La música cuando es buena entra por los oídos y pasa al corazón, el lugar metafórico en que habita aquello que nos regocija. Por eso, cuando algunos recuerdos se han diluido en el tiempo, basta una canción que los traiga al presente de golpe, como una especie de remedio contra el olvido predecible.
Escuchar música para quienes no nacimos con una voz virtuosa, es quizá el método con el que afrontamos el mundo y nos damos una buena dosis de placer sonoro: el acorde que nace de la fricción de una cuerda templada, la voz dulce que acompaña un coro y el aire que va y viene por los orificios de una flauta, son instantes que convierten la belleza de lo efímero en un verdadero disfrute.
A pesar de esta época desaforada en la que las plataformas colapsan de canciones para todos los gustos, nada reemplaza al músico que en vivo adiestra su voz ante el público y ofrece un repertorio elegido cuidadosamente para él. Lea aquí: Cartagena se consolida como uno de los destinos fílmicos más importantes de Latinoamérica
El nacimiento de un coro
Es el caso de Agnusingers, un coro de niños y jóvenes que ha enamorado con presencia angelical a quienes los escuchan, una audiencia cada vez más amplia que disfruta de voces jóvenes entonando música góspel, guiados por Juan Carlos Arnedo, el visionario detrás del proyecto.
Desde que Juan Carlos era un niño, la música hacía parte de su vida, especialmente la americana representada en la icónica figura de Michael Jackson, a quien adoraba. Sin embargo, con el peso de haber nacido en tierra caliente su padre esperaba que agarrara un acordeón y entonara a grito herido un vallenato, pero eso nunca sucedió. El pequeño niño solo tenía ojos para el jazz, el house y el góspel, la música religiosa que predomina en los coros de las iglesias protestantes en Estados Unidos, en los que las mujeres usan trajes de colores uniformes y alababan a Dios través de sus voces, acompañadas de ademanes y gestos de adoración.
Pero no fue hasta que se hizo mayor e ingresó a Bellas Artes, que la idea de fundar un coro cuajó. “Estudiando para el título de Maestro en Música en Bellas Artes, en el año 2007, se me ocurrió hacer un recital; nadie jamás había tenido la idea de fundar un coro góspel, así que mi maestra me motivó mucho porque me destacaba en el black spirituals y en el jazz”, narró. Lea aquí: El Ballet Beyond Borders de Estados Unidos llega a La Habana
El góspel es como un río apacible que remansa a través de su corriente: te eleva y te deja rendido en una atmósfera en la que todo es suave y bello. La blandura y el misticismo que bordea esta corriente musical enamoró a Juan Carlos y con esa misma energía eligió el nombre Agnusingers que al español traduce “Cantantes del cordero”, cuya connotación espiritual es el reflejo de su cercanía con Dios.
“Después de graduarme me contrató la Fundación Nacional Batuta, la mejor del sistema de orquestas sinfónicas del país, es un proyecto de la Presidencia y el Ministerio de Cultura”, contó. Allí ha trabajado durante veinte años en la formación de niños y jóvenes de población desplazada de distintos sectores de Cartagena de Indias y Bolívar, lo que le ha permitido tener una extensa trayectoria en la enseñanza de técnica vocal.
A pesar de esto, los estudiantes que se forman en su escuela no aprenden solo a afinar el canto sino que practican el ensamble vocal, una técnica a través de la cual los coristas adiestran su voz, recrean los sonidos y la melodía a capela, logrando cuidar a la perfección el registro y la armonía de las voces que integran el grupo, que si bien pueden ser aniñadas o maduras, porque las edades van de los 6 a los 22 años.

En el 2017, Juan arrancó el proyecto con algunos estudiantes a quienes brindaba clases particulares. Recuerda con entusiasmo que la primera presentación fue en en Barranquilla en un encuentro de coros en el que estuvo presente Alberto Carbonell, un director y arreglista pionero en arreglos de música folclórica de la Región Caribe, quien además de elogiarlo como maestro, vaticinó un futuro generoso para el grupo y resaltó el talento de los niños y niñas.
Desde ahí no han dejado de asistir a festivales y a cuanto lugar los invitan. Estuvieron en ciudades como Medellín, Buga y Barranquilla. Han pisado las tierras de Uruguay, Brasil, Ecuador e incluso, sus voces calaron en la frialdad de La Patagonia, Argentina. De manera no presencial concursaron en Chile y Atlanta, Estados Unidos. Los viajes han sido costeados por la escuela y por los padres de los estudiantes, quienes han regado la voz para lograr ayuda económica de algunas empresas.
“El año 2019 para nosotros fue el más espectacular porque alcanzamos mucho bagaje y viajamos cuatro veces. Además, hubo una niña de mi coro que pasó en las audiciones de la Voz Kids y llegó hasta las batallas, así que eso nos dio mucho reconocimiento”, contó.
Sobre el futuro de Agnusingers, Juan Carlos Arnedo se sueña un camino dotado de puertas, ventanas y mundos abiertos, firmados por una disquera que sirva como plataforma para seguir impulsando los sueños de los niños que se han esforzado para perfeccionar sus voces y han entregado su talento a este arte. “Quiero grabar nuestro propio disco, al menos un álbum completo de canciones a través de las cuales la gente pueda conocer nuestro estilo”, expresó.
Mientras tanto siguen encontrándose alrededor de la música, apostando por un estilo que van fusionando con sonidos africanos, cuidadosamente curados por Juan Carlos, el guardián del coro que nació a las orillas del mar y que busca zarpar en otras tierras en las que las voces de sus pupilos emerjan como las olas: incontenibles.