José Martí decía que los apasionados eran los primogénitos del mundo, porque fecundan los milagros.
Iván González y su legión de amigos y cómplices, inauguran a las 7 de esta noche en el Centro de Convenciones de Cartagena, con la obra “Espíritu de pájaro” del Colegio del Cuerpo, un sueño que parecía quimérico: El Ente Caribe Festival, el primer festival mundial de teatro desde Cartagena. Le puede interesar: ¡Épico! Este 5 de diciembre Cartagena revive exposición de pósteres de 1969
Para que este vuelo sea sostenido en la ciudad se ha requerido de un esfuerzo descomunal que ha tocado las puertas del Ministerio de la Cultura, la empresa privada y los entes culturales. La obra que abre este festival es una construcción estética múltiple, porque integra la poesía, la danza contemporánea, el teatro, la música y la tradición mítica de las comunidades indígenas de Colombia, que la compañía de danza rinde homenaje por la salvaguarda de la armonía entre el cielo y la tierra y el alma de las aguas.
Pero es que si el teatro es un milagro, el aleteo de un pájaro es más que un temblor de tiempo, es el milagro entre el cielo y la tierra. La pasión de Álvaro Restrepo y Marie France Delieuvin, directores de esta compañía de danza contemporánea, han logrado que la poesía se sostenga en el movimiento del cuerpo y en la cadencia del espíritu. Los pájaros cantan en la yema de los dedos de cada uno de los danzantes. El Colegio del Cuerpo ha sembrado un bosque que tiene senderos en Occidente y Oriente y sigue agitando sus raíces en Cartagena, la ciudad donde nació este sueño.
Veo ahora al joven Álvaro Restrepo, un muchacho ungido por la poesía de García Lorca y la metáfora dolorosa de su hermano Gonzalo, autista, para quien él creó una obra que lo exalta como partitrura poética silenciosa de un universo de profunda sensibilidad. Veo también a Iván González tejiendo esta metáfora inagotable de un teatro cartagenero para el mundo, para que Cartagena siga siendo no solo escenario pasivo de eventos internacionales y sea la legítima caja viva y resonante de sus propias creaciones, emociones y propuestas creativas, sin perder el contexto de que quien conoce a sus ancestros locales puede dialogar con el mundo, entrelazar perplejidades comunes, y abrir la ventana para que ese mundo se siente a compartir la alegría de las supremas emociones del arte.