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Cultural

Fallece por COVID-19 Silvia Ferrer, quien consagró su vida a las humanidades

La partida de Silvia ocurrió en la noche del martes, víctima del COVID-19, luego de complicarse por sus quebrantos de azúcar.

Fallece por COVID-19 Silvia Ferrer, quien consagró su vida a las humanidades

Silvia Ferrer. //Cortesía.

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Silvia Ferrer Alandete acaba de partir con el discreto encanto y la dulce sabiduría de quien consagró su vida a las humanidades. Entrañable, dulce, autocrítica, con una sensibilidad y una agudeza espiritual indagante, Silvia vivió para convertir cada día en una obra de arte, y esa actitud la acompañó al final de su vida, irradiando su encanto por la belleza en el trato cotidiano con sus semejantes y con ella misma.

Nacida en San Jacinto, Silvia Ferrer, Egresada en Trabajo Social con especialización en Estudios Regionales y luego en Bellas Artes, fue a lo largo de muchos años la secretaria del Departamento de Humanidades e Idiomas de la Universidad de Cartagena, y finalmente, la Secretaria de la Facultad de Ciencias Sociales y Educación.

“Mujer de gran inquietud intelectual, incansable en la búsqueda espiritual y mental, alentó a muchos en la búsqueda de sí mismos. Gran lectora, le encantaba escribir sus conclusiones como Trabajadora Social y estudiante mística, en cada experiencia social y humana que le tocaba vivir. De gran sensibilidad, su espíritu de artista la apuntaló en el estudio de las bellas artes”, dice Isabel Muñoz, una de sus amigas más cercanas.

“Conocí a Silvia Ferrer cuando ingresé a la facultad de Derecho de la Universidad de Cartagena, y durante esos cinco años de estudio, la oficina del Departamento de Humanidades donde era secretaria del director, fue nuestro tertuliadero y refugio intelectual”, recuerda Isabel.

“El objetivo común era crecer como seres humanos íntegros y llenar el hambre de conocimientos. Recuerdo que en esas tertulias compartíamos lecturas de Uspenski, Kafka, Brecht, Siddhartha, Fromm, Lopsang, Freud, García Márquez, y tantos escritores, sociólogos, historiadores, monjes, y se escudriñaban aspectos tan diversos sobre el yo. Silvia organizó encuentros de estudio de gran concurrencia e impacto en la ciudad, aglutinando estudiantes con profesionales en diferentes áreas. Silvia contagiaba el ansia de leer, indagar, cuestionar, buscar. De una finura espiritual extraordinaria y una versatilidad intelectual, nos deslumbraba a todos con su gran capacidad para descifrar matices de la condición humana. Gran hija, hermana, amiga y funcionaria pública, incondicionalmente dispuesta a dar luces a quien lo requiriera. Ella encarnaba a una feminista luchadora y gestora”.

El legado de Silvia

La partida de Silvia ocurrió en la noche del martes, víctima del Covid-19, luego de complicarse por sus quebrantos de azúcar. Pero hasta poco, participaba activamente en su grupo de amigos y amigas, muchos de ellos vinculados o egresados de la Universidad de Cartagena y al sector cultural de la ciudad.

La noticia ha sido lamentada en distintos círculos académicos, sociales y culturales de Cartagena, en donde Silvia gozaba de gran aprecio y admiración.

“Un gran ser humano, excelente amiga y de una profunda sensibilidad social y artística, dice Luis Germán Porras Espinosa, al evocar a su amiga. “Desde siempre demostró liderazgo e inquietudes por los temas de crecimiento personal y espiritual, incluso, escribió una cartilla sobre ello: El encantamiento del sueño, y compartió sus conocimientos y técnicas con muchas personas, a quienes ayudó sin mediar interés distinto a promocionar sincera e íntegramente su desarrollo personal”.

Epílogo

Las exequias de Silvia se cumplieron este miércoles. Una caravana de amigos la acompañó desde la Funeraria Lorduy hasta el Cementerio Jardines de Paz de Turbaco, en donde será cremada.

De ella queda el legado inolvidable de su profunda y delicada sonrisa, y su sabiduría a flor de labios. Su libro de percepciones sobre los impredecibles y misteriosos caminos del sueño, sus tertulias que abarcaban literatura, filosofía, historia, la visión espiritual de Occidente y Oriente, y su indeclinable vocación para llenar un lienzo de colores que le daban un encanto balsámico a su espíritu. Frente a ese lienzo dibujaba un paisaje de verdores apacibles y horizontes serenos y amatistas.

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