Cuando tenía 2 años, Ramón Esteban Rosado Campo quedó huérfano por parte de madre. Ella se enfermó y falleció. Entonces su papá, a quien describe con “semejante” carácter le tocó asumir la ausencia maternal.
Su padre, que era un señor muy rígido y correcto, solía corregirlo con fuertes golpes y correazos que dejaban su piel marcada, pero a pesar de todo, nunca le guardó rencor a ese hombre que daba su vida por verlo bien. (Recuerde aquí: Club Hwarangdo de Sahagún ganó el Primer Festival de Taekwondo).
Ahora Ramón tiene 11 años y le toca asumir otra pérdida: su padre también fue a ese otro mundo que solo los muertos conocen. Él quedó bajo la responsabilidad de su hermano mayor, quien creó una academia de taekwondo en su casa en el barrio El Bosque, donde Ramón todavía siendo un niño canalizaba todos esos sentimientos de dolor y traumas en el deporte. Fue así como comenzó toda esta pasión y dio inicio a su vida deportiva.
Ramón Esteban Rosado Campo es un joven entrenador de taekwondo, y ahora a sus 33 años se dedica a enseñar a niños, jóvenes y adultos del barrio Chiquinquirá a que aprendan este arte marcial surcoreano moderno.

Ramón Rosado Campo enseña artes marciales a niños y jóvenes.
Con el afán de arrastrarlos de ese bajo mundo de las pandillas, las drogas y la delincuencia en general, Ramón tuvo la gran idea de que este deporte se convirtiera en el libre esparcimiento y la sana convivencia para menores y adultos. Para él, de esa forma, es mucho más fácil evitar que sigan esas malas prácticas que ven a diario en su comunidad.
“Ahora soy lo que siempre quise ser: un maestro de taekwondo, pero con el mismo propósito que es ayudar a los demás a pesar de mis pocos recursos”, dijo Ramón explicando que con esa intención recuperó parte del tejido social en Chiquinquirá.
Su primer grupo
Pero... ¿Cómo fue que Ramón llegó hasta Chiquinquirá? Pues bien, cuando el maestro tenía 18 años se le prendió el bombillo y dijo: “tengo que ir al Coliseo de Combate”, el mismo que está ubicado en Chiquinquirá. Con tal de cumplir su sueño -el de ser taekwondista- se iba a pie todos los días para aprender más técnicas.
“Cuando llegué vi a unos niños jugar en la calle, les dije que entraran a practicar tomando una paleta, que es un instrumento deportivo que se utiliza para patear. Esos pequeños quedaron encantados y me buscaban para que les enseñara”, esbozó Rosado Campo sobre cómo inició su primer grupo de taekwondo.
Luego de frecuentar el Coliseo, los maestros de alto grado en la liga le hicieron la propuesta en una reunión en traer a su grupo de niños a practicar al coliseo, ya que hace más de 10 años no tenían uno en este deporte.
“Por supuesto yo dije que sí, pero al principio recibía una módica suma de 15.000 pesos mensuales, que eran de gran ayuda para mí porque yo estaba muy mal económicamente”, decía Ramón al tiempo en que narraba que no tenía empleo y que sus pies eran el único medio de transporte para desplazarse de Chiquinquirá a El Bosque.

Ramón por fin cumplió el sueño de tener su propia Escuela de taekwondo. Entre los diferentes grupos donde dicta clases se destacan los voluntarios en distintas fundaciones, tales como Granitos de paz, donde enseña a más de 70 niños del barrio Ricaurte, y en la Fundación Isla de León, en Brisas de León.
Hoy, Ramón está feliz de ver a sus estudiantes practicando el taekwondo con orden, respeto y otros valores, pues de acuerdo a su experiencia explicó que “una vez tuve dos niños que utilizaban armas y se reemplazaron por la fuerza física pero instruidos en el deporte” y fue así como uno de sus alumnos siguió consejos a tal punto de tomar la decisión de estudiar una carrera en el Sena. Contrario a lo que sucedió con otro joven que, por desgracia, se estancó en la violencia callejera y tuvo un final fatal, Ramón sigue motivado luego de que al menos uno se reintegró.