El siervo de Dios Rafael García Herreros, sacerdote eudista, estuvo en Cartagena de Indias en varias oportunidades, en el ejercicio de su misión: primero, siendo seminarista, en 1932, tiempo del que queda el recuerdo de que solía subir a la torre del Convento de Santo Domingo, donde funcionaba el seminario, para observar las estrellas; luego, en 1942, cuando escribió la vida de san Juan Eudes; y después, de 1946 a 1950.
El padre García Herreros se extasiaba ante el mar, lo convertía en su interlocutor para que le ayudase a profundizar en sus sueños, concretar sus proyectos y criticar sus decisiones. Algunas de las páginas más líricas y más comprometedoras las escribió el Telepadre frente al mar de Cartagena. De 1946 es su “Advocación al mar”:
“Oh mar, otra vez estoy cerca de ti; otra vez te veo, y de nuevo salpicas las arenas de mi propia playa. Hace mucho tiempo que te dejé y creí encontrarte más viejo, más cansado, y menos sonoro y menos inmenso. Pero estás lo mismo, lo mismo de inquieto con tu perpetuo empeño, con tu inagotable belleza. (…)
“Mar, en que naufraga todas las tardes el velero incendiado del sol. Mar que te enrojeces todas las noches con la sangre de la luna. Dime, ¿por qué te miramos todos los hombres sin que jamás se canse nuestra vista de verte? ¿Cuál es tu secreto? ¿Cuál es tu filtro, tu sortilegio? (…) Todo en la tierra es pequeño. Solo tú eres grande. Pequeñas las ambiciones, pequeños los lugares, pequeñas las pasiones. Todo se olvida delante de ti. Todas nuestras tristezas, todas nuestras batallas, todas nuestras derrotas. Tú solo eres grande en la tierra. Tú, perpetuamente joven. Tú eres la síntesis. Tú eres el éxtasis.
“Ese sentimiento agobiador que se experimenta delante de ti es un preludio de lo que se sentirá ante Dios, que es un mar como tú, pero sin playas. ¡Oh mar, levántame! ¡Oh mar, santifícame! ¡Oh mar, engrandéceme! Hazme olvidar todo lo pequeño, todo lo ruin, todo lo pasajero. Hazme a tu imagen, porfiado; a tu imagen, joven. Que yo tenga, como tú, cabida para todos los veleros, y viento para todas las velas, y camino para todas las quillas. Oh mar sonoro, joven y magnífico: ¡Dios debe ser muy bello, cuando tú, que sólo eres una gota de rocío sobre la rosa del universo, eres como eres!”.
En 1946, el padre García Herreros empezó en Cartagena diversos apostolados: fue profesor en la Normal de Señoritas y en el Colegio de las Hermanas de la Presentación; realizaba la catequesis en Chambacú; fue asesor de la Acción Católica e iniciador de los programas radiales “La Hora Católica” y “El Minuto de Dios”. El 16 de julio lanzó el proyecto de levantar una estatua a la Virgen del Carmen en la bahía; la junta pro-monumento empezó a reunirse semanalmente y se inició la colecta, la imagen se encargó a Italia; cuando llegó, el 16 de julio de 1958 fue colocada en las murallas de la ciudad y 25 años después fue trasladada a la bahía: el 16 de julio de 1983, con una procesión de veleros, se inauguró la estatua de la Virgen del Mar en la bahía de Cartagena.
En 1946 conoció a Rafael Fuentes, propietario de Radio Fuentes, quien lo invitó a utilizar los micrófonos de su emisora. Así surgió la “Hora Católica”, que cada miércoles, por cuatro años, se mantuvo al aire. En ella había espacios de música, de oración y de enseñanza. Para explicar la causa que lo llevó a la emisora, el padre Rafael dijo: “El fin principal de la Hora Católica es predicar a Jesucristo. ¿Qué significa Jesucristo para nosotros?, ¿Qué sentido tiene en nuestra vida? Para usted, radioescucha, que casualmente me esté oyendo y que tal vez está a punto de correr el botón de radio y buscar la voz del mundo, la voz de lo transitorio y de lo mortal… ¿qué sentido tiene para usted el nombre de Jesús?”.
En 1947, la Academia de Historia de Cartagena lo nombró Miembro de Número. De 1947 a 1950, el padre Rafael fue profesor en el seminario mayor San Carlos Borromeo, regentado por los Eudistas. Simultáneamente con su labor en el seminario, empezó el padre Rafael, en Cartagena, el 8 de febrero de 1950, un programa matinal más corto y dinámico, llamado “El Minuto de Dios”. El padre Rafael evocaría los inicios de su programa con estas palabras: “Un día se me ocurrió, y fue una intuición, que debía existir un minuto, en la Tierra, de la Divinidad, para que hubiera paz, silencio, fe y alegría en este mundo. Es solo un momento, pero es el tiempo de la Verdad; en otras palabras, el Minuto de Dios expresa un instante de Dios en la Tierra”.
El programa se transmitió en Cartagena durante ocho meses, se interrumpió por el viaje del padre Rafael a Europa para especializarse en filosofía y ciencias sociales, y se reinició el 18 de enero de 1952 en Cali, adonde el padre había sido enviado a su regreso a Colombia. Desde allí, el programa alcanzó renombre nacional, debido a que numerosas emisoras del país entraron en cadena para trasmitirlo por distintas regiones. Trasladado el padre Rafael a Bogotá a fines de 1954, reinició “El Minuto de Dios” por radio.
La televisión se había inaugurado en Colombia el 13 de junio de 1954. El padre García Herreros fue invitado en el mes de diciembre a participar en el programa televisado “Fantasía Navideña” y luego en los programas “El Artista y su Obra” y “Nuestro Pan de cada Día”, que dirigía Jaime Quijano Caballero. Con esto se abrieron al padre García Herreros las puertas de la televisión pues, al comenzar el año siguiente, con recomendación del Presidente de la República, obtuvo el espacio que caracterizaría su obra.
Los temas tratados a lo largo de tantas noches, en los 38 años en que el padre Rafael dirigió el programa por TV, fueron muy variados, centrados en el amor a Dios, al hombre y a la Patria. Con el patrocinio que recibía por el programa de televisión, el padre Rafael empezó a ayudar a familias pobres con la cuota inicial para una vivienda. Después, se implicó de manera directa en construir casas para familias necesitadas que habitaban en tugurios en las laderas de la cordillera que domina la sabana de Bogotá, a la altura de la calle 48. Posteriormente, don Antonio Restrepo y luego don Estanislao Olarte le obsequiaron los terrenos en que inició el barrio Minuto de Dios, al occidente de la capital del país.
Así comenzó la obra “El Minuto de Dios”, caracterizada por la acción comunicativa y la evangelización (emisoras de radio, producción de TV, fondo editorial y librerías, casas de oración y de retiros), la educación (jardines infantiles, colegios, tecnológico, universidad, educación flexible) y el servicio social (vivienda y organización comunitaria, asistencia humanitaria y atención en desastres; cooperativa y microcréditos, capacitación para el trabajo, apoyo a microempresas y a emprendimientos; biotecnologías y programas de desarrollo rural, etc.). Con la conciencia de que somos hermanos, hijos de un mismo Padre, El Minuto de Dios ha abierto camino a la responsabilidad social, la solidaridad, el desarrollo integral sostenible y el cuidado de “la casa común”; todo con la participación de los Eudistas y numerosos colaboradores y benefactores, y en alianza con entidades privadas, entes gubernamentales y ONG.
Sobre Cartagena, también es bueno mencionar que las señoritas candidatas al Concurso Nacional de Belleza se vincularon al Banquete del Millón y el padre Rafael quiso construir un “barrio de las Reinas” en homenaje a doña Teresa Pizarro de Angulo, el cual se realizó en 1989. Y en marzo de 1991, el Festival de Cine de Cartagena otorgó al padre Rafael García Herreros el premio India Catalina de Oro, en la categoría “Toda una vida”.
La causa de beatificación del Siervo de Dios Rafael García Herreros se adelanta actualmente en Roma; damos gracias a Dios por él al conmemorar estos 70 años de servicio a Colombia. “Amarás al Señor tu Dios y a tu hermano el hombre”, es una frase bíblica (Mateo 22, 37-39) que caracterizó al padre Rafael; esa es la síntesis de la vida cristiana y, por supuesto, también de la vida en El Minuto de Dios. Toda nuestra vida la podríamos condensar en un minuto, El Minuto de Dios. Es el nombre que hemos heredado.
El Minuto de Dios es una agrupación de personas que se deciden a pensar en Dios, en los demás, en la patria y en nuestro papel en la vida. Esa es la filosofía que nos marca. Todos nosotros deberíamos vivir diariamente “el Minuto de Dios”.