Laura Hoyos es una violinista que empezó a tocar a sus cinco años, de la mano de su padre, el consagrado músico cartagenero Luis Rafael Hoyos, miembro fundador de la Orquesta Filarmónica de Bogotá y la Sinfónica de Colombia. Más tarde, recibió clases de su hermano Federico Leonardo Hoyos.
Laura proviene de una familia de músicos: su padre y sus hermanos Elvira, María de los Ángeles, Rafael, Federico Leonardo. De su padre, que tiene 84 años, privilegia al ser “constante, perseverante, dedicado todo el tiempo a la música. Él fue alumno de Adolfo Mejía. No quería que, con tantos músicos en su casa, yo siguiera el camino de la música, y un amigo que fue a su alumno se presentó a la casa con un violín pequeño, un regalo para mí, y él dijo: ‘Tendré que enseñarle’. De mi hermano Leonardo admiro su enorme creatividad, su cultura, su gran criterio”, recuerda.
Laura mantiene una disciplina de tres o cuatro horas de práctica. Nació en Bogotá, pero tiene muchos familiares en Cartagena. Concertino de la Orquesta Filarmónica Juvenil de Cámara de Bogotá (2015-2017), Laura colaboró con los directores Krzysztof Penderecki, Rinaldo Alessandrini y Julian Rachlin. Y está cursando una licenciatura en Música en The Mannes School of Music en Nueva York. (Lea aquí: Paula Gallego, un joven talento en el Cartagena Festival de Música)
Una de las grandes experiencias que recuerda en este atardecer cartagenero es su participación en la Orquesta Mundial 24/04 para conmemorar el centenario del genocidio armenio, para ello, realizaron un concierto el 24 de abril de 2015 en el Teatro de Ópera y Ballet de Ereván-Armenia, y ella formó parte del conjunto de cuerdas del violinista Gilles Apap para realizar un concierto en conmemoración de los 70 años del Estado de Israel. “A medida que tocábamos el violín, la obra Nocturno, dirigidos por el maestro Eduard Baghdasaryan, se exhibían imágenes de personas que murieron en ese genocidio... y sus familiares estaban allí, en el concierto. Escuchábamos las lágrimas que se derramaban en el público, fue muy doloroso, lloré con el público. Aún no dejo de estremecerse al escuchar esa obra. El violín penetra, sin duda, en la sensibilidad y en el dolor de la ausencia”.
Me dice que admira al maestro Francisco Zumaqué, quien, además de componer su obra Macumbia, es el autor obras académicas, sinfónicas. En esa lista de admirados, que ahora evoca, incluye a Luis A. Calvo y Blas Emilio Atehortúa. Confiesa que ha desarrollado clases magistrales con los jóvenes músicos ce la Orquesta Sinfónica de Cartagena:
“Mis músicos predilectos son Tchaikovsky, porque me toca las fibras del alma, no solo toca mi cuerpo, sino que además puede hacerme llorar o hacerme feliz. Sus composiciones manejan los sentimientos. Bach es la perfección y la matemática de la música. Me atrapa el juego de armonías. Además de tocar el violín, me apasiona el tenis, lo practico una o dos veces a la semana. También dibujo a lápiz, estimulada por mi hermana. Otra de las pasiones es ir a los museos. Entro al Metropolitan de Nueva York y me dejo llevar por el arte. Es un viaje increíble. Bueno, cuando estoy triste o con la nota baja, mi música es siempre la barroca. Me encanta Nueva York por la diversidad de culturas y porque siempre se está creando algo, siempre está en movimiento. El jazz me gusta, pero es diferente. Es otra formación, otra armonía, fluye en la improvisación. Mis proyectos son los de culminar mi carrera y seguir enseñando, compartiendo el conocimiento. De Colombia te digo que somos calidad, somos únicos, súper alegres, atentos, tenemos una tremenda personalidad. De mí te digo que soy vegana. Como de las lechugas y verduras que siembra Amanda, mi madre en su jardín, pero al llegar a Cartagena caigo en la tentación de la empanada y me llevo a Bogotá la masa para hacerla allá. Creo que lo más difícil de tocar el violín es que hay que ser muy perseverante.
“Cuando uno interpreta una obra que tiene más de quinientos años, tiene que transmitir lo que ese artista quiso expresar. La ópera es un género muy exigente, requiere de una gran producción, un gran escenario, unos músicos, esa infraestructura no la tenemos aún en Colombia. Admiro a quienes en Colombia hacen ópera. Con todos mis hermanos, hemos querido hacer un concierto que se llame Solo Hoyos”, cuenta.
Laura ha recorrido el mundo en festivales internacionales de violín, música de cámara y orquesta, incluyendo el Keshet Eilon Summer Master Course (Israel), Lac Leman masterclasses (Suiza), la academia LAUS de Dubrovnik (Croacia) y Kent Blossom Music Festival. Ganó el concurso de Jóvenes Talentos en 2008, y en la categoría infantil y en la categoría adulta en 2011.
Delgada, sensible, disciplinada, está a punto de cumplir años el 11 de julio, pero no se atreve a decirme su edad, pese a que parece una joven que no pasara de sus veinte años. Es uno de los talentos musicales en el Cartagena Festival de Música 2021.
Luego de cuatro días, la edición 2021 del Cartagena Festival de Música continúa hoy con dos conciertos:
11:30 a. m. Auditorio Getsemaní del Centro de Convenciones. Concierto con la Orquesta Sinfónica de Cartagena. Será un viaje por las bandas sonoras de grandes películas y directores italianos del siglo pasado, pasando por algunos éxitos de Hollywood y terminando con icónicas obras de compositores de Suramérica, Europa y Rusia. También habrá música colombiana y solistas nacionales e internacionales que prometen hacer de esta una noche inolvidable para todos los asistentes. Entrada libre, con inscripción previa.
5 p. m. Auditorio Getsemaní del Centro de Convenciones. La Orquesta Filarmónica de Bogotá, bajo la batuta de Andrés Felipe Jaime, presentará una selección de arias de algunas de las óperas italianas más representativas de la historia. Entrada libre, con inscripción previa.
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