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En medio de tanto escándalo, ¿está dispuesto a pagar por el silencio?

En una época atribulada por el ruido, el silencio se convierte en el “nuevo lujo” de esta generación agobiada de información.

En medio de tanto escándalo, ¿está dispuesto a pagar por el silencio?

El atardecer cayó sobre las aguas del Río Magdalena. //Foto: Julio Castaño- El Universal.

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El silencio, como casi todo lo bueno de la vida, dura muy poco. Piense usted en el periodo más largo en el que ha logrado mantener su mente en un estado de completa concentración, me atrevo a creer que de lograrlo se limita a unos escasos minutos. O incluso, si el silencio es verbal y logra usted no decir nada, también me arriesgo a creer que no durará mucho antes de que alguien, incómodo por una atmósfera tensa, le interrumpa con cualquier justificación banal.

A esto podríamos agregar la frase: “Si lo que vas a decir no es más bello que el silencio: no lo digas”. El autor es desconocido, pero una búsqueda rápida en internet nos arroja que se trata de un proverbio árabe. Como casi todos los proverbios, existe una gran sabiduría en él y se refleja en la nula capacidad que tenemos hoy de cultivar un diálogo interior, de escarbar (nos) hasta lo profundo y de encontrar adentro las respuestas que buscamos desesperadamente afuera.

La palabra de ocho letras es, como se lee en una bella nota de El País de España, el “nuevo lujo” de esta época, algo por lo que pagamos a pesar de que flota alrededor nuestro como una corriente de aire seco. Haga el ejercicio, intente aprehender un poco de aire y guardarlo en su puño cerrado; tan pronto extienda su mano habrá desaparecido. Lea también: Mamá por adopción: cuando un hijo nace del corazón

A través del silencio se puede llegar a la contemplación de las cosas bellas de la vida. //Foto: Julio Castaño- El Universal.
A través del silencio se puede llegar a la contemplación de las cosas bellas de la vida. //Foto: Julio Castaño- El Universal.

Por eso intentar escribir acerca del silencio es como cerrar los ojos y pretender darle forma a algo que existe desde antes de que el mismísimo Dios separara los mares de las nubes del cielo. “Todo era un silencio uniforme”, se lee en el primer versículo del Génesis, el libro de la Biblia en el que se revela con riqueza de detalle el minuto a minuto de la creación y que sigue la historia de una pareja feliz que merodea por frondosos senderos y come de los frutos del bosque hasta que un acto de desobediencia le cuesta el destierro de la gloria.

Si nos fijamos, con Eva y Adán no solo perdimos el acceso a un paraíso ilimitado sino al silencio que antes habitaba al mundo, y por el que ahora pagamos. Pagamos de más por vivir en lugares descontaminados del bullicio del tráfico; compramos audífonos para abstraernos del mundo; nos suscribimos a cuentas premium para no tener que lidiar con los anuncios comerciales que han plagado todas las plataformas y hasta vacacionamos en lugares apartados para dejar atrás la realidad, así sea por un par de horas.

“El silencio es uno de esos misteriosos intangibles que, cuanto más nos fijamos, más entendemos que se disipan, a través de nuestros dedos, como la arena. ¿Es el silencio una ausencia o una presencia? ¿Un vacío o una plenitud? ¿Un espacio negativo o un espacio positivo? ¿Algo o nada? ¿Metafísico o sustentable? ¿El preludio o la final?”, cuestiona Steven L. Bindeman en su libro Silence in Philosophy, Literature, and Art (La filosofía del silencio, literatura y arte). Lea también: El fragor del viento, el mar y el bullerengue en la obra de Diana Restrepo

A veces pareciera que el silencio es un privilegio obligado de algunos lugares: iglesias, museos, cines y bibliotecas lo hacen indispensable para la contemplación, ya que así como no se puede leer un libro en la mitad de una trinchera, tampoco puede contemplarse una obra en la mitad de una calle ruidosa. Visto de esa manera se convierte en un antídoto contra una sociedad plagada de algarabía, conectada hasta el cansancio y agobiada de información.

El silencio es uno de esos misteriosos intangibles que, cuanto más nos fijamos, más entendemos que se disipan, a través de nuestros dedos, como la arena”.

 Steven L. Bindeman.

“Un silencio frío. Los ruidos de la calle como si fueran cortados a cuchillo. Se ha sentido, prolongadamente, como un malestar de todo, un suspender cósmico de la respiración. Se ha parado el universo entero. Momentos, momentos, momentos. La tiniebla se ha encarbonado de silencio” escribió Fernando Pessoa, en Libro del desasosiego.

Para los estoicos cultivar el silencio formaba parte de la construcción interior. //Foto: Julio Castaño- El Universal.
Para los estoicos cultivar el silencio formaba parte de la construcción interior. //Foto: Julio Castaño- El Universal.

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Tanto es su valor que antes del derecho a defenderse, usted tiene derecho a la reserva. “Nadie podrá ser obligado a declarar contra sí mismo o contra su cónyuge, compañero permanente o parientes dentro del cuarto grado de consanguinidad, segundo de afinidad o primero civil”, reza el artículo 33 de la Constitución Política de Colombia, el mismo que usan las autoridades cuando dicen “tiene derecho a guardar silencio”. Lea también: Gustavo Tatis presenta su nuevo libro ‘Conjuros del navegante’

Cuenta la historia de nuestro país que el 7 de febrero de 1948, el líder liberal Jorge Eliécer Gaitán convocó a una “marcha del silencio”, una masiva manifestación en la que los asistentes protestaron con los labios cerrados contra las injusticias y el desamparo del Estado. El silencio ese día, lejos de ser pasivo, se convirtió en un activo sigiloso que demostró que ni siquiera el dolor puede ser entendido con palabras, que de ser importunas acaban por entorpecer los sentimientos más profundos.

Se dice que en la filosofía clásica, los pensadores estoicos ejercitaban la práctica del silencio como protección ante el exceso de palabrería, usándolo para fortalecer el carácter y mejorar la capacidad de escuchar a los demás. Incluso en tiempos más recientes, Ludwig Wittgenstein señala que es mejor guardar silencio sobre aquello que realmente importa o nos apasiona para no desgastarlo con palabras.

El silencio es, de esta manera, la ausencia de sonido que antepone una escena dramática de una película, es la asfixia de quien descubre un bello paisaje que le imposibilita emitir cualquier palabra, pero el silencio es también eso que ocurre antes de un primer beso.

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