La Semana Santa trae a la mente relatos de figuras importantes, míticas, remotas: Jesús, María, Moisés, Pilatos, Caifás, Judas, el Faraón y todos los demás que marcan las historias de la Pascua cristiana (organizada para conmemorar la resurrección de Jesús) y el Pésaj judío (que celebra la liberación de los hebreos del yugo egipcio), historias relatadas en la Biblia y en las películas que se pasan por televisión durante estas fechas.
En el repertorio de la ópera, la Pascua se asocia con una historia muy distinta: un relato de celos y venganza en la Sicilia rural del siglo XIX. Sus protagonistas no son profetas, dignatarios, ni tampoco una nación que busca recuperar su identidad: son campesinos devotos, pero humanos y falibles, llevados al extremo por los códigos de honor que los rigen. La obra se llama Cavalleria Rusticana, que traduce “Caballerosidad rústica”; su música es de Pietro Mascagni (1863-1945) y su libreto estuvo a cargo de Giovanni Targioni-Tozzetti y Guido Menasci.
Primero, un cuento
A pesar de que es mejor conocida como una ópera, el verdadero origen de Cavalleria se debe a un escritor y político italiano, siciliano igual que sus personajes: Giovanni Carmelo Verga (1840-1922), quien hoy es considerado el principal exponente del movimiento literario llamado “verismo” (“realismo”). ¿“Y qué es el verismo? Una de las muchas corrientes estéticas del fin de siglo, posteriores al romanticismo europeo. De manera similar a los “naturalistas” franceses, los veristas italianos buscaban plasmar la realidad tal como era, haciendo especial énfasis en la manera como el ambiente social y económico de los individuos marca sus decisiones, usualmente para mal.
Aunque los escritores de este movimiento pertenecían a círculos acaudalados, sus figuras de interés estaba en las clases bajas: obreros, artesanos, pescadores, campesinos y demás. Sus escenarios eran las zonas más deprimidas de Italia (Nápoles, Calabria, Campania, Sicilia) y en los desenlaces predominaba el fatalismo. Su estilo se caracterizaba por ser directo y lacónico, evitando los vuelos poéticos, y por introducir regionalismos y expresiones más propias de la oralidad.
Las principales obras veristas de Verga fueron la novela Los Malavoglia (1881) y la antología de cuentos La vida de los campos (1880). Fue en esta última que “Cavalleria Rusticana” apareció por primera vez: en su forma original, es la historia de Turiddu Macca, un joven campesino que acaba de regresar del servicio militar y descubre que su amante, Lola, está a punto de casarse con Alfio un carretero con el suficiente dinero para sostener “cuatro mulas”; por contraste, Nunzia, la madre de Turiddu, tuvo que vender la suya.
Para darle celos a Lola, Turiddu decide tratar de conquistar a Santa, la suspicaz hija de un rico viñador. Su plan funciona: Lola lo recibe otra vez en su casa mientras su marido no está, pero la Semana Santa se aproxima y, un aire de culpa empieza a acongojarla, por lo que va a confesarse un domingo, con tan mala suerte que Santa descubre el secreto mientras hace la fila para el confesionario y, profundamente ofendida, revela todo el asunto a Alfio en cuanto él regresa.
El Sábado Santo, Alfio acusa a Turiddu y lo reta a un duelo a cuchillos al día siguiente. Turiddu acepta. El Domingo de Resurrección, Lola adivina las intenciones de su marido y reza porque nada pase. Turiddu se despide de su desdichada madre, decidido a sobrevivir para que ella no siga preocupándose por él, y camina con Alfio hasta un bosquecillo de cactus en las afueras del pueblo; sin embargo, pierde el duelo y muere apuñalado. Si quiere leer el cuento, puede encontrarlo aquí.

Luego, al teatro
En 1884, Verga llevó la historia al teatro bajo el nombre de Cavalleria Rusticana: Escenas populares de Sicilia. Para entonces, contaba con el apoyo y la participación de Eleonora Duse, una de las principales actrices de su tiempo. Es por esto que uno de los principales cambios de esta versión es el protagonismo que gana Santa, ahora llamada Santuzza, quien ya no es la recelosa y algo cruel hija de un viñador, sino únicamente una mujer engañada y despreciada por Turiddu. La transición de la página a las tablas significó un cambio de público y la necesidad de apelar a sus gustos, enfatizando el componente sentimental-religioso y haciendo desaparecer mucho del trasfondo económico de los personajes.
En la Cavalleria teatral, la historia completa se desarrolla en el Domingo de Pascua. Santuzza le pregunta tristemente a doña Nunzia (que ahora es dueña de una taberna) si ha visto a Turiddu. Nunzia, que le tiene algo de antipatía, dice que él salió a otra ciudad a buscar vino. Santuzza no puede resistirse más y confiesa que vio a Turiddu en el pueblo la noche anterior y que él estuvo en casa de Lola y Alfio. Nunzia se sorprende al oír eso y, en cuanto el carretero regresa, intenta preguntarle por su hijo, pero Santuzza le pide que guarde silencio. Más tarde, esta revela el secreto: Turiddu amaba a Lola y partió al ejército, Lola se casó con Alfio mientras tanto y, al regresar, Turiddu usó a Santuzza para darle celos a Lola, llegando incluso a “quitarle el honor” (desvirgarla sin estar casados).
Es importante notar que en estas escenas hay varios comentarios de los otros vecinos de la localidad, quienes ilustran el significado de la Pascua para el pueblo a través de bromas (“Como hoy es Pascua, la suegra y la nuera hacen las paces”) y de dichos populares (“En Carnaval, pásala con quien quieras. En Pascua y Navidad, con los tuyos”). Su presencia resalta el contraste entre la convivencia que debería reinar y la tragedia que se avecina.
Terminadas las revelaciones de Santuzza, Turiddu reaparece en escena antes de que comience la misa de Pascua. Ella le echa en cara sus culpas y trata de pedirle que vuelvan a estar juntos, pero él la rechaza terminantemente al tiempo que galantea con Lola, quien también viene a la iglesia. Santuzza le desea una “mala Pascua” y le cuenta todo a Alfio, pero se arrepiente en cuanto él le dice que irá a casa a buscar un “regalo” para Turiddu, vengando el adulterio y el deshonor a su confidente. El remordimiento le impide a Santuzza entrar a misa y ella desaparece por completo del drama, pues se siente “en pecado mortal”.
Turiddu sale de la iglesia muy contento con Lola y los vecinos a beber vino, Alfio llega y lo reta no muy discretamente a un duelo. Turiddu acepta y admite su culpa, pero está dispuesto a vivir para responsabilizarse por sus faltas y casarse con la mujer que había engañado. El exsoldado se despide de Lola y de su madre, encomendándole a esta el cuidado de Santuzza en caso de no regresar. Los dos rivales salen de la escena, todos temen lo peor. Al poco rato, una vecina llega horrorizada con la noticia de que Turiddu fue asesinado. Infortunadamente, la pieza no parece haber sido traducida al español.

Y por último, la ópera
El compositor Pietro Mascagni tenía la intención de entrar a un concurso organizado por Edoardo Sonzogno en 1888: los músicos sin óperas escenificadas podían enviar composiciones de un solo acto a los jurados y Sonzogno estrenaría las tres mejores en Roma. Mascagni quería una historia de pasiones y, eventualmente, sus libretistas le propusieron adaptar la versión teatral de Cavalleria. La pieza fue un éxito rotundo y hoy día es la única ópera de este compositor que se escenifica con regularidad, así como la única basada en la obra de Verga que el público aún conoce (hubo otras dos, pero la suerte no las favoreció).
En términos de la trama, la adaptación es bastante fiel, con algunas diferencias pequeñas y grandes: Nunzia ahora se llama Lucia, los otros vecinos quedan reducidos a un coro sereno y homogeneizado, hay todo un número dedicado a una procesión acompañada de un himno pascual y Santuzza regresa a escena al último minuto para consolar a la madre de Turiddu mientras se desarrolla el duelo. Además, si llevar el relato a las tablas significaba hacer hincapié en el melodrama, ponerle música requería incrementarlo aún más; como consecuencia, mucho del humor de la pieza teatral está ausente en la ópera.
Los personajes están en plena concordancia con los estereotipos de la época: Santuzza es la protagonista, de manera que es una soprano; Turiddu es el cantante masculino principal, por lo cual es un tenor; Alfio es su rival, así que le corresponde ser barítono, y Lola y Lucia son la rival femenina y la señora mayor, por lo que tienden más hacia la mezzosoprano y la contralto, respectivamente.
La composición también se ajusta a lo que predominaba en las óperas de finales de siglo: la música es continua y la distinción entre las partes “recitadas” (más parecidas a las conversaciones normales y escritas con notas muy cercanas entre sí) y las “cantadas” (que presentan mayores variaciones entre los tonos utilizados) no es muy marcada, la orquestación es suntuosa y relativamente densa, el lenguaje armónico tiende a lo brillante y sencillo (algunos dirían “obvio”), pero es lo suficientemente sofisticado para crear contrastes fuertes, tensión y atmósfera cuando se necesitan.
Cavalleria Rusticana puso el ojo sobre los compositores más jóvenes de Italia e inspiró una serie de imitadores llenos de música fácil y de variadas fuentes de inspiración que llevaron todos los rasgos de su libreto hasta el paroxismo: obras llenas de personajes pobres o criminales, religiosidad fuerte, números espectaculares, conflictos pasionales y muertes violentas. Las únicas composiciones que permanecieron victoriosas hasta nuestros días fueron Pagliacci (1892) de Ruggero Leoncavallo y una ópera mucho más modesta que catapultaría una exitosísima carrera, La Bohème (1896) de Giacomo Puccini.
Independientemente de la versión, Cavalleria Rusticana es una historia sobre el modo en que el honor y la religión se entrecruzan en una sociedad: el hecho de que ocurra durante la Semana Santa y culmine en la Pascua, el período más sagrado del calendario litúrgico, eleva la conciencia del pecado tanto en los personajes como en los lectores y espectadores. A pesar de que lo divino aconseja la templanza, la honestidad y la reconciliación, las pasiones humanas y los códigos sociales que las justifican se imponen al final.
De lejos, la mejor interpretación de la ópera es la que se grabó en los estudios EMI (hoy los estudios Abbey Road) en 1940 para el aniversario 50 de su estreno. Contó con un elenco de primera línea: Lina Bruna Rasa (Santuzza), Beniamino Gigli (Turiddu), Gino Bechi (Alfio), Giulietta Simionato (Lucia), Anna Maria Marcucci Lola (Lola), así como el mismo Pietro Mascagni dirigiendo la orquesta del Teatro alla Scala y dando un pequeño discurso introductorio. Si lo desea, puede escucharla en el video incrustado (comienza hacia el minuto 1:28) y seguirla con el libreto italiano-español.