La clásica Natividad de los hogares católicos tiene pesebre, estrella, tres reyes magos, pastores, mula, buey, ovejas y ángel. Esta imagen es una amalgama de varios relatos distintos: del nacimiento de Jesús no se dice nada en “Marcos” (c. 70-80 d.C.) y “Juan” (c. 90-110), mientras que “Mateo” (c. 80-90 d.C.) y “Lucas” (c. 80-90 d.C.) nos dan dos versiones que tienen algunos detalles en común, pero son fundamentalmente incompatibles.
El interés de los cristianos en la Natividad no se limitó a los evangelios, sino que resultó en múltiples narraciones que, a pesar de no ser aceptadas entre los Padres de la Iglesia, gozaron de gran popularidad e influyeron en la iconografía de la historia; se trata de los llamados “libros apócrifos”. El más relevante de estos es el Protoevangelio de Santiago (c. 150 d.C.).
Lo único que todas estas versiones tienen en común es que Jesús nace en Belén, su madre es María, ella queda embarazada por obra del Espíritu Santo y la familia desarrolla la mayor parte de su vida en Nazaret. Este cuadro comparativo resalta las diferencias únicamente con base en el “Pesebre”:

Todo esto sin ahondar en las discrepancias más fundamentales entre los dos evangelios canónicos. Sólo en “Mateo” están los sueños para José, la masacre de los inocentes, la huida a Egipto, y una sagrada familia que ya vivía en Belén y luego se muda a Nazaret; sólo en “Lucas” están las anunciaciones a Zacarías y María, el censo de Augusto, la visitación a Isabel, el nacimiento de Juan el Bautista, la presentación en el templo ante Simeón y Ana y una sagrada familia nazarena que sólo se queda en Belén unos días. Ambos evangelios tienen genealogías para Jesús, pero son completamente distintas. “Mateo” se apoya en citas proféticas del Antiguo Testamento para dar credibilidad y valor a su relato, “Lucas” lo llena de cánticos proféticos hechos de pasajes de dichas sagradas escrituras.

Santiago, por su parte, está mucho más dedicado a la vida de María antes de Jesús. Su Natividad mezcla elementos de “Lucas” y “Mateo” e introduce algunos propios, como una gruta, el “burro de Belén”, una pausa en el tiempo, una nube luminosa, una comadrona y una mujer llamada Salomé que trata de comprobar la virginidad de María. Como señala la investigadora Cornelia Horn, esta versión es especialmente popular entre los ortodoxos.
Los animales provienen de otro libro apócrifo, el Evangelio del Pseudo-Mateo (siglo VII d.C.), que, aparte de algunos pasajes y episodios, es un calco del Protoevangelio de Santiagoy del también apócrifo Evangelio de Infancia de Tomás (siglo II d.C.). “El tercer día después del nacimiento del Señor, María salió de la gruta, y entró en un establo, y depositó al niño en el pesebre, y el buey y el asno lo adoraron”, dice el texto.

El nacimiento de Jesús, un propósito teológico
De acuerdo con el sacerdote y académico Raymond Edward Brown, autor de El nacimiento del Mesías (1977, revisado en 1993), estas narraciones presentan varios problemas: 1) dadas las décadas de redacción de los evangelios, no hay probabilidad de que el hecho en sí tuviera testigos confiables; 2) difieren en puntos importantes, llegando a ser incompatibles; 3) el contenido principal de los evangelios no tiene en cuenta dicho material, lo que resulta en algunas inconsistencias narrativas; 4) los detalles históricos y culturales (la masacre de los inocentes, el censo de Augusto, las actividades en el Templo de Jerusalén, entre otros) no tienen evidencia que los corrobore o no se ajustan a lo que sabemos de Roma y los judíos en los siglos adyacentes a Jesús.
Por todo lo anterior, afirma Brown, el valor de los relatos del nacimiento de Jesús es teológico, no biográfico, y muchas de sus características se explican en el contexto y las necesidades de una religión relativamente nueva que intentaba apelar a propios, judíos y gentiles:
- “El Evangelio según Marcos”, el más antiguo de los evangelios, no menciona nada sobre el nacimiento o la infancia de Jesús, dejando un vacío que no podía sino suscitar la curiosidad de los creyentes.
- Con el tiempo, el cristianismo desarrolló una idea cada vez más divina de Jesús. Al principio, su resurrección era el único punto focal y el momento que lo confirmaba como el Hijo de Dios. Más tarde, ese honor se extendió al bautismo (como ocurre en “Marcos”) y a su misma concepción.
- En muchas culturas antiguas, se consideraba que el nacimiento de una persona importante iba acompañado de portentos, especialmente en el mundo grecorromano, el contexto probable de los autores de estos evangelios, que están escritos en griego koiné. Cicerón y Suetonio, por ejemplo, también hablan de estrellas que aparecieron durante los nacimientos de Alejandro Magno y Augusto César, respectivamente, y de Augusto se llegó a decir que era hijo del dios Apolo.
- La genealogía establecida por Mateo apelaba a la importancia que los judíos daban a la ascendencia y la tribu a la que pertenecían y lo mismo ocurre con los pasajes de los libros proféticos citados. De igual manera, los cánticos entonados en Lucas son amalgamas de diversos himnos bíblicos. Además, los hechos narrados en ambos evangelios están basados en figuras y episodios del Antiguo Testamento, como los sueños de José, el hijo de Jacob; la supervivencia de Moisés a la masacre infantil ordenada por el Faraón, la crianza de David entre pastores, la incredulidad y el embarazo de Sara y la anunciación a los padres de Gedeón. La comprobación de la virginidad de María en Santiago está claramente basada en la duda de Tomás, que ocurre en el “Evangelio según Juan”.
- Lo más seguro es que el Jesús histórico hubiera nacido en Nazaret. Esto era un problema para muchos cristianos y judíos, porque se creía que el Mesías provendría de Belén y porque, como lo hace notar el investigador Bart Ehrman, Nazaret era un pueblo pequeño y empobrecido, tanto que no aparece en fuentes diferentes al Nuevo Testamento sino hasta el siglo III d.C. (“¿Acaso de Nazaret puede salir algo bueno?”, dice Nataniel en el “Evangelio según Juan”). Los evangelios solucionan esto de diferentes maneras y mueven a Jesús entre ambos lugares.
- Es posible que las narraciones del nacimiento cumplieran el rol de contrarrestar el docetismo, la creencia de que Jesús jamás fue hombre, sino un ser puramente espiritual.
- El teólogo Thomas O’Loughlin agrega que los textos apócrifos permiten entrever que un gran número de cristianos se sentían cada vez más atraídos por las ocurrencias maravillosas de los evangelios canónicos, al punto de darles protagonismo y aumentar su grado y número. Por su parte, Christopher Frilingo resalta que los textos apócrifos tratan de establecer un pasado y una vida doméstica para los miembros de la sagrada familia.
En suma, tanto “Mateo” como “Lucas” buscaban retratar un Mesías que siempre estuvo a la altura de las expectativas que una figura con ese título suscitaba entre los cristianos, judíos y gentiles de aquella época. En lo que respecta a los evangelios apócrifos que relatan el nacimiento de Jesús, evidencian una preocupación por llenar los vacíos de los evangelios canónicos y un intento por “armonizar” sus contenidos.