Hubo un tiempo en que todos los pintores del mundo querían ser Pablo Picasso (1881-1973), el genio del arte español que murió hace medio siglo, el 8 de abril de 1973. Los que no querían serlo batallaban consigo mismo para no parecérsele, pero su magnetismo creativo era absorbente e insoslayable.
Colombia no escapó a su influjo definitivo en el arte en el siglo XX. El cubismo impactó en el arte, en la literatura, en la música y en la literatura. Como el surrealismo. Le puede interesar: Los 80 años de el libro clásico El Principito
Los artistas de Cartagena que nacieron en 1920, como Enrique Grau, Cecilia Porras, y Alejandro Obregón, nacido en Barcelona, pero vinculado al Caribe colombiano desde sus seis años, tuvieron influencia de Picasso en las obras que produjeron desde los años cincuenta.
La obra monumental de Picasso, su célebre “Guernica” (1937), óleo sobre lienzo, 349,3 cms x 776, 6 cms, que reposa en el Museo Nacional del Centro de Arte Reina Sofía, en Madrid, marcó a los creadores del siglo XX.
Al volver a mirar las pinturas de los artistas colombianos (Obregón, Grau y Porras), descubrimos en ellos una confluencia en la manera de asumir el paisaje, la figura, los objetos, la manera de resolver bodegones, retratos y paisajes, desde una perspectiva geométrica que desafía las formas. Esa es una herencia picassiana. También lea: Llega a Barranquilla la XVII Edición del Carnaval Internacional de las Artes
Esa influencia estimuló en los tres artistas cartageneros, la búsqueda brutal tras un lenguaje propio, apropiándose como en el caso de Obregón del paisaje diverso y exuberante del Caribe, los Andes y la Amazonía. Pero no solo la flora y la fauna, también su historia, sus mitos, sus dramas sociales y políticos.
Ese arte no se limitó a dibujar y retratar una realidad, sino a crear también una nueva manera de sentir y pensar nuestra vida y nuestra historia. Es un arte que buscó los orígenes desde diversos senderos, con una vocación sin tregua, una disciplina feroz y una pasión desaforada. Lea además: El Festival de La Leyenda Vallenata ya tiene a sus participantes
“Dibujar es una clase de hipnotismo. La imaginación es real. Que la inspiración me encuentre pintando”, decía Picasso. Ese embrujo hipnótico tocó el corazón de Obregón hasta el final de su vida.