (2000).

El alma de Sofro
“Sofro era el hombre de la sonrisa eterna”, decía Pacho Galán, con quien Sofro trabajó en Cartagena y Barranquilla, según lo cuenta Luis Fernando Martínez, su hijo.
“Sofronín Martínez era y será siempre una de las figuras más importantes de la Trova Caribeña, al lado de figuras como Sindo Garay, José Antonio Méndez, Rafael Hernández, Sylvia Rexach y otros grandes de la guitarra y el buen cantar”, dijo el crítico e historiador musical cubano Cristóbal Díaz Ayala.
Esa visión es ampliada por Enrique Luis Muñoz Vélez en su biografía ‘La guitarra en Cartagena de Indias: Sofronín Martínez, el juglar de Pasacaballos’ (2012), en el que reconstruye su vida, trayectoria, influencias e impacto en la vida musical de Colombia y América Latina. Sofro es personaje de la literatura cartagenera, en cuentos de Rafael Martínez, Sícalo Pinaud y Roberto Burgos Cantor. El tiempo en que Sofro tocó junto a Cenelia Alcázar, en el legendario bar Quemada, figura en varias crónicas, historias y recuentos de la vida cultural de los últimos cuarenta años del siglo XX en Cartagena.
El humanista Ramón “Tito” de Zubiría, fue uno de los amigos e impulsadores de la música de Sofro. El periodista y escritor Daniel Samper Pizano y Pilar Tafur, fueron los artífices del álbum “Alma de bolero , Sofronín Martínez, La guitarra, la voz y la vida del legendario Sofro”, MTM, Bogotá, 2000, gracias a que guardaban grabaciones en casetes de conciertos privados con Sofro. El cantautor español Joan Manuel Serrat, a su paso por Cartagena, como jurado del Festival de Cine de Cartagena, celebró al ser humano y músico Sofronín Martínez.
Yo nací en un hogar donde se respiraba música. Tenía mis hermanas que cantaban, mi papá tocaba el tiple, mi mamá cantaba, en fin, ahí formábamos nuestras reuniones con amigos de mi papá (...)”
SOFRONÍN MARTÍNEZ.
Sofronín recibió honores en el Festival del Bolero de La Habana. En Cuba fue amigo cercano de César Portillo de la Luz, Marta Valdés, Omara Portuondo, entre otros.
Era un caballero impecable, elegante en el vestir y en el hablar, Sofro vestía de guayaberas blancas y zapatos capricho como los viejos rumberos cubanos. Llevaba siempre un pañuelo doblado en su bolsillo que al abrirlo esparcía el perfume de Jean Marie Farina.
El guardián de la memoria de Sofronín Martínez es Luis Fernando Martínez, su hijo, quien concedió una entrevista a El Universal que compartiremos en esta semana.