Estuve hace poco en Ipiales, Nariño, conociendo la experiencia del escritor Albeiro Arciniegas, quien, en su municipio natal de Pupiales, organiza desde hace muchos años el Concurso Internacional de Cuento de Pupiales. Fue una aventura desde el mar de Cartagena de Indias hasta las nieves temblorosas de los páramos y las cordilleras, en la frontera con Ecuador. En una tarde lluviosa descubrimos que estábamos a tres cuadras del enorme letrero: Bienvenido a Ecuador. A un paso de la ciudad ecuatoriana de Tulcán, que recorrimos junto a Albeiro, en medio de la llovizna y de las recientes granizadas que habían dañado los sembrados de maíz, le propuse a Albeiro que me contara la hazaña de crear un concurso mundial desde Pupiales.
¿Cómo nace la iniciativa en Nariño de crear el Concurso Internacional de Cuento Ciudad de Pupiales?
-Hace algunos años gané un premio nacional de cuento en Barranquilla, el de la Universidad Metropolitana. Ello me permitió conocer la dinámica de los concursos. Mi interés por la literatura se incrementó y, a pesar de que no he salido de Pupiales, comencé a conocer a personalidades del periodismo y las letras del país. Todo eso fue formando una serie de vínculos que, en 1999, con apoyo de los gobiernos locales, me permitió convocar un concurso nacional de cuento con temática ecológica. Era un premio pequeño, quizá sin ninguna expectativa. En 2000 y 2001 se realizaron, desde Pupiales, transmisiones de la Cadena Caracol de Colombia con programas que dirigía el desaparecido Herbin Hoyos Medina. No puedo desconocer el apoyo que el concurso recibió en sus inicios de parte de personalidades de las letras como Isaías Peña Gutiérrez, Fernando Soto Aparicio, Manuel Zapata Olivella y Gustavo Álvarez Gardeazábal. En igual sentido, el apoyo de los medios de comunicación a nivel nacional.
¿Cómo ha respondido la ciudadanía de Pupiales, Nariño, y el país a la convocatoria del concurso?
-De manera excelente. Cada convocatoria del concurso recibe obras de escritores de todo el territorio nacional, incluidos los autores de la región. Ello permite medir el impacto del evento en el país; pero, también a nivel internacional, pues son miles los escritores que remiten sus cuentos desde Europa, Asia, África y, por supuesto, desde nuestro continente. Ello estimula para continuar con una organización que no es fácil por las diferentes etapas que se involucran en el proceso y que requieren de importantes recursos económicos para su financiación.
¿De qué lugares del mundo han enviado cuentos al concurso a través de sus ediciones?
-De unos 45 o 47 países. Esa cantidad varía cada convocatoria, pero es el número de países a lo largo del concurso. Canadá, Estados Unidos, México, Honduras, Bulgaria, Panamá, Portugal, Mozambique, Costa Rica, Trinidad y Tobago, Nicaragua, Polonia, El Salvador, Guatemala, República Dominicana, Cuba, Holanda, Venezuela, Serbia, Dinamarca, Perú, Ecuador, Bolivia, Chile, Bélgica, Lituania, Argentina, Uruguay, Paraguay, Brasil, Alemania, Israel, España… Bueno, los nombres siguen, algunos muy distantes, como Japón e India; la organización lleva un registro minucioso que hace parte de la historia del evento y que se encuentra publicada para conocimiento de los escritores interesados en el concurso.
Hablemos de Albeiro Arciniegas, el escritor. ¿Cómo descubrió la pasión de escribir cuentos?
-En el libro Ensayos críticos sobre cuento colombiano del siglo XX, editado por el Departamento de Humanidades y Literatura de la Universidad de Los Andes, se realiza un análisis crítico de uno de mis libros, Los decadentes y otros cuentos; es allí donde aparece un episodio de matiz familiar que me permito transcribir: “Solía leerle a mi abuela fragmentos de El otoño del patriarca y Cien años de soledad, a ella le gustaba mucho pese a que contaba con quinto año de primaria”.
Así me recuerdo, siempre leyendo, en una cocina de casa antigua al lado de mi abuela materna. Fui un ávido lector, desde muy pequeño, labor que comencé con historietas conocidas y populares: Santo, el enmascarado de plata, Kapax, el héroe salvaje, Kalimán y Tamacún, entre otras; luego, en una consecuencia natural, pasé a la literatura y me deslumbró encontrar en los libros las mismas posibilidades de aventura de un comic; pero sin viñetas, basadas en el poder de la palabra y la poesía. El primer cuento que leí fue El gigante egoísta, de Oscar Wilde; entre mis primeras lecturas estuvo Chambacú, corral de negros, de Manuel Zapata Olivella, los libros de Fernando Soto Aparicio y Rómulo Gallegos y, así, las lecturas se fueron incrementando hasta descubrir a los más importantes escritores de todo el mundo. Ese fue el inicio de mi pasión literaria. Con la lectura nació todo. La escritura fue, entonces, la consecuencia de unas horas de lectura incansable que, afortunadamente, continúan hasta el día de hoy.
Mirando su obra general, de conjunto, ¿qué obsesiones han gravitado en sus ficciones?
-Yo mismo no sabría reconocerlas. Sin embargo, y quizá en términos generales, un recurrente es indagar por los problemas del hombre contemporáneo, esos asuntos de la vida cotidiana que, en muchos casos, hacen sufrir a la gente, la dividen, la enajenan, la enceguecen. En uno de mis nuevos libros, conformado por once o doce historias, por ejemplo, tomo como referencia un tema que, en su momento, y todavía ahora lo sigo considerando alucinante; no sé si allí aplica el Ensayo sobre la ceguera de José Saramago. El lastimoso episodio de las pirámides, cuando la gente se dejó bolsiquear con una inocencia, casi conmovedora, o se deslumbró por la idea del dinero fácil, aún, conociendo que los estaban estafando. En ese comportamiento hay pensamiento mágico: la idea de que las soluciones aparecen de la noche a la mañana, sin un proceso, sin trabajarlas. Indudablemente, es un buen tema para un cuento. Otro: la calumnia y la habladuría ciudadana en una mentalidad agraria combinada con el episodio de las Torres Gemelas y la desgracia inesperada. No sé si usted o los lectores me comprenden. Bueno, hoy mismo estoy escribiendo una novela que por lo escabroso del tema deberé guardarla en la gaveta hasta que encuentre sus tiempos de salida. La mayoría de temas provienen de mi entorno y, entonces, soy un obsesionado por las formas de vida, por los comportamientos humanos, por la muerte (nunca me abandona la idea de la muerte cuando escribo).
El imán de Pupiales
Albeiro Arciniegas nos habló de las bellezas y maravillas de Nariño: “El Santuario de Las Lajas, el puerto de Tumaco, la zona de frontera, Pasto y sus iglesias, los volcanes de la zona Andina. Es una tierra con unos paisajes naturales que convocan a la contemplación. Sin exageración puedo decir que hay mucho por conocer en estas tierras.
“A ello se unen tradiciones culturales como el Carnaval de Negros y Blancos y una gastronomía con platos auténticamente nariñenses como el cuy o el pan de maíz, muy conocido en los sectores donde vivo. Somos el país del sur, dice Aurelio Arturo. ‘El país del viento, de las hojas que caen en medio de una nostalgia que se puede tocar. Es mítico Nariño’”.
Nos sorprendió saber que en Pupiales existe una institución educativa que lleva el nombre de Gabriel García Márquez. Algunos de los autores que lo marcaron para siempre fueron Gabo, Juan Rulfo, Julio Cortázar, Víctor Hugo, Jorge Icaza y Ciro Alegría.