Ni el cólera entre la muchedumbre, ni la pandemia y su exilio. Nada consumió tanto a la humanidad como los filtros de la Xhedo Inteligencia. Desde el apagón en 2049 están presentes al pestañear, incrustados en cada párpado.
En Cartagenis, aunque resquebrajándose, todavía se deja a las lenguas pronunciar el español. Puede que el mar les haya robado por dónde pisar, pero es de las pocas urbes donde el agua todavía conserva su sabor. Por eso Naiaris visita la playa siempre que puede. No se lo dice a todo el mundo, pero siente que es lo más catártico que tiene, y lo disfruta, sobre todo cuando nadie la mira. No obstante, la rodea el dilema ético sobre los límites del placer: “¿Soy la peor mamá del mundo por querer descansar de mi hijo, siquiera unas horas?”, se pregunta.
Se asegura de no ser descubierta por los drones (polizones de las comunas que se mueven como libélulas, pero no están autorizados para volar cerca del mar). Saca de su mochila un libro pequeño y nota que perdió la página, así que se vuelve al inicio del capítulo para leer otra vez.
Cuánta calma, cuánta imperturbabilidad. No quiere que se termine, pero es inevitable, sabe que acabará... como todo lo bueno que alguna vez existió.
Su marido fue reclutado en enero, pero días después le notificaron su muerte. Desde entonces, su vida transcurre en el mismo ejercicio cíclico: las tareas del hogar y vigilar la educación de su hijo. Esto tampoco supone un gran esfuerzo, al fin y al cabo, el niño nunca sale de casa. De hecho, ningún niño tiene necesidad de hacerlo. La infraestructura de muchos colegios fue transformada en albergues para los desplazados por el aumento del nivel del mar. No es necesario contar con estos predios en pleno 2098, cuando el cerebro está adaptado a la educación virtual e inmediata. Lea también: Una noche burlesque en Cartagena de Indias
Años después del apagón, varios gobiernos se unieron a la causa de Xhedo, así que la formación académica y otras áreas quedaron a cargo de esta IA.
La poca vida social de Naiaris se daba en los espacios físicos habilitados: foros, congresos y fiestas temáticas en la zona norte de la ciudad, donde trabajaba como organizadora de eventos.
Para sus amigas el sistema es una maravilla, se ahorran lidiar con el mal genio de los niños. Teniendo a Xhedo todo lo que aprenden los menores es controlado, exacto, sin margen de error. Tampoco tienen que comprar grandes enciclopedias, ni pueden hacerlo, porque usar papel está prohibido. Además, poseer siquiera un libro en físico es causal de una multa millonaria. Es tan grave como profesar las religiones extintas. Esa tarde Naiaris concluyó con su jornada de lectura. La puesta de sol, que hacía las veces de lámpara, se atenuaba paulatinamente hasta desteñirse. Intentaba escudriñar entre las letras, pero la oscuridad a esa hora era inevitable, su señal para detenerse y volver a casa. Anhelaba volver otro día para seguir aprendiendo.
En la noche le sirvió a su hijo un plato de pastas y lo mandó a dormir. Se sentó en el sofá sin más propósito que recordar cuando vivía con su madre. De niña le grabaron muchos videos. Su abuela era una respetada creadora de contenido de antaño, que la documentaba a diario. Pero de eso no quedó nada, el apagón catapultó todo rastro de recuerdo.
Sus abuelos dicen que todo comenzó como una simplificación del mundo, una propuesta para hacerlo uniforme. Cuentan que una noche las redes sociales, como se conocía anteriormente Xhedo, dejaron de funcionar. Al principio creyeron que era un error. Pero pronto las noticias anunciaron la prohibición absoluta de las redes. Las secuelas no tardaron en llegar, algunas empresas quebraron y el turismo disminuyó en varias ciudades, sobre todo en el Caribe, donde había más conflictos con la conectividad.

El apagón duró dos años, tiempo suficiente para que la compañía volviera con una propuesta revolucionaria y estandarizada. Desde entonces Xhedo es la única plataforma que debe y puede usar el ser humano. Ofrece experiencias a través de diferentes áreas; trabajo, educación, pagos, salud, deportes y también información, controlada, pero al final de cuentas, algo con qué enterarse de las cosas.
La palabra “belleza” fue eliminada de la RAE. Las corrientes políticamente correctas la abolieron por incitar a la discriminación. “Con Xhedo hay espacio para todos”, es su slogan en español. Pero no todo es restricción, también hay beneficios. Por medio de un emulador que desarrolló la compañía, los ciudadanos entienden el mensaje de quienes no pueden hablar. Se simplificó el lenguaje de señas hasta entenderlo por medio de varios sensores de reconocimiento de gestos. Todo funciona a través de un microchip auricular.
Uno de los accesorios más vendidos son los lentes de contacto Xhplus. Cada ciudadano debe usarlos, pero los miembros premium pueden acceder a la experiencia más profunda en calidad, definiciones y sistemas sensoriales. También está la versión genérica 1.6X, esta es auspiciada por los gobernantes de cada urbe a las familias SMI (sin mayores ingresos). Con este modelo de lentes todo se percibe del mismo color y contextura. Esto gracias a un filtro avanzado, diseñado por la compañía, que adelgaza los rostros ovalados y unifica los tonos de piel. Esta es la versión que usa Naiaris.
Esa noche tras pensar una y otra vez en las reflexiones del libro, caminó hasta la habitación de su hijo, lo observó mientras dormía. Le tocó la piel y trató de adivinar de qué color era. Aunque le reconfortó saber que nadie le haría malas caras, por un momento le hubiese gustado abrirse las pestañas y sacar ese par de cristales incrustados en su retina.
Se siente diferente a sus vecinas, adictas a los filtros de maquillaje artístico que compran por Xhstore. Pueden darse ese lujo, no son viudas que sobreviven con lo que queda de una herencia. Tienen maridos que las abastecen de criptos, por eso ellas sí pueden acceder a las mejores descargas del mercado. No obstante, Naiaris siente que hay algo oscuro detrás. Todavía recuerda a otra de sus vecinas, Adelis, a quien ya no puede mencionar. Lea también: Los caminantes de La Villa, y una abuela perdida
La mujer encabezó las noticias por intentar ir en contra de la urbe. Se comprobó que era una revolucionaria, y la prueba del delito fue una caja de libros en físico sobre criticismo e idealismo alemán, se los trajo de Europa un extranjero que conoció en Bocachica. A la vecina Adelis finalmente la condenaron por consumir, y además, propagar filosofía kantiana. Supuso que toda idea podía ser pensada con libertad a través de la naturaleza del mundo en su esplendor absoluto. Aseguraba que Cartagenis no estaba hundida por el aumento del nivel del mar, sino por el sobrepeso de sus pobladores.
“Créanme, nadie es como se muestra en la plataforma, todas las personas están obesas, tienen la piel manchada y los dientes amarillos. Xhedo es un fraude, el conocimiento humano debería estar construido por la mente. La moralidad se fundamente en la razón”, fueron sus últimas palabras antes de que la tildaran de loca. Fue vergonzoso lo que pasó con ella. Como todas las rebeldes, el gobierno de la urbe le extrajo los cristales de los ojos y la enviaron a un exilio de máxima seguridad en Bogotá.
“¿Estoy a tiempo de abandonar los libros que Adelis me dejó?”, pensó.