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Cultural

Héctor Lozano: el Papá Noel que trae la alegría a Cartagena en Navidad

Un hombre de circo vive hace más de treinta años en Cartagena de Indias. Es mago, payaso e ilusionista. Y cada 24 de diciembre, se disfraza de Papá Noel.

Héctor Lozano: el Papá Noel que trae la alegría a Cartagena en Navidad

Héctor Lozano vestido de Papá Noel durante las celebraciones navideñas. //Foto: cortesía.

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Este hombre ha vivido más de sesenta años dentro de un circo. Y todos sus recuerdos tienen que ver con el arte escurridizo de hacer reír a los niños. Cuando Héctor Lozano se viste de payaso con sus bombachos de colores, se pone con su traje brillante de mago y se disfraza de Papá Noel, de rojo y de blanco, con su talego lleno de juguetes para los niños de los barrios de Cartagena de Indias, ya no es Héctor Lozano. Es el mago que sale del circo.

Héctor confiesa que vio a los payasos por primera vez en su vida cuando tenía seis años en Purificación, en la Villa de las Palmas, en Tolima, y al salir del circo quiso ser payaso. “Me gustaba ir a los circos que llegaban a Purificación, y al llegar a casa imitaba todo lo que había visto”.

Se pintó la cara de rojo y de blanco, se puso unos pantalones anchos que se inflaban con la brisa, y se subió en una tarima improvisada en el patio de su casa, y cuando los vecinos se echaron a reír con sus ocurrencias, supo que su destino era ser payaso. Fue a los ocho años cuando se presentó por primera vez en las fiestas patronales de Purificación, haciendo unas fonomímicas que fueron la sensación, y allí empezó todo. En cada llegada del circo al pueblo se acercó a los payasos, a los magos y a los ilusionistas, y también quiso ser mago e ilusionista. Se hizo amigo cercano de los payasos para que le contaran secretos de su payasería y amigo de los magos para que le contaran secretos de prestidigitación. Lea aquí: El Odin Teatret, el reconocido grupo de teatro que está en Cartagena

A su padre lo trasladaron a Bogotá, y una vez fue a ver el programa Animalandia, y conoció al popular animador y periodista Fernando González Pacheco, y a los payasos Bebé (Miguel Alberto Noya), Pernito (Alberto Noya) y Tuerquita (Alberto Noya Sanmartín), una familia de inolvidables payasos colombo chilenos, y junto a ellos, el mago Florian. El joven Héctor se unió a ellos y trabajó en fiestas infantiles, clubes sociales y tabernas. Aprendió magia e ilusionismo, y fue contratado los domingos para actuar en La Media Torta en las presentaciones gratuitas de artistas que se hacían por ley en este emblemático escenario público. Allí conoció a Raphael, Julio Iglesias, Rocío Durcal, entre otras estrellas invitadas.

Actuando allí recibió la noticia de la muerte de su padre. “Ante el dolor de la muerte de mi padre tuve que ponerme la máscara de la alegría, y seguir en mi compromiso de hacer reír a un público, sin que ese público supiera el inmenso dolor que estaba viviendo en aquellos momentos, la responsabilidad estaba primero. El show salió estupendo”.

Un familiar que vivía en Cartagena lo llamó y le propuso que se estableciera en la ciudad. Héctor planteó a los hoteles de Cartagena un espectáculo que incluía su trabajo como payaso, mago e ilusionista. Fue nombrado jefe de actividades del Hotel Hilton hace 30 años. Luego, fue a conversar con el gerente del Centro de Convenciones de Cartagena y, ante la ausencia de eventos infantiles, le propuso un programa dirigido a los niños y niñas de la Heroica.

La Junta Directiva del Centro de Convenciones vio el espectáculo y lo aprobó: un cincuenta por ciento del recaudo para el Centro de Convenciones, y un cincuenta por ciento a la nómina de artistas que acompañaba a Héctor Lozano. Más tarde, se integró a la iniciativa de crear un espacio infantil televisivo en el Canal 8, hoy Canal Cartagena, del que formó parte de la nómina de fundadores, según su testimonio. Durante una década recorrió Colombia, desde Cartagena hacia todo el Caribe, y llegó a Medellín, Eje Cafetero, Chocó, y toda la zona de Apartadó, y Santander. Lea aquí: Valentino Cortázar, la secreta pasión de un artista

Episodios reveladores

“Estábamos en plena función cuando nos llamaron para decirnos que la sobrina de uno de mis compañeros de magia, que tenía dos años, estaba muriéndose en la Clínica del Niño. Terminamos la función y nos fuimos todos para la clínica. La niña estaba con respiración artificial. Hablamos de inmediato con las directivas y suplicamos que le salvaran la vida y la remitieran a cuidados intensivos. Algo mágico ocurrió cuando la niña vio a su tío y a todos nosotros, aún con las mejillas pintadas de colores. Un soplo de vida entró por aquella ventana cuando vio entrar a los payasos y a los magos a la habitación de la clínica. Sus manos parecieron moverse en señal de esperanza en medio de aquel ambiente dramático y desolador. La niña volvió a la vida. Hoy tiene diez años”.

En la magia del circo

Desde entonces, la vida de Héctor Lozano ha girado en la magia del circo. Ha consolidado en los últimos cuarenta años en Cartagena, junto a su familia, una empresa que vive de la magia, la recreación y el mundo maravilloso del circo. Se ha ganado la vida como payaso a domicilio, mago e ilusionista, y es el Papá Noel del 24 de diciembre en Cartagena. Ha sostenido a su familia a punta de magia, sus hijos crecieron dentro del circo. Su hija es psicóloga y su hijo es diseñador gráfico y mago. Los dos están vinculados a la empresa. Durante años él ha interpretado a Kiko, el personaje de El Chavo, y ella a La Chilindrina. Pero no se quedaron solo en esa interpretación, porque Héctor logró crear un circo con acróbatas, magos y payasos que ha recorrido el Caribe. Héctor se convirtió en un hombre de circo cerca de cinco décadas. Lea aquí: Pedro ‘Ramayá’ Beltrán Rey de la Flauta de Millo en el Caribe

Quien se tropieza con él puede pensar que este hombre fornido de 68 años y un metro con 70 centímetros de estatura, que lleva una maleta de ejecutivo, es un abogado o un visitador médico, y no sabe que en esa maleta que lleva guarda las herramientas secretas de su magia. Hace cuatro días vio dibujada la sonrisa en los rostros de unos niños enfermos de cáncer, invitado por una fundación, y al salir sintió un ramalazo de gloria y gozo supremo, al comprobar que no hay oro en este mundo que pague la felicidad de los niños.

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