El pasado 5 de noviembre se cumplió un año del fallecimiento de Enrique Domingo Dussel Ambrosini, mejor conocido como Enrique Dussel, uno de los más destacados pensadores y críticos de América Latina. Su partida en la Ciudad de México dejó un vacío en el ámbito intelectual, pero su legado continúa vigente.
Fue un académico, filósofo, historiador y teólogo argentino que como miles de latinoamericanos terminó residiendo en México. Autor de más de 50 libros y 400 artículos, muchos de ellos traducidos a más de seis idiomas.

Pensador en el área de lo político en nuestro subcontinente latinoamericano, tal vez no ha sido lo suficientemente conocido en nuestro país, lo que no deja de ser una lástima, por lo que sus conocimientos en diversas áreas del saber pudieran darnos luces en esta confusión de ideas en la que nos encontramos sumergidos.
Hay un texto particularmente importante, al cual nos referimos en esta nota: 20 ‘Tesis de política’, editado en 2006 (Siglo XXI editores). En él se reconoce que lo político engloba lo económico, y le da sentido, porque la política es el arte de saber responder a las necesidades que experimenta la vida del ser humano en este planeta, como bien lo ha reconocido la reciente COP 16, en la ciudad de Cali. Precisamente Enrique Dussel ha comprendido que una política sana debe situarse del lado de los pobres.
Como precursor de la filosofía de la liberación en América Latina, desarrolló una profunda critica al modelo capitalista que predomina en Occidente, desde el concepto de “crecimiento”, por ejemplo. Es obvio que no se puede dar un crecimiento indefinido... una contemplación desapasionada de nuestro mundo no puede darnos satisfacción. No es lo económico (el capital) lo que nos salvará, sino una visión humanista de nuestra historia en la que todos los pueblos participan en la elaboración de una “hoja de ruta” favorable para todos y todas y esto es del orden de lo político, bajo el amparo de la bioética.
Mientras más se logre la participación de todas las personas en el proyecto político que nos proponemos, más sano se irá haciendo, sin que nunca se pueda llegar a lo perfecto. Y es que la potencia del poder se encuentra en el pueblo. La potestad la encarnan los representantes, no por ser quienes son, sino por su poder obediencial al pueblo. Esto está claro si queremos pronunciar la palabra democracia sin sonrojarnos.
El trabajo humano, en sus concreciones históricas hace parte del qué hacer político. No siempre el “mucho trabajar” beneficia al conjunto de la población (la esclavización ha sido una constante lamentable). El trabajo esclavizado discrimina de manera arbitraria. ¿No se habla acaso hoy en día de “nuevas esclavitudes”? Que las hay, las hay, como las brujas.
Lo de crítico es lo propio del momento en el que el político ha perdido la ingenuidad de pensar que el sistema vigente, por ser vigente, es ya justo. Visto el sistema desde los oprimidos y excluidos, el político cobre conciencia “crítica” deconstructiva y se presta a transformar lo que sea necesario. Es una “pretensión crítica y política de justicia”.
Mientras el “sistema mundo” se ampare en la competitividad, difícilmente podrá lograrse la cooperación necesaria para hacer de nuestro mundo la casa común con la que soñamos. La competitividad excluye a los perdedores que constituyen la masa paria que deambula por nuestras fronteras.
A los cien años de la aparición de ‘La Vorágine’ en Colombia, vale la pena recordar los abusos que se cometieron en los comienzos del capitalismo, al punto de que un europeo que venía a trabajar en la “fiebre del caucho”, en la Amazonía, reconoce que, al venir a América, había dejado su conciencia en Europa. En otro continente - el África- por el mismo tiempo, sucedía algo parecido. ¿Estamos aún ciegos -como Bartimeo a la orilla del camino- para no ver aquello que maliciosamente se opone a la dignidad humana?
La competitividad excluye a los perdedores que constituyen la masa paria que deambula por nuestras fronteras.
Desenmascarar las esclavizaciones actuales que nos impone el “sistema mundo” es obra urgente del político, que quiere portar ese nombre con dignidad.
Si la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se resquebraja ante nuestros ojos, es porque continúa otorgándole a algunos de sus miembros el derecho al veto, cuando siendo la sede de los Derechos Humanos, se atribuye el mandato de controlar dichos derechos. ¿En nombre de quién? Cuando salta por encima de la mayoría de las naciones miembros. Las instituciones están sometidas al desgaste. Ninguna puede considerarse eterna. ¡Qué importante es tener esto presente cuando se enaltece tanto la institucionalidad!
“En la subesfera económica de la política, el sistema capitalista se ha transformado en el peligro supremo, tanto ecológico como social.
“El sistema, con el criterio del aumento de la tasa de ganancia (como criterio racional) elige una tecnología destructiva de la vida en la tierra, y produce como efecto, por la tendencia de reducir los salarios al mínimo, una inmensa pobreza, desocupación, miseria.
“El principio económico político crítico normativo debería indicar algo así como: ¡Debemos imaginar nuevas instituciones y sistemas económicos que permitan la reproducción y crecimiento de la vida humana y no del capital! Esas alternativas deberán crearse en todos los niveles institucionales y con la ayuda de todo el pueblo. Hay que fijar los ojos en las nuevas experiencias populares de economía popular alternativa”. (p.104). Tal como lo ha hecho la zona verde de la COP 16, en Cali.
Al hablar de los efectos nefastos del capitalismo se suele presentar como sola alternativa el comunismo, que no se duda en afirmar como peor. Es importante poder considerar una alternativa factible pues no estamos condenados a 100 años más de soledad. No dudamos en emplear la palabra socialismo, mientras no se nos ofrezca un concepto más apropiado para privilegiar, sobre todas las cosas, el buen vivir de las gentes.