“Me duele mi pelo” decía el niño Steven cuando sus padres le pasaban una máquina por la cabecita y lo rapaban. Con el tiempo entendió que lo hacían porque no les gustaba su pelo así que apenas se tocaba la cabeza con los dedos y sentía cómo empezaba a crecer se sometía a la crueldad de una máquina que lo rapaba completo y lo dejaba solo con una fina capa de cabellos. Cuando estaba “peludo” sus amigos lo comparaban con una esponja de lavar ollas y eso solo le hacía sentir que había algo malo en él.
La frase que usaba cuando lo rapaban sin querer terminó representando el dolor de quien es obligado a desprenderse de una parte de sí para no incomodar al resto. “Yo no sabía como era mi pelo, nunca lo había visto”, Steven siempre tuvo la duda de cómo sería verse al espejo sin el pelo al ras, tocarlo, cuidarlo y darle el cariño que siempre le prohibieron. Entrada la adolescencia, edad en la que los jóvenes fortalecen sus procesos de identidad, le sirvió a Steven para descubrir que no había nada mal en él y que su cabello era la imagen visible de su identidad. Lea aquí: Cartagenero Egling Meriño participa en Bienal de artistas colombianos en España

Al terminar los estudios en el colegio Jhon F. Kennedy de Blas de Lezo, ingresó a la carrera de administración turística pero pasados los meses se chocó con la misma realidad que de pequeño: debía cortar su cabello. En el sector hotelero el protocolo y la apariencia es de gran importancia, por lo que los profesores le hicieron saber que si quería vivir del turismo debía acoplarse al físico de todos. Recuerda que para ese entonces estaba muy concentrado preparándose para un simulacro en el que debía hacer como si estuviese haciendo un chek-in a un huésped en un hotel. “Los profesores me hicieron entender que si no me hacía algo con el cabello o no lo llevaba como ellos quisieran, o perdía la nota o no tenía la misma calificación que los demás así me fuera excelente”, a pesar de que Steven había recorrido ya un proceso de autoaceptación y empezaba a encontrar maneras de cuidar su cabello, no tuvo de otra que volver a agarrar una máquina y darle forma como pudo.
“Eso fue muy feo porque por fin ya estaba más contento conmigo mismo, ya sabía usar las cremas para cuidarlo y me toca cortarlo”, recuerda con frustración. Desde que empezó a dejarlo crecer, el joven tenía la manía de enrollar un gajito de cabello con los dedos cada vez que se sentía nervioso o preocupado y ya ni eso podía hacer. El sentimiento de despojo fue tal que entró en una crisis de identidad en la que no sabía que debía hacer. Por eso decidió dar un salto al vacío y abandonar la carrera. Lea aquí: Pepe, la película que protagoniza Jhon Narváez, se estrena en Colombia
Otro rumbo
Si no iba a dedicarse al turismo debía encontrar otra pasión con la que sostenerse, fue ahí cuando apareció el arte. En su familia la vena artística estaba presente pero nunca imaginó tener un encuentro tan cercano con esta forma de vida. Esta elección fue el encuentro íntimo con su sensibilidad, con los recuerdos de sus luchas interiores y la convicción de convertir todo el dolor en algo más. Así fueron saliendo de sus manos dibujos que retrataban todos aquellos años de despojo “cuando el profesor Dayro Carrasquilla los vio, me dijo: ‘esta es tu línea’”.
Si algo le sorprendió al entrar a estudiar artes plásticas a Bellas Artes fue la libertad con la que podía permitirse ser sin miedo a ser juzgado “ya no se burlaban de mí, ahora hasta me halagaban” evoca con evidente alegría.

A medida que pasaban los semestres, Steven iba encontrando su voz y estilo en sus dibujos hasta que logró darle forma a “Desencuentro” su proyecto de grado y el desahogo artístico con el que hizo catarsis de lo vivido. Cuando el Consejo de Área de las Artes Plásticas y Visuales en apoyo con el Instituto de Patrimonio y Cultura de Cartagena (IPCC) lanzó una convocatoria para exponer cinco obras de artistas, Steven supo que podía ser una oportunidad para dar a conocer su talento. De esta manera fue seleccionado para montar una exposición en la Casa Museo Rafael Núñez que tiene como finalidad generar conciencia de la importancia de la identidad en las personas afro. “El concepto lo dividí en tres: opresión, despojo e intimidad. La opresión se ve representada en los objetos con los que se corta el cabello, el despojo con mi cuerpo y la intimidad con los espacios de mi casa”, explica. Lea aquí: El poder de Palenque en Washington
Para Steven exponer esta obra ha sido un proceso tan sanador como de construcción porque sus familiares y amigos han podido adentrarse en su historia de vida. Sin embargo lo que más le sorprende es escuchar tantas voces de personas que al igual que él encontraron en su cabello afro la libertad de poder ser y expresarse sin miedo al que dirán. “Mi cabello es la extensión de mi identidad” añade.
Otros seleccionados
Desde el miércoles 12 de junio, el Consejo de Área de las Artes Plásticas y Visuales (CAPVI) inició su proyecto “¡Kar-mai-rí por siempre!” con el “Circuito Kar-mai-rí”, auspiciado por el Instituto de Patrimonio y Cultura de Cartagena.
El circuito consiste en la realización de cinco exposiciones en las modalidades de pintura, escultura, dibujo, fotografía y técnica mixta, Los artistas seleccionados fueron: Carmelo Hernández en la modalidad de pintura, Miguel Ángel Rodríguez en escultura, Steven Ruiz en dibujo, Colectivo Imagina Cartagena Lab en fotografía y Miguel Burgos en técnica mixta.