La primera vez que vi a Axell fue a través de una foto. Estaba acostado sobre una hamaca, usaba gafas redondas y negras. Su camisa, blanca, distinguía por llevar encima una corbata color rojo, que portaba con suma elegancia. Era de una sonrisa amplia y ojos brillantes, entre sus brazos sostenía lo que parecía ser un Ipad. Lo que yo me enteraría después es que esa hamaca ocupa un lugar en la sala de su casa, y que allí, mientras se balancea de un lado a otro, incuba las ideas que luego pueden tomar forma de libros.
Axell es un niño cartagenero de once años. Vive en un barrio militar, por el oficio de su papá, acompañado de sus padres y su hermano menor, Allan. Se diferencia del resto de los niños desde el saludo. Con la espalda recta, estrecha la mano y se presenta. Suele usar trajes elegantes, que van muy bien con su cabello a mitad de espalda. Hablamos por un rato largo y me contó que si se ganara una lotería de mil millones de pesos colombianos, no dudaría ni un segundo en invertirlos, sin embargo, primero citó a Jorge Washington y con él, la analogía de las monedas: “si tú ganas seis monedas y aprendes a gastar sólo cuatro, ahorras dos y cuando tengas suficientes, estudias formas de poner el dinero a trabajar y listo”.
Axell es consciente que tiene habilidades especiales, que lo ubican por encima del promedio de niños de su edad: “Siento que todos tenemos adentro un botón que tenemos apagado y que debemos encender. Yo encendí mi botón, esa es la única diferencia del resto de los niños, quiero ayudarlos a que lo enciendan”, dice con tono optimista. A sus once años está en octavo grado, ha sido avanzado en dos ocasiones y actualmente estudia en un colegio a distancia. Sabe que está a tres años de graduarse del bachillerato, por lo que dedica muchas horas de su tiempo a leer artículos relacionados con la guerra de Ucrania, uno de los temas que mayor interés le despierta. Lea aquí: Dilfret, el olayero que pasó de ser taxista a experto en vinos

Asimismo, se considera una persona ecologista, por lo que lee mucho sobre medioambiente. “Estamos en la era de la ebullición climática”, asegura, mientras mueve sus manos de un lado a otro intentando dimensionar los efectos que tiene sobre el planeta. Las palabras que salen de su boca de manera descontrolada van tejidas de tal forma que está en la capacidad de moverse entre dos temas contrarios con naturalidad. Nada le queda grande, para cada pregunta hay una respuesta, una explicación lógica que permita darle orden a sus cientos de ideas. Describe a Cartagena de manera muy especial: “es una ciudad que ha nacido del dolor, pero esto no le quita su hermosura, su cultura y su historia”.
Un mágico descubrimiento
La revelación se dio durante una salida a Barranquilla. La familia se encontraba en un reconocido centro comercial y al ingresar por la entrada principal caminaron sobre una alfombra. Axell, de un año y seis meses, dijo: mamá, ahí dice bien-ve-ni-dos. “Yo no sabía qué hacer, mi hijo de un año sabía leer y nadie le había enseñado”, recuerda Luz Galvez.
Desde muy pequeño, Axell se destacó por mantener conversaciones largas sobre temas que comúnmente no llaman la atención de los niños y niñas. Mientras sus compañeros del colegio jugaban en sus casas, él prefería leer artículos que le proporcionaran información relevante sobre economía, tecnología, política y medioambiente. De acuerdo con el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), a la edad en la que Axell leyó una palabra por primera vez, los bebés apenas empiezan a articular palabras básicas, ya que se encuentran en una etapa del desarrollo cerebral en la que están aprendiendo a hacer cosas como señalar una parte del cuerpo, reconocer objetos cotidianos y ayudar a desvestirse.
“Como mamá y psicóloga, yo sabía que mi hijo tenía algo diferente, pero no quería caer en lo que caen muchas mamás de pensar que sus hijos son los mejores y ya”, dijo Luz. La segunda confirmación vendría con las dos promociones de curso en el colegio, llegando a cursar octavo grado con tan sólo once años y habiendo ocupado el primer puesto entre más de doscientos alumnos, en un examen que realizó en un abrir y cerrar los ojos. Axell acostumbra a hablar en tercera persona, a ratos se le escucha decir: “es que a los niños no les gusta leer sobre...”, luego es consciente de sus escasos once años y dice: “no sé por qué digo eso si yo también soy un niño”.

El reto de ser padres de un superdotado
Cuando a Axell le hicieron la prueba neuropatológica, un examen que mide el coeficiente intelectual, Milton López y Luz Galvez, sus padres, sabían que vendría un reto especial para ambos.
El resultado fue mucho más sorpresivo: sacó un puntaje entre 135 y 139, lo que lo ubica en el 1% de los niños de su edad que tienen este resultado. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la sobredotación intelectual equivale a un coeficiente intelectual superior a los 130 puntos, mientras que el promedio se encuentra en 100 puntos. Ha sido el caso de grandes personajes como Stephen Hawking, uno de los científicos más influyentes del siglo XX y de quien se conoce un promedio de 160 puntos. Lea aquí: Hay agua de la Antártida frente Cartagena: conoce cómo llega hasta aquí
Milton y Luz empezaron a tocar puertas, lo llevaron a espacios como el Hay Festival, en el que tuvo la oportunidad de conocer a una premio Nobel y conversar con ella. Sus padres saben que lo más difícil es sentarse a hablar con él: “No es fácil hablar con Axell, hay que tener los argumentos suficientes para hacerlo”, dijeron. De tal manera, su modelo de crianza se basa en permitirle desarrollar su personalidad con libertad, sin coartar sus gustos. “A él le gusta tener el cabello largo, el día que se lo quiera cortar lo acompañaré a una peluquería”, expresó Luz.
Su emprendimiento
Uno creería que un emprendimiento de un niño de 11 años estaría relacionado con la venta de productos elaborados en casa de manera sencilla, sin embargo, como en casi todo, Axell es la excepción. ‘Axprint’ es el nombre de su negocio, que busca comercializar elementos elaborados en su impresora 3D, diseñados a base de filamento, un material que le da soporte y estética a los objetos.
La idea de emprender nació cuando descubrió a través de internet a una mujer mexicana que se había enriquecido de esta forma, le comentó a su papá la idea y este le brindó total apoyo. “Hay un gran mercado al que se puede llegar, hay muchas maneras de hacerlo”, manifestó el niño cartagenero. Quiere estudiar administración de empresas y sueña con dirigir una empresa en Nueva York, una ciudad por la que suspira. Por eso está estudiando inglés a través de internet, pues sabe que la mejor manera de acceder al conocimiento es siendo autodidacta. “Quiero ayudar a que otros niños enciendan su botón”, reiteró.