La tradicional celebración vernácula Ángeles Somos, llevada a cabo los 1° de noviembre de cada año, es una fiesta del nuestro folklor popular, arraigada en nuestras costumbres desde los tiempos de la colonia, y en la que los niños disfrutan este jolgorio religioso-secular. Y digo religioso-secular, porque su nacimiento partió de una fiesta religiosa, que con el pasar de los años se sigue celebrando en Cartagena.
En nuestra niñez, acercarse el 1° de noviembre, era casi como un 24 de diciembre, en el sentido de dormirnos temprano el día anterior, para despertarnos madrugados al día siguiente, ansiosos de reunirnos con los amigos, ir a la cocina, coger un caldero y una escoba, partirle el mango y dejar el cepillo, con el consabido regaño de los padres, y salir presurosos a recoger vituallas y dinero cantando las letanías de Ángeles Somos. (Le puede interesar: Cartagena, temporada teatral y cultural)
Nos aventurábamos entonces, llenos de regocijo, grupos de cinco o seis amigos, a caminar por el barrio, con nuestro caldero cruzado por el palo de escoba, e ir de casa en casa, tocando puertas, y cantando en coro el estribillo “Ángeles somos, del cielo venimos, pidiendo limosna pa’ nosotros mismos, aguardiente y vino pa’ Marcelino, aguardiente y ron pa’ Marcelón”.

Si se demoraban en abrirnos, insistíamos y volvíamos al ataque: “No te dilates, no te dilates, saca el bollo del escaparate” o “no me veas saca el bollo de la batea”. Si definitivamente nadie se asomaba, terminábamos nuestra intención con la consabida cantilena “Esta casa es de agujas donde viven todas las brujas”, o esta otra “Esta casa es de espinas donde viven la mezquinas”. Si nos daban alimentos o algún dinerillo, alborozados de felicidad, entonábamos entonces la muletilla “Esta casa es de rosas, donde viven todas las hermosas”.
Había innumerables estrofas para alabar o desaprobar, la intención de dar o no dar. Hay una canción del gran compositor, arreglista y saxofonista cartagenero, Rufo Garrido, titulada Ángeles Somos, prensada en acetato en 1962, donde podemos escuchar una serie de estrofas que formaron y siguen formando las letanías de esta tradición cultural.
Finalizada la faena, nos íbamos a la playa, y armábamos un fogón, donde cocinábamos todo lo que nos habían dado y repartíamos el dinero. Son recuerdos que nos vienen a la memoria, trayéndonos los momentos más felices de nuestra infancia. Ángeles Somos era en noviembre, una pequeña Navidad. Era casi el inicio de nuestras vacaciones de colegio de final de año. ¡Se acercaban las Fiestas de Noviembre y vivíamos un mundo feliz!
Lastimosamente en Cartagena la celebración se ha ido opacando, con la llegada de la fiesta de Halloween. Acostumbrados siempre a imitar lo foráneo, y a echar a un lado nuestras tradiciones culturales, Halloween se ha impuesto por todos los lares del país. (Lea aquí: Estreno: la nueva película postapocalíptica que protagoniza Natalia Reyes)

Fue el padre del maestro Enrique Grau y el almirante Rafael Grau, Don Enrique Grau Vélez, quien, recluido en el Hospital Gorjas de Panamá por una dermatosis, pudo observar la celebración pagana, trayéndola a la ciudad y celebrándola en el desaparecido Club Popa. Esta primera celebración tuvo sus consecuencias, pues despertó la ira del arzobispo de Cartagena, el italiano Adán Brioschi, quien no tardó en excomulgarlo.
Ante la solicitud de prestantes miembros de la sociedad cartagenera, quienes imploraron compasión con Grau, el prelado accedió a ellas, bajando la condena espiritual a “Entredicho”, censura eclesiástica de menor grado.

Actualmente la tradición cultural de celebrar Ángeles Somos se lleva a cabo en Cartagena y la noticia de la aprobación por el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural, de incluirlo en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural de la Nación, nos da la esperanza de que se conserve por muchos años más, para que esta expresión vernácula siga existiendo.