Esta persona era de los mejores amigos que hay en el mundo; esta persona mayor era capaz de entenderlo todo, hasta los libros para niños...
Adaptado de El principito (Antoine de Saint-Exupéry).
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“Tenía muy blanca la piel y el bigote; también un cabello abundante, al estilo de Einstein. (miento, era menos despelucado). Sentado, luego de unos minutos de silencio, de la nada podía soltar la anécdota más inverosímil. Él juraba que todas eran verdad.
Innegablemente letrado, tenía un estilo de escritura similar al de los grandes escritores contemporáneos. Lo envidiaba.- Algún día escribiré como él – pensé el primer día que lo leí.
Compartíamos el gusto por la mantequilla ‘de tarrito’, de las que venden al menudeo en las tiendas de los pueblos en los Montes de María. Nunca lo llamé Germán; quedó bautizado como ‘profe’ desde la clase de Periodismo Internacional, una de las mejores clases de Comunicación Social de la Universidad de Cartagena, y solo porque la impartía él.
Solo hay amor para ti, profe, gracias por traerme a esta casa universal. Donde quiera que estés ojalá te reconforten las palabras de personas que te aprecian y de aquellas que como a mí, les cambiaste la vida”.
De Ivis Martínez Pimienta, con cariño.
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“Siempre pensé que Germán Mendoza pudo ser el mejor reportero de guerra, si bien tenía el don de dirigir, era mejor haciendo sus notas y creando desde su silencio. La primera vez que lo vi actuar fue en enero de 1991, yo había llegado a hacer las prácticas en la sede de la calle San Juan de Dios, en un espacio muy reducido convivía la redacción y su jefe, quien desde una pequeña oficina salía, pedía algo relacionado con el material del día, o bien podía hacer un chiste. Por esos días se produjo el fallido rescate de la periodista Diana Turbay, murió en pleno operativo, y él, dolido por el golpe a la libertad de prensa, coordinó la publicación de manera que producía admiración en esos aprendices como yo.
“Poco tiempo después, en otro enero, pero de 1995, ya trabajando en El Universal, nuevamente vi a Germán en acción; se trató de la tragedia ocurrida con el vuelo de Intercontinental en Marialabaja, un hecho netamente local, con pocas herramientas, pero con profesionalismo por parte del Subdirector Mendoza, quien a esa hora de la noche, tomó el radio de comunicaciones –aún los celulares no eran herramienta de periodistas- y convocó a la redacción para iniciar el cubrimiento, que sin duda, ha sido lo mejor que he podido ver en mi estancia en esta casa periodística, dada la complejidad de esa época y el momento en el cual ocurrió, pleno cierre de edición. Germán y su equipo se dieron la tarea de escudriñar cada detalle, amanecieron y sacaron un periódico con toda la información que los cartageneros esperaban, aún así estaba de vuelta a primeras horas del día para continuar.
“Germán Mendoza Diago fue ese reportero de guerra que para fortuna de muchos y de El Universal, libró las mil batallas desde esta sala de redacción”.
De: Heidi Llanes.
“Confirmé el gran ser humano que era Germán un día, hace muchos años en El Universal. Él me vio preocupado y me preguntó qué pasaba; le comenté que estaba pensando en cómo conseguir una plata para pagar el colegio de mis hijos. “Tranquilo Pedro que uno de padre todo lo resuelve”, fueron sus palabras, y Germán se fue. Apenas unos dos minutos después regresó y me dijo: “Aquí está la plata para el colegio, después me la pagas”.
De: Pedro Torres Vergel.
“¿Qué recuerdo de ‘Mendo’? sus botines y camisas a cuadros que trajo de Popayán; sus deseos de ser director de cine que acabaron cuando se casó con El Universal; su pasión por los libros y por Joan Manuel Serrat; sus chicharrones a mitad de la mañana, con mi regaño incluido; su nobleza; su “cabeza” brillante porque sabía de todo. Poco que le importaban los reconocimientos aunque se mereciera muchos. Recuerdo su devoción por su trabajo; su alcahuetería y especialmente recuerdo que más que un jefe, fue un amigo, que siempre tuvo una mano para apoyarnos, para dirigirnos sin que nos diéramos cuenta y para divertirnos cuando llegaba la tarde y el cierre apremiaba. Te querré siempre Mendo”.
De: Eulalia Pinedo Flórez.
“Conocí bien a Germán Mendoza Diago cuando entré a El Universal en el año 2000. Entablamos no solo una buena relación de trabajo, sino una buena amistad. Germán era un gran periodista y enseñaba con gran generosidad, y además era un lector voraz con amplia cultura. La mayoría de las dudas periodísticas en El Universal las resolvía Germán, quien además respiraba la ética de quien informa con equilibrio y rectitud. Su gran sentido del humor le ayudaba a él y a sus compañeros de trabajo a sobrevivir las tensiones diarias del oficio. Su muerte es una gran pérdida no solo para su familia, sino para sus amigos, colegas y para el buen periodismo del país. Que descanse en paz”.
De: Pedro Luis Mogollón.
“Germán tenía un corazón gigante. Trataba a sus colegas de una manera muy cordial y amable. Igualmente, para corresponderle sus compañeros de trabajo lo llamaban Mono, por el color de su cabello y por el cariño que le tenían. Nos hacía reír con sus anécdotas de infancia.
“Siempre fue una persona muy sencilla a pesar de su capacidad intelectual y su cultura. Además de Editor y Subdirector del diario, era la persona que hacía lo que tenía que ver con cine, con fenómenos de la ciencia, tecnología y fenómenos astronómicos.
“Cuando desarrollamos el proyecto de un diario popular, el aceptó inmediatamente liderarlo, así arrancamos Nuestro Diario que luego se transformó en Q’hubo. Él fue el primer editor de ese diario, sin dejar sus responsabilidades con El Universal. Agradecimiento eterno”.
De: Gerardo Araújo Perdomo.
“Recuerdo su crónica del lavatorio de los pies un Jueves Santo. Era una vivencia de su niñez. En esa oportunidad hizo parte de los chicos seleccionados para que el arzobispo replicara la enseñanza de Jesús. En la historia describió a sumo detalle cómo el cura no pudo respirar cuando todos se quitaron los zapatos.
“Germán nació con el talento de escribir con dominio y gracia, esa habilidad lo mantendrá por siempre entre nosotros. Aún en los últimos años cuando su salud lo puso a prueba, dio muestras de tener una mente brillante, nunca lo vi vencido, siempre mantuvo su dignidad y espíritu risueño. Confieso que eso me impactaba. ¡Lo llevaré siempre en mi corazón!”.
De: Érica Otero Brito.
“Siempre será recordado en la redacción de El Universal no solo por su don de gente, sencillez, inteligencia y profundo sentido del humor, sino por forjar un legado, una pléyade de periodistas que hoy empujamos con valentía las banderas para poner a Cartagena en el pedestal de la prensa colombiana. Mendoza tenía la ciudad en la cabeza, si le tertuliabas de química, política, filosofía, aviación o deportes, ahí estaba él como el mejor. Versado en sus conceptos, eso sí, sin ufanarse de ser el mejor, porque nunca le gustaron los halagos”.
De: Andrés Frías Utria.
“Fue en un febrero de 1987 cuando conocí a Germán Mendoza. Estaba recién egresado de la Universidad y acudí a la Dirección de El Universal a solicitar unas prácticas periodísticas. Mi primer contacto fue con Gonzalo Zúñiga, el director de entonces, ya fallecido, quien me remitió a Germán.
Me encontré un hombre sencillo, con pinta de académico, que inspiraba confianza, transmitía seguridad. Me aceptó como practicante durante 2 meses y creyó en mí.
De su mano crecí como periodista y asumí varios roles en el periódico. Destaco su gran olfato periodístico, su cualidad como maestro y enorme sentido del humor. Hoy, tras su partida, mi más profundo sentimiento de agradecimiento por confiar en mí y darme una oportunidad laboral. A su esposa Martha, con quien compartimos tantas gratas jornadas de trabajo, un abrazo en estos momentos difíciles. A sus hijos y demás familiares, fortaleza. No olvidaremos a un gran maestro, a una gran pluma periodística, al amigo por siempre”.
De: Hermes Figueroa Alcázar.
“Germán sabía de todo, tenía una mente prodigiosa, de esas mentes que salen cada 100 años. Fuiste luz hasta cuando había demasiada oscuridad. Sí. Pusiste tu impronta para siempre en el periodismo cartagenero y colombiano. Brillante de principio a fin, justo, con visión y gran sensibilidad. Fue un privilegio ser uno de tus alumnos. Tengo el corazón arrugado, se fue una extraordinaria persona y gran ser humano. Descansa en paz, maestro”.
De: Carlos Caballero.
“Desde 1994 conocí a Germán Mendoza. Lo recuerdo por su gran capacidad de estar siempre con buen humor las 24 horas, gran persona, siempre con una mentalidad brillante para todos los casos del trabajo”.
De: Óscar Díaz Acosta.
“Después de timbrar mi entrada a El Universal, lo siguiente que hacía cada mañana era darle un abrazo grande y sentido a Germán. Su última oficina quedaba a un lado de mi puesto de trabajo, y apenas iba yo entrando por el pasillo cuando ya estaba él sentado de frente con los brazos abiertos. Si lo veía ocupado me pasaba de largo y prefería dejar el abrazo para después, pero apenas se desocupaba me llamaba: “Mónica, ¿y mi abrazo? ¡Ven!”. Y yo corría, porque además de aprender del maestro, tuve la fortuna de conocer al Germán afectuoso y atento, ese que con un bonito mensaje engrandecía cada fecha especial”.
De: Mónica Meza.
“Con su partida nos deja miles de recuerdos y muchísimas anécdotas con cada “locura” que se le ocurría y que nos mantenía riéndonos a carcajadas. Una mañana entraba consumiendo un dedito de esos que “no crecen mas” y ofreciéndole a todo el que se cruzara por los pasillos; y al día siguiente, entraba al Departamento de Redacción deleitando un rico chicharrón en bolsa de papel, sin pena ni gloria, porque así era Germán, el hombre más sencillo e intelectual que he conocido en esta ciudad. Aunque esos momentos nunca se repetirán yo seguiré recordándolo, en especial, cada 12 de julio, día de nuestro cumpleaños”.
De: Milena Conrado.


