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Cultural

Federico Díaz- Granados: La fragilidad como resistencia

En este poemario ‘Grietas de la luz’, Federico Díaz-Granados salva de la desmemoria las palabras y las epifanías del corazón de sus abuelas.

Federico Díaz- Granados:   La fragilidad como resistencia

Federico Díaz-Granados, uno de los grandes poetas colombianos contemporáneos. //Foto: cortesía.

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La palabra del poeta Federico Díaz-Granados (Bogotá,1974) descifra las grietas de la luz y la sombra entre sus abuelas longevas que de tanto vivir entraron apaciblemente en las aguas de la desmemoria. De esa soledad sufriente y despiadada ha escrito su más reciente poemario, ‘Grietas de la luz’ (Fondo de Cultura Económica de México, 2024). Poeta, periodista, profesor de literatura y gestor cultural, dirige la Biblioteca de Los Fundadores del Gimnasio Moderno y de su Agenda Cultural. Autor de los poemarios ‘Las voces del fuego’ (1995) y ‘La casa del viento’ (2000). Y sus poemas figuran en las antologías de su obra ‘Álbum de los adioses’ (2006), ‘La última noche del mundo’ (2007) y ‘Las horas olvidadas’ (2010). Autor de varias compilaciones de la nueva poesía colombiana: ‘Oscuro es el canto de la lluvia’ (1997), ‘Inventario a contraluz’ ( 2001), ‘Doce poetas jóvenes de Colombia’ (1970-1981) y ‘Antología de poesía contemporánea México-Colombia’ (2011).

Federico Díaz-Granados es autor del libro de ensayos sobre poesía ‘La poesía como talismán’ (2012). Con él conversamos para Facetas:

Federico Díaz-Granados, uno de los grandes poetas colombianos contemporáneos. //Foto: cortesía.
Federico Díaz-Granados, uno de los grandes poetas colombianos contemporáneos. //Foto: cortesía.

¿En qué instante una imagen vivida fecunda ‘Grietas de la luz’?

-Las imágenes que dan origen a ‘Grietas de la luz’ emergen en los momentos de fragilidad y vulnerabilidad en que mis abuelas, ya afectadas por la pérdida de memoria, buscaban algún vestigio de sí mismas. Aquella búsqueda constante y la certeza de la derrota frente al olvido se convirtieron en imágenes imborrables que dieron forma al libro. Fue en esas grietas -ese espacio intermedio entre recordar y olvidar- donde encontré la poesía, como un rayo de luz que intentaba capturar esos últimos destellos de identidad y presencia. Las abuelas se asoman por la grieta para observar lo perdido y eso, de alguna forma, es la poesía: poder ponerle palabras al silencio, narrar lo inenarrable poder recordar lo olvidado y aquello que se calló tanto tiempo.

De esta grieta brota una voz que entona una lengua de otro tiempo, una lengua al borde de una lengua que persiste como morada ante el inevitable derrumbe”.

 Katya Vásquez Schroder.

¿Qué epifanías y obsesiones tutelares descubre de manera constante en su obra de conjunto?

-Descubro dos epifanías que atraviesan mi obra: la fragilidad como forma de resistencia y la memoria como un acto de permanencia. La primera surge de la convicción de que la vulnerabilidad no implica debilidad, sino una fortaleza sutil que permite a la luz filtrarse, aun cuando todo parece desmoronarse. La segunda epifanía radica en el poder de la memoria de dar voz a las historias que el tiempo tiende a silenciar. Ambas son obsesiones que reflejan mi lucha por conservar y honrar el pasado. Siempre intento regresar por un instante a la infancia para recuperar otra vez el asombro y la inocencia.

¿Qué tendencias al nombrar el mundo y la vida percibe en la poesía contemporánea global?

-La poesía actual parece moverse entre la inmediatez y la trascendencia, buscando nombrar el mundo desde lo cotidiano y lo efímero, mientras explora temas profundos como la identidad, el desarraigo y la incertidumbre. Hay un afán por rescatar lo pequeño y transformarlo en universal, reconociendo el caos del mundo actual y confrontando temas como el cambio climático, la migración y la pérdida de tradiciones, que intentan capturar la esencia de este tiempo incierto. Hay, por otro lado, una poesía que conversa con otras artes y las vincula de un modo definitivo en la propuesta de expresar y nombrar el mundo. Hay poesías expandidas, fragmentarias, híbridas y otras que apelan a lo conversacional o simbólico. Siento que vivimos una época muy fértil para propuestas poéticas innovadoras. Eso, desde lo poético. Lo demás es humo, instagramers y desinfluencers.

¿A qué libros y poetas regresa como a un río de incesante deslumbramiento?

-Regreso constantemente a poetas como Pablo Neruda, César Vallejo, Walt Whitman y Emily Dickinson quienes siempre tienen la palabra precisa que descifra mis asuntos y obsesiones. De igual forma, regreso con frecuencia a Charles Simic, Ana Blandiana, Héctor Rojas Herazo, Mario Rivero, Giovanni Quessep, María Mercedes Carranza, Piedad Bonnett, Luis García Montero y Raúl Zurita. Residencia en la tierra y Cien años de soledad son santorales a los que regreso porque siempre me ofrecen una perspectiva renovada de mis propias grietas y me muestran que, a pesar de las fisuras, hay una verdad y una belleza que resplandecen.

Federico Díaz- Granados, poeta. //Foto: Cortesía.
Federico Díaz- Granados, poeta. //Foto: Cortesía.

¿Cuál fue la experiencia humana más compleja de nombrar en ‘Grietas de la luz’?

-La experiencia de nombrar el olvido fue la más compleja. Describir cómo una persona se va desdibujando en su propia historia, cómo su identidad se va desvaneciendo en la mente, fue un desafío emocional y poético. Capturar la última orfandad, ese momento en que uno queda huérfano de su propia memoria, de las palabras y la mirada es algo que intenté expresar en el libro a través de versos muy personales e íntimos donde quise confrontarme con mis propios derrumbes.

¿Cómo es su proceso creativo? ¿En qué ambientes y en qué momentos del día o la noche prefiere escribir?

-Escribo a cualquier hora, en el instante en que siento el impulso o la fuerza interior para hacerlo. Últimamente me siento cómodo en las mañanas, pero siempre cargo conmigo libretas, papelitos, el block de notas del celular. Que donde me sorprenda el impulso me encuentre con los instrumentos mínimos para hacerlo.

¿Qué matices encuentra en la poesía de Occidente y Oriente? ¿Y cómo ha asimilado esas influencias de dos mundos?

-De la poesía occidental he tomado la mirada de la individualidad y la experiencia personal. Todo lo narrativo y el detalle en lo cotidiano o coloquial mientras que de la poesía oriental he aprendido hacer conexiones más espirituales y desapegadas con el mundo. La poesía de occidente me ha ayudado a mirar hacia afuera desde mis propias grietas. La de oriente me ha permitido mirar hacia adentro sin asustarme con mis propios abismos.

Otros espejos

“La memoria es la primera pesadilla y el olvido la última orfandad”, sentencia Federico en su poema X, de su poemario ‘Grietas de la luz’. El libro está estructurado en dos tiempos: Un largo adiós, que es la muerte lenta de la memoria, y La última orfandad, un homenaje a la memoria de sus abuelas, Margot Valdeblanquez Moreu y Lucy Riascos Vives.

En el paraíso perdido de la memoria, el poeta salva los viejos rituales de los patios y el resplandor de los muertos en los retratos. Descubre que “acaso las palabras son piedras que caen sobre una carretera en demolición”.

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