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Cultural

Aluna en Cartagena: 25 años de un trabajo loable y humano

El Centro Aluna que irradia atención integral a personas con discapacidad cognitiva, nació hace 25 años, y hoy beneficia a 1.400 seres especiales.

Aluna en Cartagena: 25 años de un trabajo loable y humano

El Centro Aluna, en una hectárea y media en el barrio República de Chile, en Cartagena, ha celebrado 25 años de existencia.

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Ahora estamos recordando cómo empezó todo, y cómo la semilla del bosque sembrada por el pedagogo suizo Hermann Siegenthaler, hace cuarenta años, al crear el Grupo Colombo Suizo de Pedagogía Especial, se convertiría años después en el Centro Aluna, en una hectárea y media en el barrio República de Chile, en Cartagena, que por estos días ardientes y lluviosos ha celebrado 25 años de existencia. Ahora Hermann, de 88 años, regresó desde Suiza a la ciudad a este aniversario, a reencontrarse con su alumno suizo Pascal Affolter, quien vive en Barcelona, y fue desde 1999, al llegar a Cartagena, uno los artífices de la creación de Aluna, junto a su maestro. Hermann confiesa que “Aluna es único en el mundo”, reconoce que Suiza ha sido el centro más importante del desarrollo de la pedagogía especial, pero no tiene un centro como el de Cartagena, que empezó con 34 niños, hace 25 años, y en la actualidad impacta en la vida de 1.400 niños, y genera en la ciudad 150 empleos.

En 2003 Hermann fue declarado ‘Hijo Adoptivo de Cartagena’.

Un eminente humanista

Hermann nació en Zúrich en 1936, en la región campestre de Emmental, en Suiza. Es pedagogo especial de Escuela Primaria y de Música sacra para órgano y clavicémbalo. Es organista titular en Zúrich, profesor de música. En la Universidad de Zúrich se doctoró en Pedagogía, Filosofía, Pedagogía Especial y Musicología. Lea también: El novelista que revela los secretos de la historia de Cartagena

Ha sido director de la Escuela para Niños con Epilepsia en Zúrich, profesor de Ciencia de la Educación de la Universidad de Zúrich para la formación de Pedagogos de Escuela Secundaria de Zúrich. Fundó en 1985 el Grupo Colombo Suizo de Pedagogía Especial que ha difundido la Pedagogía en Colombia, y ha enriquecido el desarrollo de la pedagogía especial en Colombia, a través de la formación de formadores, gestión de fondos para capacitación de educadores y la creación de Centro Aluna. En 2003 Hermann fue declarado ‘Hijo Adoptivo de Cartagena’. Sus libros ‘Introducción a la Pedagogía Especial’ (1988), con una segunda edición en 1996, y ‘No hay casos sin esperanzas’ (2017), son imprescindibles para la formación de pedagogos en Aluna, y libros de obligada lectura para los pedagogos especiales del mundo. Hermann es un virtuoso intérprete de músicos clásicos, entre ellos, Bach, uno de sus músicos preferidos.

Un café en Aluna

Conversamos ahora a sorbos de café con Hermann, Pascal y Úrsula Schlaeppi, también pedagoga suiza quien, desde hace 13 años, dirige Aluna. Las raíces de Aluna comenzaron en Suiza, con los maestros de Hermann: Paul Moor y Heinrich Henselmann. La filosofía de la institución es la visión que ha delineado Hermann a través de su intensa existencia y humanística: “No hay casos sin esperanza”... es su frase iluminadora.

Los sueños y la perseverancia son la poderosa combinación para salir adelante”.

 Pascal.

Su convicción se sostiene sobre el pilar de que cada persona regala algo de su ser a la otra persona. Úrsula precisa que en Aluna se trabaja en el ser integral, en su dignidad, en la inclusión legítima, en la equidad. Lea también: Sigue la temporada cultural en el Teatro Adolfo Mejía en Cartagena

El Centro Aluna, en una hectárea y media en el barrio República de Chile, en Cartagena,  ha celebrado 25 años de existencia.
El Centro Aluna, en una hectárea y media en el barrio República de Chile, en Cartagena, ha celebrado 25 años de existencia.

Desde 2006 se creó Aluna Móvil, con dos móviles en la actualidad, que presta atención en las comunidades de Cartagena, empoderando a las familias cartageneras, fortaleciendo vínculos afectivos con hijos o hijas con alguna discapacidad cognitiva y múltiple (síndrome de down, autismo, parálisis cerebral, entre otros), para acompañarlos en este proceso con sus hijos. Hermann y Pascal regresan ahora del barrio Nelson Mandela en donde han dialogado con maestros y maestras sobre realidades puntuales de la educación especial en sus escuelas. Y Hermann está conmovido y con los ojos llorosos porque las realidades sociales, educativas y culturales de Colombia y del sistema de salud no aportan a la misión cotidiana de sacar adelante a estos seres humanos con atención especializada. Subrayan Hermann y Pascal el esfuerzo descomunal de los educadores que, en condiciones adversas, desarrollan su tarea en pisos de tierra y espacios sin ventilación. “Aún falta mucho por hacer”, dice Pascal, al recordar que llegó a Cartagena el 5 de enero de 1996 como alumno de Hermann, a apoyar en las tareas del Grupo Colombo Suizo de Pedagogía Especial.

Todo lo que se hace allí se construye con amorosa y apasionada calidad, y con el propósito esencial de hacerlo todo bien.

Los sueños de Úrsula

Úrsula Schalaeppi, quien antes de llegar a Cartagena, en Suiza, como pedagoga especial, llegó a enseñar a niños ciegos a esquiar en la nieve, confiesa que su sueño es lograr 20 Alunas Móviles que lleguen a municipios de todo el departamento de Bolívar: “A Palenque, a Mompox, a la zona insular”. Aluna se sostiene con el apoyo de benefactores de Cartagena y Suiza, aliados en fundaciones europeas, y con la venta de servicios al Estado y la incesante gestión de recursos para que las familias con limitaciones económicas puedan acceder a sus servicios. Prescindió del plan padrino personalizado por el apadrinamiento colectivo de programas a aulas. Aluna tuvo claro desde un principio que su visión como centro de rehabilitación es la de mantener la calidad y no expandirse en tamaño y cantidad. Asesora a otras instituciones. Es un oasis en la vida de Cartagena. Todo lo que se hace allí se construye con amorosa y apasionada calidad, y con el propósito esencial de hacerlo todo bien, dice Pascal. En la práctica la única dificultad que tiene la pedagogía especial es la formación de los pedagogos. Detrás de todo este esfuerzo monumental hay incontables obstáculos, pero “los sueños y la perseverancia son la poderosa combinación para salir adelante”, reafirma Pascal.

El Centro Aluna, dirigido por Úrsula Schlaeppi, celebró recientemente 25 años de historia, con la participación de dos de sus fundadores: Hermann Siegenthaler y Pascal Affolter.

Úrsula me lleva a recorrer Aluna, un viaje fascinante al corazón más leve y puro de los seres humanos, que al vernos nos reciben con una sonrisa en los labios y nos extienden los brazos. A Pascal y a Hermann, que tenían tiempo de no verlos, los abrazan con una alegría desbordada. En un corral hay tres caballos que se recuperan de la flacura de sus noches de esclavitud como caballos de cocheros. Y se pasean juguetones entre la hierba fresca y de un verdor de invierno al oír el coro de niños que entran a la institución bajo la luz de agosto. Lea también: Gaby Arenas: la cartagenera que ha tenido una vida fuera de serie

Los caballos forman parte de la terapia con niños autistas. Los caballos, con su transparente mirada de oro y sus crines sacudidos por el viento, son aliados de la esperanza. En mi cuaderno de apuntes, Hermann me dibuja el diseño arquitectónico de Aluna, que es un cubo, dos triángulos entrelazados, y todo el espacio está concebido para que los niños y los jóvenes, bajo el regazo sombreado y florecido de Aluna, sientan el verdor y el florecimiento de los jardines, y el ambiente sea propicio para hacer de la vida un milagro inagotable, una obra de arte en manos de niños y niñas especiales. Pascal cuenta que poco después de llegar a Cartagena, se fue a conocer la Sierra Nevada de Santa Marta, y de los labios de un mamo kogui escuchó la prodigiosa palabra Aluna, que significa en su lengua origen, sueño y creación. Apuntó la palabra en su memoria, y el nombre pasó de la ensoñación a la realidad, a convertirse en un bosque legítimo de sueños en tierra. Y yo vuelvo a sentir a Aluna en las manos de los niños que pintan un arcoíris vibrante de luz y de color como pájaros sedientos que salen de sus corazones.

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