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Cultural

Terpsícore, la musa de la mitología griega, debe volver a Cartagena

Una de las nueve musas de la mitología griega, la encargada de la danza, adornaba el antiguo Club Cartagena. Nostalgias y recuerdos de una bella época.

Terpsícore, la musa de la mitología griega, debe volver a Cartagena

Terpsícore fue una de las nueve musas de la mitología griega, la encargada de la danza. Fotos: Cortesía.

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La construcción del Club Cartagena en 1921 constituyó la obra de mayor magnitud que se realizaba en la ciudad para esa época. La inauguración en 1925 marcó la materialización del sueño de tener sede propia, convirtiendo las galas sociales en la Belle époque de su historia, acontecimientos que, desde la primera fundación liderada por el General Juan José Nieto, trasegaban en diásporas recurrentes por diversos locales arrendados del Centro Histórico. Este lugar fue por excelencia el espacio de representación de la élite cartagenera. Lea: Cassete Rojo, la producción internacional filmada en Marialabaja

Su edificación atrajo de inmediato la mirada de sus habitantes tanto por la fama que traía el creador del proyecto, el arquitecto francés Gastón Lelarge, quien arribó con los alamares de ser colaborador en la construcción de la Ópera de París, al lado de Charles Garnier, y la experiencia de realizar en Bogotá, entre otras edificaciones, los palacios San Francisco, Echeverry y parte del Capitolio Nacional; como también por la grandiosidad del inmueble.

Hoy como ayer la reconstrucción de este bien patrimonial capta la mirada de los cartageneros. La obra,, que albergará el hotel Four Seasons, se aprecia imponente e inalterable ante el paso del tiempo, con ligeras variaciones en su fachada, las que en ningún caso afectan la cuidadosa restauración que se realiza. En la cornisa de la fachada y sobre las palabras “Club Cartagena” siempre estuvo coronada por dos amorcillos o cupidos, sujetando un escudo, tal y como fueron concebidos y elaborados en el diseño original. Hoy, dos gráciles figuras femeninas son los tenantes que lo acompañan. Lea: Amalia Andrade: el arte de saber dónde y qué duele, su nuevo libro

La gran ausente

La gran ausente en la consolidación del edificio será una estatua que en ocasiones ha sido confundida con un ángel, a pesar de tener el atributo de la lira, y que no es más que la diosa Terpsícore, la alegoría de la danza, representación totalmente pagana y una de las nueve musas de la mitología griega. Desafortunadamente la espléndida figura Art Nouveau, esculpida en mármol de Carrara por el afamado artista italiano Ugo Luisi, quien tomándose una licencia artística le colocó alas, es propiedad de la Fundación Enrique Grau. Lea: Parque Centenario reabre sus puertas con espacios restaurados

En las rumbosas fiestas del club social, la deidad recibía a los socios en el descanso de la regia escalera de honor, coronada con hojas de laurel, y tocando el ábaco de su lira, dando así el acceso al salón de baile. Gastón Lelarge proyectó allí la musa para que de manera estratégica fuera la anfitriona ideal de los eventos sociales y conjugara su silueta volumétrica con el arco de medio punto que se encuentra detrás, dándole un relieve especial, y creando así una simbiosis de espacio y volumen.

Más que una simple escultura, Terpsícore sintetiza un memorable pasado de nostalgias, convirtiéndose en referente iconográfico de un momento en la historia de la ciudad.

Las líneas ondulantes y sinuosas de su túnica y toda la composición de la figura, definen por igual una corriente artística que ya se extinguía para la década del 20, como fue el Modernismo o Art Nouveau. Ella es absolutamente hija de su época.

El clamor general es que Terpsícore debe volver a Cartagena de Indias, ya no al antiguo sitial, sino coronando la puerta del Parque Centenario, diagonal a esa magnifica obra concebida por Enrique Grau Vélez, padre del maestro Grau, y proyectada y construida por el francés.

Estoy convencido que si el artista viviera ya la hubiera donado, tal y como hizo con tantas obras de arte que regaló a su ciudad. Sería el mejor homenaje al padre del maestro, creador de su construcción, y de paso, un ejemplo a seguir, para continuar coronando con alegorías los dinteles de las cuatro puertas restantes, huérfanas de ornamentación.

Su ausencia no hará falta en el lujoso hotel. Estará remplazada por conserjes y botones que vestidos de librea y chistera darán la bienvenida a los nuevos ocupantes del antiguo club social, huéspedes famosos que de ahora en adelante escribirán sobre sus páginas en blanco, la nueva historia de la edificación.

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