La reputación que precede a Cumbres Borrascosas es que es una especie de versión más turbia de la historia del Orgullo y Prejuicio (1813) de Jane Austen: la vida de una señorita casadera y el hombre un tanto arisco del que se enamora. Eso es parcialmente cierto, pues a pesar de su importancia, la historia del amor entre Catherine Earnshaw y Heathcliff sólo ocupa la mitad de la novela. Más que la historia de una pareja, es la historia de dos familias a lo largo de dos generaciones, los Earnshaw y los Linton; de sus dos haciendas, Cumbres Borrascosas y Granja de los Tordos, respectivamente, y de cómo la llegada de un niño pone en evidencia la crueldad que ese pequeño mundo esconde.
En clave gótica
Hay que leer Cumbres Borrascosas como se leería Frankenstein (1818) de Mary Shelley. Como señala Katherine Montwieler, ambas tienen una estructura y temática muy similar. Todo comienza cuando un hombre llega a un paraje remoto y desconocido y se encuentra con alguien fuera de lo común. Más tarde, conoce a una persona que conoció de cerca al personaje y escucha el relato, que resulta ser una compleja red de testimonios sobre los abusos que despertaron una descomunal sed de venganza.

El viajero es de apellido Lockwood; el lugar remoto son los páramos de Yorkshire, la informante y narradora principal es la sirvienta, Ellen “Nelly” Dean, y el hombre lastimado y vengativo es Heathcliff, que en ese momento es dueño de las dos propiedades mencionadas anteriormente y el arrendador de Lockwood. Además, así como en Frankenstein hay un ser reanimado a partir de cadáveres y ciencia, en la novela de Brontë hay fantasmas, almas en pena que vagan la tierra y acosan la tranquilidad y el sueño de los vivos.
Estructura y narradores
Fundamentalmente, la historia que cuenta Nelly es la historia de Heathcliff, un muchacho de piel oscura y raza desconocida que fue hallado en 1771 en las calles de Liverpool (uno de los principales puertos esclavistas de Inglaterra) y adoptado por el señor Earnshaw, el entonces dueño de Cumbres Borrascosas.
La novela se divide en tres partes. La primera llega hasta el capítulo 17 y cubre la dura juventud de Heathcliff entre los Earnshaw y los Linton, así como la sed de venganza que lo lleva a apropiarse de Cumbres Borrascosas. La segunda llega hasta el capítulo 32 y trata de los intentos de Heathcliff por apropiarse de la hacienda vecina, Granja de los Tordos, a través de una segunda generación de personajes, hijos de él y las personas con que creció. Todo esto es narrado a Lockwood por Nelly en el año de 1801. Los últimos dos capítulos narran lo ocurrido en 1802, cuando Lockwood regresa y Nelly le cuenta los hechos que condujeron a la muerte de Heathcliff y cómo las haciendas pasaron a manos de los jóvenes que él no pudo doblegar.

Lockwood narra los capítulos de apertura y cierre y Nelly es quien domina el relato, pero muchos otros personajes tienen la oportunidad de testimoniar. A pesar de eso, hay lagunas notables en las palabras de Nelly, que recuerdan al lector que todo recuento, en últimas, es parcial y parcializado.
Dos árboles
Los Earnshaw, de Cumbres Borrascosas, son el señor Earnshaw, su hijo mayor Hindley Earnshaw, su hija menor Catherine Earnshaw, y Heathcliff, su hijo adoptivo. Los Linton, de Granja de los Tordos y familia más pudiente, son el señor y la señora Linton y sus hijos, Edgar Linton, el mayor, e Isabella Linton, la menor. De la unión entre Heathcliff e Isabella nace Linton Heathcliff. De la unión entre Catherine y Edgar nace Catherine Linton, a quien llamaremos “Cathy”. De la unión entre Hindley y Frances, una completa extraña a ambas familias, nace Hareton Earnshaw.

Disfunciones
Quizás hayan notado la recurrencia de nombres y patrones entre ambas generaciones y se estén preguntando si se asemeja a Cien años de soledad. Razón tendrían: por un lado, está el hecho de que muchos de los romances de la novela ocurren entre hermanos adoptivos (Catherine y Heathcliff) o primos (Cathy y Linton, Cathy y Hareton); por el otro, el hecho de que ambas historias abordan el modo en que la violencia se transmite y se repite.
Decir que la novela es un largo memorial de agravios domésticos es decir poco, pero resaltemos algunos ejemplos: Hindley degrada a Heathcliff de todas las formas que puede y casi mata a su propio hijo, Catherine es manipuladora e insiste en mantener un destructivo triángulo amoroso con Edgar y Heathcliff, Edgar y Cathy tienen fuertes prejuicios de clase que utilizan para denigrar a quienes les desagradan, Nelly tiende a acolitar dramas sutilmente en vez de aplacarlos, Linton se aprovecha de su frágil constitución para atacar sin repercusiones y Heathcliff es “un maltratado que se convierte en maltratador” (como lo afirma Patrick Morris), tanto que su enorme rencor y odio no se limita a los culpables de su sufrimiento, sino que se extiende a gente inocente.

Cumbres Borrascosas está llena de gritos, insultos, golpes, amenazas, mentiras, egoísmo, humillaciones, exclusión, manipulación, traición, negligencia, muerte, chantaje, racismo, clasismo y sexismo, todo al interior de dos familias. En el debate sobre lo que determina el comportamiento de los seres humanos, si la biología o la crianza, se decanta por la crianza; todas la crueldades e injusticias que los personajes cometen tienen su origen en la crueldad y la injusticia de alguien más.
Dos citas ilustran muy bien dicha posición. Por un lado, están las palabras de Heathcliff frente a los caprichos y la manipulación de Catherine: “El tirano muele a sus esclavos y ellos no se rebelan contra él, sino que aplastan a los que están debajo de ellos”. Por el otro, las de Isabella al describir los abusos que sufrió siendo la esposa de Heathcliff: “Le di mi corazón y él lo tomó y lo apretó hasta matarlo y me lo lanzó de vuelta. La gente siente con sus corazones […] y como él destruyó el mío, no tengo la capacidad de sentir lástima por él”.
Emily Brontë (1818-1848) sabía algo de todo aquello. Como lo señala Maureen B. Adams, ella era una persona ambiciosa, pero frustrada, solitaria y arisca; había llegado a ser violenta con sus seres queridos, fungió como una institutriz desencantada y tenía que lidiar frecuentemente con el alcoholismo y los problemas de su hermano, Branwell.

Escape
Y sin embargo, el final de la obra es esperanzador, no diré en qué consiste exactamente, pues algunas sorpresas es mejor llevárselas, incluso para los libros de más de 150 años. Me limitaré a decir que ilustra el único modo en que era posible escapar a todo ese ciclo de violencia: tras muchos sufrimientos y desacuerdos, una de las víctimas-victimario finalmente recapacita y no sólo pide disculpas, sino que se dedica a reparar el daño causado. Entonces, el poder de Heathcliff sobre la vida de las familias de ese pequeño rincón de Yorkshire empieza a menguar y el lector puede recordar, al menos por un instante, que antes de convertirse en un monstruo fue un niño humillado y maltratado por los que debían acogerlo.
La situación guarda parecido con un episodio de la vida de Brontë: en un arranque de furia e impaciencia, golpeó a su perro Keeper por desobedecerla hasta casi dejarlo tuerto. Sin embargo, ella misma se encargó de sanarlo y de velar por su recuperación. Con el tiempo, se volvieron inseparables; Keeper lloró varias noches junto a la alcoba de Brontë luego de su muerte.
Alguna vez oí a alguien decir que Cumbres Borrascosas es “una novela sin héroes” y, en efecto, eso es. En esta saga familiar no hay un solo personaje sin faltas, la mayoría las acumuló de sobra; lo único que les queda a los sobrevivientes es enmendar sus pasos, ser mejores que los antecedieron y los hicieron sufrir tanto. Afortunadamente, lo logran.
Obras consultadas
Emily Brontë. (1847). Wuthering Heights. Publicada por Penguin Random House.
Katherine Montwieler. (2016). “Neglect and Childhood Trauma in Frankenstein and Wuthering Heights: Writing the Domestic (Abuse) Novel”. En la revista Critical Insights: Mary Shelley, publicada por Virginia Brackett, Salem Press.
Maureen B. Adams. (2000). “Emily Brontë and Dogs: Transformation within the Human-Dog Bond”. En la revista Society & Animals, publicada por Koninklijke Brill NV.
Patrick Morris. (2013). “The Depiction of Trauma and its Effect on Character Development in the Brontë Fiction”. En la revista Brontë Studies, publicada por The Brontë Society.
Steven Vine. (1994). “The Wuther of the Other in Wuthering Heights”. En la revista Nineteenth-Century Literature, publicada por The Regents of the University of California.