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Cultural

La historia de dos sobrevivientes de la bomba nuclear en Hiroshima y Nagasaki

Los sobrevivientes comparten su testimonio y elevan su voz contra el uso de armas nucleares en el mundo.

La historia de dos sobrevivientes de la bomba nuclear en Hiroshima y Nagasaki

Son sobrevivientes de la bomba nuclear lanzada en Hiroshima y Nagasaki, en 1945. Vinieron a Cartagena a compartir su testimonio y elevar su voz contra el uso de armas nucleares en el mundo. //Foto: Julio Castaño - El Universal.

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Tamaka Toshiko, de 85 años, es una sobreviviente de la primera bomba nuclear Little Boy, lanzada por el Ejército de los Estados Unidos el 6 de agosto de 1945, en Hiroshima. Vino a Cartagena en el Barco de la Paz que recorre el mundo con otros sobrevivientes de Hiroshima y Nagasaki, y se detiene en los puertos de los cinco continentes para contar su testimonio, en una campaña contra el uso de las armas nucleares. Arribaron al puerto de Cartagena en este junio de 2024, y contaron su experiencia en el Museo Histórico de Cartagena (MUHCA).

Tamaka Toshiko es alta, delgada, está vestida con una blusa de flores negras y blancas, luce unos lentes y unos aretes azules, y lleva zapatos negros. Dice que ella se dirigía a las 8 de la mañana a la escuela donde estudiaba su primaria aquella mañana del 6 de agosto de 1945, cuando la bomba nuclear cayó sobre la ciudad dejando muertas, instantáneamente, a más de 80 mil personas, y en días siguientes, a otras 50 mil que fallecieron por las secuelas. Lea aquí: De conciertos secretos a aplausos mundiales: esta es la increíble historia de Teresita Gómez

Lo que recuerda de ese instante devastador es que fue como si el mundo hubiera sido atrapado por un resplandor enceguecedor, el aire ardiente se llenó de luces microscópicas que se dispararon simultáneamente y un polvo caliente lo invadió todo hasta ocultar el sol. Su piel ardió llena de ampollas y en sus labios persistió un insoportable y horrible sabor a polvo de escombros. Lo primero que hizo fue correr entre los cadáveres y los escombros buscando su casa destruida. Su madre estaba a salvo, pero no la reconoció al verla desfigurada, con el cabello quemado, la piel ampollada y la ropa destrozada. La madre buscó en medio del holocausto a algún médico sobreviviente para salvar a Tamaka. El hospital estaba destruido y muchos de sus médicos habían muerto.

La madre, al ver a su hija inconsciente y con fiebre alta, se preparó para verla morir, dice Tamaka. Su hermano había sufrido un corte profundo en la frente al recibir el impacto de unos cristales rotos. Dos compañeros del salón de clases murieron aquel día, y jamás encontraron sus cuerpos. La calle donde ella vivía, ahora convertida en un gigantesco escombro, era un desfile de hombres y mujeres casi desnudos y quemados, que extendían sus manos, y la piel de sus cuerpos colgaba, como cuando la piel de los tomates se deshace al fuego en una barbacoa. Por el techo destrozado de la que era su casa, alcanzó a ver un fragmento del cielo, aún azul en medio de las llamas de la bomba nuclear. Lea aquí: Martín González: Los Cabildos Negros de Santo Toribio

”La belleza del cielo azul es una imagen que me acompaña y anima en mis 85 años”, dice ella. “Ese azul me dio la señal de que existía el mañana y de que habíamos tenido la suerte de sobrevivir en aquel día monstruoso”. “Celebro la contribución y el ejemplo de Colombia al combatir las minas terrestres. Estoy muy feliz de estar en Cartagena. Nuestro llamado es pacífico al mundo para que no vuelva a usar armas nucleares. Los problemas entre naciones no pueden resolverse con armas nucleares”, insiste. Los sobrevivientes aún llevan señales en el cuerpo y en la memoria de aquel agosto atroz. Muchos de los sobrevivientes, con heridas graves, murieron días después por la dosis letal de las radiaciones de la bomba.

Tadayoshi Ogawa tenía un año cuando cayó la bomba en Nagasaki. Ahora tiene 80 años. Su padre, dos meses antes de la bomba en Hiroshima, decidió mudarse a 8 kilómetros de Nagasaki. “Mi familia sobrevivió y sigue viva después de la bomba lanzada el 9 de agosto en Nagasaki”. Pero al regresar a lo que era su casa destruida por la bomba, Tadayoshi muestra una foto e ilumina con un rayo rojo el punto donde estaba su casa, en medio de los escombros. Aquello no terminó ese día, porque toda la familia se expuso a las radiaciones de la bomba nuclear cuyos daños se vieron cinco años después. Lea aquí: Lanzan iniciativa para explorar el legado de Gabo en Getsemaní

Las autoridades declararon a Nagasaki en catástrofe. Los cadáveres fueron incinerados. Muchos de los muertos no aparecieron en medio de la explosión como cráter apocalíptico que les arrebató la piel, los huesos, la vida. El padre de Tadayoshi murió de derrame cerebral a sus 55 años. “Éramos pobres”, dice Tadayoski. “Usaba una camisa blanca de verano e invierno. Vestía con el uniforme del instituto. Recuerdo que busqué trabajo en un almacén y cuando me dieron el primer pago entregué el sobre a mi madre, sin abrirlo. Mi madre murió de cáncer a sus 85 años”. Tadayoski dice que viaja por el mundo en el Barco de la Paz, contando esta historia terrible de la bomba nuclear lanzada contra dos ciudades en Japón.

”El uso de armas nucleares mata indiscriminadamente y es la destrucción de la humanidad”, reafirma Tadayoshi, quien es fotógrafo y lidera el proyecto “Nunca olvidemos”, en el que espera almacenar mil fotos de Nagasaki al conmemorarse 100 años de ese holocausto que horrorizó al mundo entero. Y se le iluminan sus ojos cuando confiesa que su nieta, que lo acompaña ahora, continuará esa labor. En redes sociales invita a los mismos japoneses a participar de este proyecto. Entre las dos ciudades bombardeadas, se calcula que murieron más de 214 mil personas, víctimas de la explosión de las bombas.

El Barco de la Paz zarpa de Cartagena hacia otros puertos del mundo. Hiroshima y Nagasaki no están solas. Una red mundial acompaña a los hermanos y hermanas del Japón en esta cruzada por la paz y el no uso de las armas nucleares. Lea aquí: Noam Chomsky: este es el estado de salud del intelectual estadounidense

Tadayoshi y Tamaka hacen un corazón invisible en el aire y deslizan sus manos en su pecho, una sobre la otra, cuando escuchan la lluvia de aplausos de la audiencia conmovida e hipnotizada con su testimonio

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