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Cultural

En la casa de Pedro Laza: crónica de su música y legado festivo

Crónica de una visita a la casa del músico Pedro Laza. No hay noviembre en el que no suene uno de los himnos festivos: el porro Pie pelúo.

En la casa de Pedro Laza: crónica de su música y legado festivo

Pedro Laza y sus Pelayeros, uno de sus álbumes musicales.

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Fue el periodista Alfredo Pernett Morales quien una tarde de noviembre de comienzos de 1980, me habló del músico Pedro Laza. Le brillaron los ojos vidriosos cuando me nombró a este músico cartagenero fuera de serie, diciéndome que vivía en San Diego, en la Calle Cochera del Hobo.

El porro que yo había conocido en el Sinú, sin partituras, sin letras y con estremecidos guapirreos de monte adentro, me acercó, sin saberlo, a los porros orquestados, con partituras y cantados de Pedro Laza, quien desde un comienzo trabajó con músicos del Sinú y de la Sonora Cordobesa. Lea: Pedro Laza y sus pelayeros: más de 60 años de música novembrina

Lo del nombre de su orquesta, que inicialmente se llamaba La Sonora Pelayera en 1952, se convirtió en Pedro Laza y sus Pelayeros por genial ocurrencia del empresario musical Toño Fuentes, porque San Pelayo era una indiscutible mata musical en toda la región de las sabanas y el Caribe. Pedro Laza y sus Pelayeros resonó de inmediato. El Sinú abastecía de porros que resonaban en Cartagena. Alejandro Ramírez Ayazo, el autor del legendario porro María Varilla, estudió en Cartagena. Los lazos entre el Sinú y Cartagena eran fluidos, como las barcazas que salían del Muelle de los Pegasos al puerto de Montería y Lorica. No conocía a nadie en Cartagena cuando me vine a la ciudad, desde Sahagún, al culminar mi bachillerato en 1979. Pero en mi casa sonaban los porros sinuanos, los porros de Lucho Bermúdez, la Banda de La Boquilla y los porros de Pedro Laza y sus Pelayeros.

Mi padre, que había estudiado Derecho en la Universidad de Cartagena en 1947, me hablaba mucho de Cartagena y me trajo en unas vacaciones a conocer la ciudad a mis siete años. Tenía noticias de Cartagena también por mi amigo y veterano maestro Guillermo Valencia Salgado, al que todos conocían como Compae Goyo. Muchas veces dormí en sus dos casas, la de Mocarí y la del otro lado del río.

El Compae Goyo me acogió paternalmente, y me hablaba de los porros palitiaos y tapaos, y defendió con obstinación el origen pelayero de los porros que sonaban en la región. Al llegar a Cartagena, me reencontré con mi más viejo amigo de infancia: Lucho Porras, hijo de Aminta Porras de Espinosa, mi maestra, quien, junto a su hermana Ana, me enseñó a leer y escribir en el Jardín Infantil de Silvia Mendoza, en Montería. También mi maestra y mi amigo eran devotos de Pedro Laza. Lucho Porras fue desde un principio uno de los apasionados divulgadores de la música de Pedro Laza. Poco tiempo después, conocí personalmente a Jorge García Usta, con quien sostenía desde 1977, desde Sahagún, un cruce de cartas. Jorge se convirtió en un defensor de los porros y de toda la música de los juglares del Caribe. Fue uno de los primeros en entrevistar a Clímaco Sarmiento y en escribir sobre Rufo Garrido, grandes músicos amigos de Pedro Laza.

La casa de Pedro Laza

Toqué a la puerta de Pedro Laza y se asomó Elisa Murillo, la esposa del músico. Le dije que quería conocer a Pedro Laza. La señora Elisa me dijo que entrara. Me senté en una mecedora y el maestro salió de la penumbra. Me brindó una taza de café y me convertí en un asiduo visitante de su casa. Le dije al maestro que yo venía del Sinú, donde gracias a mi padre había escuchado su música.

Pedro Laza era un hombre flaco y huesudo, ébano espigado, serio, recto, palabra suave, pisadas lentas, mirada serena de quien había vivido todo, y andaba por su casa con el sigilo del lejano aprendiz de artes gráficas en el desaparecido Diario de la Costa, escudriñando el otro lado de las cosas con la fina entereza emocional de los seres que ya vienen de regreso. Nacido el 4 de diciembre de 1904 en Cartagena, en el Callejón Gastelbondo, Pedro Laza empezó desde muy niño en la música. Aprendió a interpretar valses y pasillos tocando la bandurria de su maestro Abraham del Valle. Y se interesó por los instrumentos de viento y cuerda, en un momento de la historia musical de la ciudad en el que apenas germinaba el interés por el jazz. Pedro Laza creó en 1932 la Estudiantina Bolívar, integrando piano, violín y flauta. Además de pasillos y valses, empezó a interpretar porros y fandangos. Fue Francisco Lorduy quien lo animó a tocar el contrabajo, pensando en el desafío creciente del jazz en Cartagena. Pedro Laza creó la Orquesta Nueva Granada y le sumó trompetas, trombones y saxofones. Grabó en 1937 el porro El aguacate, en un sencillo grabado por Toño Fuentes, quien lo atrajo a la Orquesta de Emisora Fuentes, y lo contrató en su empresa discográfica como contrabajista y arreglista. En la disquera grabó treinta discos. Sentado en su mecedora, en el centro de su sala, Pedro Laza parecía un emperador en silencio. Con sus dedos largos me señaló con orgullo el viejo contrabajo con el que había tocado incontables porros que varias generaciones de cartageneros y cartageneras habían bailado. Un contrabajo que embellecía la sala y resonaba en la penumbra. Días después empezó a compartirme una serie de álbumes de fotos en los que iba marcando con una cruz roja sus amigos de la Orquesta Pedro Laza y sus Pelayeros que iban muriendo. En uno de sus álbumes de 1958 estaba Daniel Santos, quien grabó con él varios porros en Discos Fuentes. Lea: Cada noviembre: ¡lo que suena es Pedro Laza!

Pedro Laza y sus Pelayeros, uno de sus álbumes musicales.
Pedro Laza y sus Pelayeros, uno de sus álbumes musicales.

La llegada de Daniel Santos fue un acontecimiento en su vida y en Cartagena. Las fotos estaban guardadas en un álbum de cartulina negra con bordes dorados. A medida que avanzábamos viendo cada álbum, descubríamos que todo se estaba llenando de cruces rojas. En un instante, me atreví a preguntarle cómo había logrado comprar su casa en el Centro de Cartagena. Y su respuesta fue contundente: “La compré con música”.

La vida es un porro

Poco tiempo después le propuse a Pedro Laza hacerle una entrevista sobre su vida. La entrevista se hizo en tardes de conversaciones y tazas de café. Me contó el nacimiento de algunos porros como Pie pelúo, que es uno de los himnos festivos de Cartagena. Quise saber quién fue la mujer de lunar velludo en el pie que inspiró una noche de baile ese porro célebre. Era una prostituta de Tesca. Era sutil en sus silencios. Pero una leve sonrisa me era suficiente para intuir la picardía de las canciones. Saqué de mi bolso un casete con la música de Pedro Laza que llevaba a todas partes, y él con su letra nerviosa y temblorosa escribió con tinta negra: Pedro Laza.

Cada vez suena mejor

La última vez que fui a visitarlo con William Fortich, supe que Pedro Laza nunca había ido a San Pelayo, y William, extrañado, lo invitó a conocer el Festival Nacional del Porro en el que sería homenajeado. Había prometido ir, pero la muerte se le cruzó en abril 4 de 1980, a sus 75 años. Y se murió sin conocer a San Pelayo.

Los herederos del maestro Laza me facilitaron una foto de su matrimonio enmarcada que se me extravió tiempo después, lo que generó un malestar entre su familia. Pero nada impidió seguir escribiendo sobre él, valorando al gran músico, intérprete y arreglista que, más allá de su muerte, sigue más vivo que nunca y es uno de los patrimonios musicales y culturales de Cartagena.

Han pasado los años y la música de Pedro Laza es la señal festiva de que ha llegado noviembre y de que vamos a celebrar un nuevo aniversario de la Independencia de Cartagena de Indias.

Cada noviembre suena mejor. Como si Pedro Laza acabara de grabar con Toño Fuentes sus célebres porros Pie pelúo, El cebúo, La ñeca, La vaca vieja, para citar cuatro de ellos. Como si sus manos flacas hurgaran en la soledad del contrabajo el punto exacto de nuestra nostalgia.

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