El pasado 2022 volvió este célebre evento después de tres años de ausencia, y en esta edición de las fiestas novembrinas no se hará esperar. Este domingo 12 de noviembre, el primer barrio periferia de Cartagena acoge a toda la ciudadanía en un mismo espacio de celebración y libertad.
Este encuentro celebra la historia y cultura de La Heroica, y se ha convertido en una tradición que une a toda la población. La semana previa ha sido todo un festín de colores, sonidos y sabores que toman las calles del emblemático Getsemaní, el cual será anfitrión de un recorrido en comparsas que pasará por las calles de Daniel Lemaitre, Torices y Paseo Bolívar, antes de retornar al histórico y antiguo barrio de arrabal.
Grupos folclóricos, con trajes que evocan la rica herencia de la región, ofrecen un espectáculo que invita a la celebración y al movimiento, a la vez que honran las tradiciones que son alma de nuestra ciudad. Lee también: Noche de Candelas: lo que tienes que saber de este evento de las Fiestas.
El Cabildo no es solo una fiesta más, es un acto de memoria histórica. A través de desfiles cívicos, la comunidad y las instituciones educativas rinden homenaje a quienes lucharon por una Cartagena libre, reconociendo el valor y la determinación que llevaron a la ciudad a ser un baluarte de libertad.
Una de las tradiciones más destacadas en el Cabildo es el concurso de belleza, donde las mujeres lucen trajes típicos de la región y compiten por el título de “Reina del Cabildo”, aquel distintivo vitalicio de Nilda Meléndez. El desfile de trajes coloridos y elegantes es un espectáculo en sí mismo y refleja la importancia de la moda tradicional en la cultura cartagenera. Este evento no solo resalta la belleza física, sino que celebra la riqueza del patrimonio cultural de la región y su transmisión de generación en generación.
El Cabildo de Getsemaní es un punto de encuentro que fortalece lazos comunitarios y atrae a visitantes de distintas latitudes, ofreciendo un espacio único donde la historia y la cultura palpitan al unísono. Así, las Fiestas de la Independencia de Cartagena no solo conmemoran un hito histórico, sino que también son un homenaje a la resistencia, la creatividad y la identidad cartagenera que sigue vibrante y viva a lo largo de los siglos.
La celebración del Cabildo de Getsemaní es una invitación abierta a sumergirse en la riqueza cultural de Cartagena, a vivir la historia y a participar en la creación de recuerdos que, año tras año, siguen sumando capítulos a la vibrante historia de esta ciudad heroica.
Tradición, Resistencia y Renovación$>
El Cabildo de Negros de Getsemaní surgió en 1989 y representa un hito en la reivindicación de la cultura afrocolombiana de Cartagena de Indias. Este evento fue impulsado por la Fundación Gimaní Cultural, respondiendo a la necesidad de una expresión cultural alternativa en las fiestas de Independencia de la ciudad.
A través de la recuperación de la memoria histórica, la revitalización de espacios comunitarios y la inclusión de valores cívicos, la tradición del cabildo fue reinventada, reuniendo coreografías, rituales y símbolos que destacan la rica herencia afro.
Hoy, los cabildos de negros son espacios de resistencia cultural y de compensación espiritual, preservando danzas, tradiciones y saberes ancestrales.
Aunque su influencia decreció a principios del siglo XX, los cabildos encontraron un renovado vigor en los años ochenta, gracias a iniciativas que buscaban fortalecer la identidad y la participación ciudadana dentro de un contexto enmarcado por los conflictos sociales.
Los cabildos de negros, más que una mera representación folclórica, se han establecido como cruciales para la cultura de Cartagena. Funcionan como actos de resistencia frente a narrativas oficiales, promoviendo un espíritu de comunidad y ciudadanía. A pesar de los desafíos, persisten como testimonios vivos de la riqueza cultural afrocolombiana.
El Cabildo de Getsemaní, una historia que resuena en las fiestas$>
En la historia de Cartagena de Indias, los cabildos de negros han bordado un patrón indeleble, siendo testigos y protagonistas de las festividades que marcaron la identidad y el pulso cultural de la ciudad.
El barrio de Getsemaní, en particular, ha sido un escenario donde el Cabildo de Getsemaní resuena con una importancia histórica tan vibrante como los tambores que acompañaban sus tradicionales danzas.
Los cabildos, si bien persistieron hasta el siglo XIX, experimentaron un declive descrito con una mezcla de precisión y nostalgia por cronistas como José Urueta y Posada Gutiérrez.
Estas asociaciones, formadas por descendientes de esclavos africanos, se reunían, festejaban y recorrían las casas de la élite para presentarles sus danzas tradicionales a cambio de una gratificación económica. A pesar de su desaparición a principios del siglo XX, los cabildos fueron un hilo conductor en las festividades de la Virgen de La Candelaria y el Carnaval.
El periódico El Porvenir en 1909 y La Época en 1913 documentaron la presencia viva de estos cabildos, destacando sus coloridas y simbólicas celebraciones. Pese a la ironía con que algunas crónicas trataban su existencia, los cabildos se mantenían como un vínculo con un pasado afro-cartagenero riquísimo, a pesar del constante peligro de ser olvidados.
Incluso en la adversidad, los cabildos de barrios como Bocachica, donde se conservan algunos elementos litúrgicos de la devoción a la Virgen de La Candelaria, demostraron una resistencia cultural que desafió el paso del tiempo. Lee también: Los estudiantes también se unen al pri pra de las Fiestas de Independencia.
Fue esta perseverancia la que marcó la pauta para la revitalización del movimiento cultural en Getsemaní, un barrio con un legado que nada entre su prosperidad y la crisis social de la ciudad.
Getsemaní mismo, antaño barrio de arrabal, testigo de la fortificación de Cartagena y sus batallas contra piratas, fue hogar de artesanos y comerciantes, muchos de los cuales fueron actores cruciales en la lucha por la independencia del 11 de noviembre de 1811.
Lamentablemente, la historia oficial ha sido tibia en el reconocimiento de su aporte, a menudo marginando su papel en la narrativa independentista.
Los Zapata Olivella, una familia emblemática de Getsemaní, capturaron la esencia de los cabildos de principios del siglo XX, subrayando la importancia de estos grupos en la cultura carnavalesca de la ciudad. En 1989, y con la orientación coreográfica de Edelmira Maza, realizaron el renombrado Cabildo de Negros de Getsemaní.
Caracterizado por su vibrante música de tambores y una representación de la realeza africana, aquel primer cabildo reunió danzas, vestimentas coloniales y la recitación de poesía que homenajeaba a deidades afrocubanas como Eleguá y Changó.
Los cabildos no solo celebran, sino que también llevan a cabo una función educativa y de preservación cultural. En 2004, con el establecimiento del Comité Asesor de las Fiestas, se intensificaron los esfuerzos por mantener viva la tradición mediante actividades educativas y talleres.
Hoy, los cabildos de negros son espacios de resistencia cultural y de compensación espiritual, preservando danzas, tradiciones y saberes ancestrales. Aunque su influencia decreció a principios del siglo XX, los cabildos encontraron un renovado vigor en los años ochenta, gracias a iniciativas que buscaban fortalecer la identidad y la participación ciudadana dentro de un contexto enmarcado por los conflictos sociales.
A pesar de que el barrio enfrentó desafíos de drogadicción, violencia y crisis económica, los cuales contribuyeron a un cambio drástico en su tejido social, Getsemaní y sus cabildos han sobrevivido como símbolos de resistencia y esperanza.
Cada festividad de la independencia de Cartagena es un eco de aquellas tradiciones que, aunque cambiadas por el tiempo y las circunstancias, continúan hablando de un pasado que se niega a ser olvidado.
Los cabildos de negros, más que una mera representación folclórica, se han establecido como cruciales para la cultura de Cartagena. Funcionan como actos de resistencia frente a narrativas oficiales, promoviendo un espíritu de comunidad y ciudadanía. A pesar de los desafíos, persisten como testimonios vivos de la riqueza cultural afrocolombiana.
El Cabildo de Getsemaní es, por tanto, más que un mero recuerdo viejo; es un faro de identidad cultural y un recordatorio de que la historia, por muy marginada que esté, siempre encontrará una forma de ser contada y bailada al ritmo de un legado que sigue siendo tan vital y significativo como lo era hace siglos.