El pasado 3 de diciembre se celebró a nivel mundial el Día Internacional de las Personas con Discapacidad, una fecha que surge de la necesidad de generar un mundo con mayor empatía en el que quepamos todos. En este marco se estrenó el documental ‘Alamesa’, dispuesto en la plataforma Max para quienes quieran disfrutar de cincuenta minutos de inspiración.
Alamesa es el nombre de un restaurante ubicado en el bohemio barrio Palermo, en Buenos Aires, Argentina. En este lugar no solo se sirven platos de exquisita delicia, según lo comentado por los comensales, sino que su solo modelo se convierte en un ejemplo de verdadera inclusión. A lo mejor es uno de los pocos establecimientos en el mundo que no cuenta ni con cuchillos ni fuegos abiertos, pues para cuidar de sus empleados buscan minimizar al extremo cada riesgo que puedan correr.
Lo que hace único a Alamesa no es solo su destacada oferta gastronómica, creada por un renombrado chef, sino también su equipo conformado por 40 empleados neurodivergentes. Este término abarca a personas dentro del espectro autista, jóvenes nacidos de forma prematura con compromisos en su desarrollo cognitivo y aquellos que enfrentan desafíos aún no completamente caracterizados.

Detrás de esta idea está el médico infectólogo Fernando Polack, padre de Julia, una joven neurodivergente quien tras ver a su hija crecida, lista para enfrentarse a la vida adulta, se preguntó en qué podría trabajar y la primera respuesta que se le vino a la mente fue “en un restaurante”. Sin embargo, el trabajo en estos establecimientos suele tener niveles de estrés tan elevados que dificultarían el proceso de aquellos chicos con diagnósticos de base.
Fue allí cuando se le ocurrió crear un proyecto que le permitiera a estos jóvenes tener una inserción en el mundo laboral de manera amable, creando un espacio en el que no fuesen ellos quienes tuviesen que adaptarse a la vida del resto sino poder desempeñarse con herramientas adecuadas que les permitieran expandir su potencial.
¡Cuchillos y fuegos afuera!
Para prevenir heridas con cuchillos o quemaduras con fuego, este proyecto eliminó de la cocina los utensilios filosos y fueron bienvenidos los hornos eléctricos de 10 niveles. Tanto su creador como el equipo detrás entendieron que la prioridad era reducir al máximo los estímulos que pudieran ser contraproducentes para el tranquilo desarrollo de sus empleados. Por eso, en vez de tomar las órdenes y grabarlas en la memoria, Alamesa permite que los comensales escaneen un código QR en sus teléfonos que les permite seleccionar los platos que quieren degustar, luego de un breve video con las instrucciones para pedir y algunas recomendaciones para el trato con los colaboradores, entre ellas algunas como “Sé amable y paciente con nosotros”, “No nos llames por señas” y “No te levantes a pedir cosas”.
Cada invitado posee una letra en el mantel individual de la mesa en la que se encuentra sentado. Sea A,B,C,D, E o F, deberá seleccionarla en su pedido y elegir el plato, esto le indicará a los chicos con mayor precisión el lugar en el que deberán acomodar las comidas.
Una de las estrategias de Alamesa es incorporar colores y signos en los platos y recipientes. Por ejemplo, cada plato tiene marcado el “signo de la paz” que realmente ayuda a que los jóvenes puedan porcionar cada alimento en el mismo plato, siendo un sistema de repetición que recuerdan con facilidad.

Una persona con poca experiencia en un restaurante sabe que uno de los mayores retos es al momento de llevar la comida al comensal, dificultad que Alamesa resuelve a través de carritos de cuatro compartimientos que le permiten a los empleados guardar los platos en la letra que corresponda a la del comensal; la A es azul, la B roja, la C verde y la D amarilla.
Cuando el cine es transformador
El reconocido director de cine argentino Juan José Campanella, maravillado por el compromiso y la pasión de este grupo de jóvenes neurodiversos, se fijó en este proyecto y decidió elevarlo al cine a través de un documental que ya se encuentra disponible en Max. Campanella, ganador del Premio Oscar por la bella película ‘La luz de sus ojos’, encontró en Alamesa una historia que superaba la ficción.
Y es que más que un restaurante, este espacio se ha convertido en el proyecto de vida de los jóvenes que se sienten orgullosos de poder ganar su dinero y llevarlo a casa con sus familias.
En un mundo sobreestimulado por contenidos digitales, Alamesa se filtra como una suave dosis de inspiración; no de compasión pero sí de empatía.

A lo largo del filme nos vamos adentrando en las historias de vida de algunos de los chicos, quienes han tenido que enfrentarse a una realidad despiadada al ser rechazados por las personas de su entorno; hay quienes los juzgan por su apariencia física y otros por su forma de hablar o expresarse. Acostumbrados a fingir para encajar, este proyecto representa no solo un hogar seguro sino una familia. “Antes de trabajar aquí, muchos de ellos no salían solos o no tenían un propósito claro. Hoy manejan su dinero, tienen amigos y sienten que tienen un trabajo como cualquier otra persona”, explica Polack frente a las cámaras.
Detrás del menú variado que ofrecen está la mente maestra de Takehiro Ohno, un chef y nutricionista japonés-argentino que se entregó de lleno a esta iniciativa: “Ohno entendió el espíritu del proyecto desde el primer momento. Diseñó platos que no solo deleitan a los comensales sino que también son accesibles para que los chicos los preparen con confianza y seguridad”.
Si bien esta iniciativa está enfocada en un restaurante, bien podría ser un supermercado, una tienda de ropa o una biblioteca; cualquier lugar en el que personas con capacidades distintas puedan sacar su máximo potencial a flote y no sentirse juzgadas mientras cumplen sus sueños.