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Cultural

¿Qué hay detrás de la celebración de Ángeles Somos?

Hacer parte de la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Nación debe propiciar su reconocimiento y valoración.

¿Qué hay detrás de la celebración de Ángeles Somos?

En Cartagena, los niños, niñas y adolescentes nos fueron enseñando, año tras año, que su celebración no era simplemente salir a pedir unas vituallas para hacer un sancocho. //Ilustración: Emmanuel Vidal

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La inclusión de Ángeles Somos en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Nación nos genera amplias perspectivas como personas y como sociedad. Nos fortalece el sentido de pertenencia y de identidad cultural con elementos que nuestras comunidades han venido construyendo y trasmitiendo generacionalmente. Todo esto tiene fundamentos en un conjunto de valores que esta celebración posee y que queremos destacar. Lea: El triunfo de Ángeles Somos

Uno de esos fundamentos lo encontramos en las relaciones que se basan en el territorio como constructor y generador de identidad cultural. Si bien nuestra tradición viene desde el siglo VIII de una orden de la iglesia católica, de declarar el primero de noviembre como día de todos los santos y traído por los españoles en la colonia, fue en Cartagena donde se acunó la tradición, donde se perpetúo y encontró en las distintas generaciones su prolongación. Aquí fue donde se hizo identidad, donde creó su propio nicho que hizo viable su reconocimiento como un patrimonio cultural inmaterial vivo, a pesar de los siglos que tiene.

En Cartagena, los niños, niñas y adolescentes nos fueron enseñando, año tras año, que su celebración no era simplemente salir a pedir unas vituallas para hacer al final de la mañana, con la ayuda de los adultos, un sancocho.

Detrás de este simple juego nos daban pistas para entender que inmerso, o detrás de él, había unas prácticas lúdicas asociadas al trabajo en equipo, a la colaboración, a la solidaridad, a la música, al goce colectivo desprevenido y tal vez ingenuo, pero esto es lo que permite que a partir de los elementos básicos de la celebración, se le vaya incorporando referentes simbólicos, anécdotas que se re-crean cada año, relatos y fantasías que van cohesionando al grupo humano a compartir esta tradición, a darle legitimidad y a convertirla en parte de sus expresiones culturales. Lea: ‘Ángeles Somos’: algunos datos que quizá no sabías de su preservación

Ese carácter de ser una celebración infantil fue lo que nos llevó a considerar, parodiando la frase de que no hay nada tan serio como el humor, que no hay nada tan trascendental como el universo lúdico infantil. Aquí radica uno de los valores que hay detrás de la tradición de Ángeles Somos, que los niños demandan que valoremos las tradiciones ligadas a su cultura, a un territorio y a su identidad. Lea: Fotos de ‘Ángeles Somos’: las reinas piden ‘tintililillo’ en sus comunidades

Ángeles Somos tiene otros fundamentos que expresan su valor social y cultural, que fortalecen su carácter patrimonial, como es su relación con la vida de un grupo etáreo con la infancia y la adolescencia, en especial cuando en nuestra cultura patriarcal los niños y niñas no solo son los últimos en las consideraciones sociales, son los más discriminados y excluidos, sino también los que han estado históricamente invisibilizados.

De allí entonces que las acciones que posibilitan este reconocimiento deben propiciar las herramientas para perpetuar su celebración, para convertir a la infancia en destinataria de unas políticas públicas, donde se haga efectivo la garantía del goce de sus derechos, no solo de aquellos establecidos en nuestra Constitución Política, en la Ley 1098 de 2006 o Código de Infancia y Adolescencia, sino también en los distintos convenios o acuerdos firmados por nuestro país, y, ello supone, en el caso de Cartagena, el acceso y disfrute de todo el patrimonio cultural material e inmaterial, que hoy la ciudad ofrece al mundo, pero que poco se ha hecho para que nuestros niños y niñas sean los primeros en disfrutarlo.

Ángeles Somos, tiene un valor cultural intrínseco, asociado a un bien intangible, independientemente de que se pueda insertar a un circuito económico o de que los consumidores no puedan tener acceso a él cualquier día del año. En esta perspectiva nuestra celebración entra a configurarse más como un patrimonio etnográfico, como parte de los valores patrimoniales de una comunidad, que encuentra en su relación popular, tradicional, vernácula, la dimensión más auténtica de su integralidad, de su relación espacio-tiempo-memoria. En esta dimensión, la transmisión generacional se convierte en testigo-presencia de un legado consuetudinario, con fundamento en la cotidianidad, así se exprese solo un día en el año, pero es esa fuerza comunitaria la que le da trascendencia.

Debemos trabajar en la implementación del plan especial de salvaguardia, pues este puede ser un pretexto para hacer de Ángeles Somos una opción para el diseño de políticas culturales y de políticas públicas (...)”.

Raúl Paniagua Bedoya

Ángeles Somos se inscribe en una tendencia que cada vez cobra más fuerza en muchas naciones del mundo. Hoy, haciendo parte de la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Nación, debemos trabajar en la implementación del plan especial de salvaguardia, pues este puede ser un pretexto para hacer de Ángeles Somos una opción para el diseño de políticas culturales y de políticas públicas orientadas no solo a garantizar la permanencia de la tradición, sino que en nuestro caso se hace indispensable que parte de los objetivos de esas políticas se dirijan a visibilizar a los niños, niñas y adolescentes, a garantizar sus derechos, entre ellos, el acceso a los derechos culturales y al derecho a la ciudad y en especial en garantizar la alimentación y nutrición. Los destinatarios de nuestra labor serán las próximas generaciones de cartageneros.

Hacer parte de la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Nación (LRPCI) debe propiciar el reconocimiento y valoración de las actividades de la infancia y adolescencia afincadas en la tradición, pero también es una invitación para todas las poblaciones del país, desde veredas, corregimientos, cabeceras municipales y aun ciudades, para que miren con atención las manifestaciones culturales que existen en su población.

Tenemos que descubrir en aquellos aspectos de la vida cotidiana, aparentemente ingenuos, marginales, sin mayor importancia, pero trasmitidos generacionalmente, con fundamento en nuestra cultura ancestral, reproducidos espontáneamente y con valor en la identidad de nuestras comunidades para valorarlas y ver cómo en ellas hay sólidos fundamentos para la perpetuación de lo mejor de nuestra sociedad, para hacer universal lo que es local y convertir en un bien cultural inmaterial lo que hasta hoy no le damos mayor importancia.

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