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Cultural

Olvidos y ficciones: pan para hambre de héroes

Un acercamiento al más reciente libro de Alfonso Múnera Cavadía: ‘Olvidos y ficciones’.

Olvidos y ficciones: pan para hambre de héroes

Alfonso Múnera Cavadía.

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Por: María del Pilar Rodríguez / Especial para El Universal

Hambre de héroes. Hambre de una humanidad abatida por el miedo, que ha dado a la desesperanza la capitanía del horizonte, en contrapunto a una ansiosa anarquía que muchos han confundido con la alegría.

Sí, hambre de héroes. Y no de los que antes de las protestas del 2021 eran monumentos a lo largo y ancho de Colombia. Sino seres cuya historia nos reencuentren con la utopía. Borrando de nuestra cabeza el imposible, recordándonos que han existido individuos iguales a nosotros, capaces de cambiarlo todo. De ganarse el puesto de la admiración rotunda, no tanto por su perfección, como por los logros obtenidos, justamente a pesar de sus flaquezas.

Los libros son un gran refugio, y los mejores son además respuesta, eso lo corrobora justamente Fracasos y olvidos, la más reciente publicación del escritor cartagenero Alfonso Múnera Cavadía. Lea aquí: Presentan nuevo libro de Alfonso Múnera

Un libro que gestado por un historiador -él es PHD en historia-, creado a la luz de la necesidad pura de escribir -la misma que exaltaba Rilke de los verdaderos escritores-; bajo el rigor del obstinado, la estética de un cuidadoso amanuense y con la halagadora frescura de un caribe que sabe que el lino altivo es solo elegancia en quien conoce su significado.

Con el tono encantador de las infidencias y la sofisticación de los seductores letrados, usando la didáctica del maestro rural y la picardía del más indómito de los irónicos; Múnera cocina un laberinto donde más allá de las revelaciones sobre la independencia colombiana que nos había hecho en El fracaso de la nación y Fronteras imaginadas -sus anteriores libros-. Establece un diálogo poco ortodoxo con el lector, para llevarlo a armar su propio rompecabezas de la cinematografía emocional que fue la intimidad sensitiva de algunos de nuestros héroes en la independencia, y lo que es aún más dramático: en el contexto de una fantástica policromía racial, en un caribe colombiano que decimos amar, aunque él evidencia es a la manera fatua, pues no se quiere realmente lo que se desconoce.

Leo y escribo de frente al mar -no creo que exista mejor ubicación para leer a Múnera-.

Frente al mar Caribe, mirando aquello que solo hemos observado de soslayo, como ese consanguíneo díscolo que avergüenza a las familias prestantes, ese coloso salobre que adoramos en vacaciones, pero desdeñamos con la memoria, incluso y especialmente nosotros: los habitantes de esta costa que nos regocijamos en llamar histórica, pero de la cual sabemos tan poco...

Cartagena es una ciudad más heroica de lo que reconocemos. De hecho bajo tutela de las palabras de Múnera en sus calles logro dibujar cada escena de este revelador anecdotario que deja claro cuanto tienen estas adoquinadas de globales y corsarias, y cuanto alberga esta bahía de mágica y elocuente a miles de historias que, en un solo episodio superan sin afanes cualquier fantasía hollywoodense. Memoria de los héroes y heroínas que nos antecedieron en estos corredores coloniales, aunque dicho sea de paso, Múnera aún nos debe mucho del papel de las mujeres en la historia colombiana...

Épica idependentista que en las manos de Múnera nos abre un umbral hacia una visión más humana de los pormenores caribes de las batallas sociales, bélicas, culturales y personales sobre las que se construyó esta nación, cuyo imaginario ha sido comunicado siempre desde lo andino, invisibilizando seres y hechos que son tan valiosos como la historia de los padres para cada hijo, pues de ahí penden tanto los pilares de su presente como la salud de su futuro. Y es claro: como colombianos si bien tenemos una madre montaña, tenemos también un padre mar, ¡Mar Caribe!

Un Mar Caribe que nos recuerda que tal cual en su inmensidad, en la vida todo es posible, sobre todo para una prometedora estirpe de hombres como Bolívar, Padilla, Montilla y Santander. Estrategas que se impusieron a dolencias personales, segregaciones raciales, falta de recursos, hambre, miedo, calor, frío, angustia, injusticia, en pro de una causa común que es la que hoy aún gozamos como patria. Hombres que se dejaron llevar en más de una oportunidad por rencillas, dolores, envidias y toda suerte de oscuros sentimientos, que más de una vez dieron al traste con el sueño de la igualdad con la que aún hoy soñamos, y que desde su ejemplo podemos retomar, evitando los humanos escollos que ellos no lograron.

Igualdad en nombre de la cual irónicamente hace unos meses se tumbaron variados monumentos en el país, sin darse cuenta que lo que hace la diferencia no son los kilos de mármol, bronce u hojalata en las calles, sino cuanto conocemos nuestra historia. Sobre todo quienes son nuestros héroes, quienes son los seres que seguimos como ejemplo, a quienes exaltamos como líderes de los bienes mayores de nuestra sociedad, porque a la larga es tan mal patriota quien acomoda la historia -omitiendo los personajes y zonas que no le son gratas- como quien le da la espalda aún teniendo acceso a la verdad.

Es por eso que justo en momentos donde la pandemia y toda la crisis socio política que ha acelerado nos cuestiona; es cuando más es necesario reencontrarse con ideales humanistas y ejemplos de superación. Ejemplos que están por doquier en nuestra historia, como aquel joven pobre, mulato -en época de esclavitud- que con poca educación y por puro talento, con un puñado de hombres y unas pequeñas embarcaciones se enfrentó a uno de los entonces ejércitos más grandes del mundo, para darnos mucho de lo que hoy llamamos nación. A la misma altura de su más cruel enemigo pero también héroe de la independencia: blanco, educado, rico y venezolano que asumió las máximas penurias de la poca salud y la guerra en pro de los mismos ideales. Dos hombres retratados desde lo humano y para lo humano por este historiador de profesión y escritor por vocación de vida que, nos recuerda que la historia no es solo asunto de bibliófilos, sino el pan elocuente a un país que como el nuestro tiene más que siempre: hambre de héroes. Lea también: Alfonso Múnera, una vuelta de tuerca a nuestra historia

María del Pilar Rodríguez.//Foto: Olga Lucía Jordán - cortesía.
María del Pilar Rodríguez.//Foto: Olga Lucía Jordán - cortesía.
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