El 13 de enero, recostado sobre su cama en medio de una tarde parsimoniosa, cerró los ojos Manuel Patrocinio Algarín, el poeta más longevo del Caribe y del mundo.

Bucear con papá (o con quien vino en su lugar)
JUAN SEBASTIÁN RAMOSEl hombre, de 107 años, era ampliamente conocido en Baranoa, Atlántico, por su carácter firme y su prodigiosa memoria. Incluso a los cien años, recitaba poemas con la misma lucidez con la que montaba en moto por las tardes para ir a comprar pan.
Sus hijas recuerdan que el talento se lo descubrió un maestro del colegio quien observó en el niño Manuel una sensibilidad especial a su corta edad. El profesor solía sacarlos del salón y llevarlos a ver un paisaje con la tarea de volver y describirlo en una hoja. El ejercicio no solo alimentaba su alma de poeta sino que le permitía expresar aquello que le producía una inmensa felicidad.

A pesar de que “Don Patro” como le llamaban de cariño en el municipio, alcanzó a culminar solo la primaria, su figura se convirtió en un referente para estudiantes que acudían a él en búsqueda de encontrar claridad en algún tema particular, pues el poeta se movía sabiamente en las discusiones de interés nacional y cultural.
Durante su larga vida se dedicó a ayudar y a servir al pueblo a través de distintos cargos públicos. En 1962 fue nombrado Secretario del Juzgado Cuarto Penal Municipal de Barranquilla hasta que al contraer matrimonio con Carmen Elena Blanco, deciden mudarse a Galapa, para que ella pudiera desempeñarse como enfermera del municipio. Tres años después es nombrado como Revisor Fiscal por la Contraloría General de la República, ascendiendo tiempo después al cargo de Auditor Fiscal del Hospital de Barranquilla que a su vez le permitió el último ascenso con el que se jubiló en 1988 siendo Jefe de Grupo de Hacienda Nacional.
Carmen Elena fue el amor de sus manos, pues a ella dedicó los poemas que escribió a lo largo de la vida. De este amoroso matrimonio nacieron: Juan Manuel, María del Socorro, Carmen Alicia, Cristina y Luis, cinco hijos criados con la visión ejemplar de dos padres comprometidos con el crecimiento intelectual y humano de sus hijos.
Vivir por las letras
A Manuel Patrocinio lo caracterizaba el romanticismo con el que describía las situaciones de la vida cotidiana. Uno de sus poemas más conocidos, y por el que es recordado por sus allegados, se titula ‘La noche del beso robado’. En las primeras líneas se lee: “Fue una noche despejada y tachonada de estrellas cuando al pie de su ventana, yo le contaba mis penas.
Esa noche inolvidable por mi justa pretensión, la llevo dentro del alma, la llevo en el corazón (...) llevé mis labios ardientes, por el deseo de besar, a sus labios, labios puros, sus labios de coral”.

Tal era su fascinación por la palabra oral y escrita que se dice que los curas iban a su encuentro para pedirle ayuda con la redacción y pronunciación de los discursos y saludos que fuesen requeridos por las autoridades eclesiásticas de Baranoa. Asimismo, el poeta era el encargado de despedir a sus amigos de la vida con sentidos discursos que exclamaba a las afueras del cementerio, justo antes de darle el último adiós.
Además, cada año en la celebración la Loa de los Santos Reyes Magos, el festejo con el que a través de una obra escénica se representaba la llegada de Melchor, Gaspar y Baltasar al pesebre de Belén, el poeta participaba activamente como actor o guionista de los diálogos en los que tomaban protagonismo María y José. A pesar de que la figura de escritor y poeta la consolidó después de los 40 años, los libros lo acompañaron en cada etapa. “Era muy elocuente, tenía un pensamiento muy fluido que le gustaba plasmarlo en discursos, era muy argumentativo y la poesía era como magia para él. Le gustaba mucho leer a El Quijote y La Íliada”, recuerda con nostalgia su hija Carmen Algarín.
Quienes vivieron cerca de su casa lo han descrito de muchas maneras, pero más especialmente como “una enciclopedia andante”, pues recuerdan que al consultarle un tema específico era muy probable que hablara sin descanso durante al menos cuatro horas, “lo que tenía era tela para cortar”, recuerda Ismael Sarmiento, quien acudía al poeta durante sus años de universitario. Tras su muerte, Edinson Palma Jiménez, alcalde de Baranoa, decretó tres días de luto para el municipio.
“Él hace parte de la idiosincracia del municipio, dejando un legado difícil de superar. En un carnaval recuerdo que participó disfrazado de zorro, me lo encontré y le pregunté a qué se debía ese disfraz y me dijo que andaba buscando una zorra que se le había perdido”, recordó entre risas el mandatario.
A su aire de hombre sabio nunca le faltó una pizca de buen humor. Manuel Patrocinio logró ganarse el cariño del pueblo con un sentido de vocación con el que llegó al mundo y que bien le valdría el título de líder social.
“Era muy sensible al dolor y a la necesidad ajena. Por eso Baranoa lo quiere tanto, porque el fue en muchos momentos de la vida un ser que se quitaba el pan de la boca por dárselo a los demás”, recuerda su hija Carmen.
A pesar de que en la tierra en la que cerró los ojos para siempre “Don Patro” se extrañe hoy la presencia del poeta glorioso, basta con entonar el himno del municipio para traerlo de vuelta a los años en los que vívido, y de ojos luminosos, lo escribió.
“Baranoa, noble y digna eres, con ternura sueles inspirar, sentimientos puros e inefables. ¡Cuanto tengo te he de ofrendar”.