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Cultural

William Farah: una vida que parece sacada de una novela

Acaba de aparecer la segunda edición del libro de historias y memorias del empresario y economista cartagenero William Farah Sakr, “Mis cuentos que son verdad”.

William Farah: una vida que parece sacada de una novela

William Farah, el viajero, empresario, actor y ahora estrena su faceta como escritor. //Foto: cortesía.

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William Farah Sakr parece haber salido de una novela de Hemingway, Joseph Conrad o Álvaro Mutis.

Este hombre de ancestros sirio libaneses, sagitario febril del 13 de diciembre, día de Santa Lucía, ha sido todo lo que ha soñado: empresario, viajero, deportista, actor juvenil, navegante, y ahora escritor en la madurez, se inscribió a escondidas de su padre, siendo niño, en la Selección Colombia en béisbol, fue de los primeros surfistas en cruzar Barú, desafió las olas, buceó a contra corriente en Cabo Tiburón y las olas lo arrojaron a un nicho de piedras, salvado de milagro, sin que le quedara ningún rasguño.

Siendo muy joven fue actor del programa televisivo Tiqui y Toco en Telecaribe, participó en un Café Concierto en el Club de Pesca. Está casado con Kuky Pareja, hace 42 años, de cuya unión nacieron sus tres hijos: William, Jonathan y Abraham.

Es el hijo de Alfredo y Georgette, creadores del Restaurante Árabe, empresa familiar surgida el 30 de octubre de 1965. Lea aquí: Así fue como el cartagenero Jhon Narváez consiguió ser la voz de ‘Pepe’

Es el abuelo de Agustín. Con sus manos de alfarero alucinado, construyó a imagen y semejanza de sus delirios y emociones, en las islas del Rosario su casa “Islamor”, y llenó de pétalos las pisadas de su mujer y esposa amada a lo largo de más de cuatro décadas, sembró 70 palos de coco que se han multiplicado por toda la isla a medio millar de cocoteros.

Y años después, en la madurez, huyendo de la amenaza de la pandemia, frente al mar, se sentó por fin, a escribir su libro de memorias “Mis cuentos que son verdad” (2024), publicado en Cartagena por Indugraf. Un libro de la desmesura de lo real vivido. Un libro que se parece a él.

Nuestra infancia fue feliz porque fuimos libres en la finca Principio, en Cereté. Jugábamos bolita de uñita, béisbol. Íbamos en burro a buscar la leche recién ordeñada al pie de la vaca”.

 William Farah.

Cómo empezó todo

Hace cuarenta años su amigo Juan Trucco Lemaitre le sugirió que escribiera sus historias salidas de su intensa, aventurera y novelesca existencia. Durante diez años contó esas historias a un grupo cercano de amigos, y cada vez que se veían, los amigos le pedían que volviera a repetir las mismas historias. El consejo fue unánime: ¡Escríbelas! ¡Esas historias de la vida real nos hacen reír, y nos hacen muy felices! Pasaron los años y todo quedó en la nave del olvido, hasta que hace tres años, en la pandemia, en Islamor, empezó a escribir a mano el primer capítulo de su libro de 33 capítulos que abarcan 234 páginas, un libro que ya lleva dos ediciones. Más de seiscientos libros volaron en un parpadeo, entre los amigos y conocidos dispersos por el mundo.

William Farah junto a su esposa e hijos. //Foto: cortesía.
William Farah junto a su esposa e hijos. //Foto: cortesía.

“Mis cuentos que son verdad”, es la novela de su vida. La novela de un hombre amoroso que tiene el don festivo y contagioso de la amistad, y cuyas historias compiten con las ficciones.

La infancia

“Nuestra infancia fue feliz porque fuimos libres en la finca Principio, en Cereté. Jugábamos bolita de uñita, béisbol. Íbamos en burro a buscar la leche recién ordeñada al pie de la vaca, y comíamos de los mangos que se sembraban en la finca: mangos de azúcar, filipinos, rosa y de puerco. Vivimos cinco años en Cereté. Lea aquí: Steven Ruiz abraza su identidad afro tras años de raparse el cabello

Mi padre era feliz llevándonos todos los domingos al mar, y nos bañábamos con neumáticos que eran nuestro salvavidas.

Teníamos tíos y tías en Cereté y Montería, de apellido Sakr y Chagui: Julio, Abraham y Josefina Sakr, Odette Chagui. Mi familia tenía 3 mil hectáreas de algodón, eran agricultores, sembradores de maíz, arroz y algodón, y ganaderos. A mano se recogía y se ensacaban kilos de algodón. Aún viven muchos familiares de origen sirio libanés en el Sinú.

Mi madre Georgette no volvió a bañarse en el mar, desde que era niña, porque a sus cinco años, su familia en un día de tormenta, naufragó en un viaje en canoa por el río Sinú, y murieron ocho familiares, entre ellos, su madre, su prima y seis familiares más. El mar le recordaba ese día traumático. William, luego de culminar su bachillerato en 1970, estudió Agronomía en la Universidad de Córdoba.

Portada del libro de William Farah. //Foto: cortesía.
Portada del libro de William Farah. //Foto: cortesía.

Conoció allá a la novia Chave Luján, la más bonita de Cereté, se compenetró con la vida y la cultura del Sinú, conoció a las grandes bandas de viento en el Reinado del Algodón: a Pello Torres y su orquesta, a los Melódicos, a la Billo Caracas Boys. La historia del perro que siempre su tío mantuvo amarrado y lo soltaba de noche, mordió a William y terminó muerto a tiros, son unas de las incontables historias que cuenta en su libro, en donde no hay página que no narre una historia vivida. Lea aquí: Segunda versión del libro “Espejo para fantasmas” se lanza en agosto

Los ancestros

La casa de nuestros antepasados en Damasco, aún existe, y poco antes de la pandemia, quisimos llegar hasta allá. Fuimos a visitar al tío José Salomón, arzobispo, en Siria. Ese tío casó a Vivian Chagüi. Alquilamos una band, al conductor le decíamos Coco. Vimos las montañas de Siria, almorzamos en un restaurante armenio, pero recibimos una llamada de la embajada que nos pedía que nos devolviéramos por nuestra seguridad, porque el clima social y político estaba convulsionado. No pudimos llegar a la casa de Damasco”.

Memorias de una vida de cuento

Cuando fue a pedir la mano de Kuky Pareja, su esposa, la suegra le dijo a Kuky: “No has podido conocer a un sinvergüenza más parecido a tu papá que William”, pero cuando vio que el designio era el matrimonio, le aconsejó para no sufrir: ¡Déjalo libre! ¡Ahógalo en su libertad! Cuando le preguntaron a ella qué le había encantado de él, ella dijo “Su sinceridad”. Lea aquí: Cartagenero Egling Meriño participa en Bienal de artistas colombianos en España

Y cuando le preguntaron a él, dijo que lo había enamorado de su esposa era “Su gran capacidad para no preocuparse por nada”.

Aquello generó un conflicto y a él le tocó llenar dos cuadernos destacando las virtudes de su extraordinaria esposa. El libro de William está lleno de inolvidables aventuras amorosas, de travesuras juveniles al pie del mar junto a los amigos, de tiempos evocados en medio de celebraciones, ilusiones, fiestas y duelos, de tiempo de encuentros con seres humanos excepcionales como ese Gabo, vecino, que escribía en La Máquina de Escribir, la novela “El amor en los tiempos del cólera”, o la alusión al genial pianista cartagenero Joe Madrid.

Es un homenaje al arte de la amistad, allí aparece su gran amigo, el poeta y guardián de bosques Norman Echavarría o Norman Salazar, quien se declara “especialista en fracasos”. Mientras conversamos, la arjonera Ludy Castellón, quien trabaja en la casa de William desde hace 36 años, considerada “la nana más bella del mundo”, según su nieto Agustín, nos brinda tazones del café de la mañana. Y William dice que el tesoro de su vida para sus hijos es la humildad, la lealtad, la solidaridad, el tratar bien a la gente. El día no nos alcanzará para celebrar el libro de William, un tratado de amor a la familia y a su ciudad natal. Está escrito para que los recuerdos y los momentos vividos nos sigan haciendo felices con solo evocarlo.

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