Luego de descifrar centenares de documentos científicos que intuían lo que ya desde las noches de la antigüedad era un recurso de la vida cotidiana, la Organización Mundial de la Salud (OMS) propuso incluir el arte y la cultura en los sistemas sanitarios de Europa, replicable a todo el mundo.
Bastaba que lo dijera la ciencia para que las autoridades empezaran a creerlo. Pero aún hay más documentos que lo reconfirman. Ese anuncio fue revelado mediados de diciembre de 2019, pero es una propuesta que cobra mayor vigencia hoy, cuando el mundo parece sucumbir a la amenaza del COVID-19. Detrás de esa iniciativa está Piroska Östlin, directora regional de la OMS para Europa. (También le puede interesar: ‘La cabaña’ estará disponible para descarga gratis)
Al compartirla, mi amigo y coreógrafo Álvaro Restrepo, fundador de la Compañía Colegio de El Cuerpo, recordé que fue él el iniciador de la propuesta de integrar la Educación Física a la Educación Artística, para una educación integral para el espíritu en la formación de los estudiantes en las escuelas. Lo sugirió para Colombia, replicable para el mundo, y ahora la propuesta se ha ampliado a los sistemas sanitarios. ¿Cómo puede medirse el impacto del arte en la sanación de ciertas enfermedades físicas y mentales?
El estudio de la OMS para Europa comprobó que el treinta por ciento de los afectados por párkinson que aceptaron el desafío de bailar mejoraron considerablemente sus capacidades motoras. No solo sus dolores se aliviaron gracias a la danza, sino que la experiencia mejoró su calidad de vida a nivel familiar y social.
En situaciones extremas como la cuarentena que vive el mundo, la música ejerce un poder sanador y transmutador de emociones, recuerdos y vivencias. Acuérdense cómo en la antigüedad el rey David acompañaba momentos contrariados acompañado del arpa, las liras y los címbalos. Y cómo el músico Antonio Vivaldi (1678-1741) consolaba y aliviaba a los desahuciados con su música. Sus ‘Cuatro estaciones’ nacieron en la contemplación de los campos de Mantúa, en la región de Lombardía, hoy una de las más afectadas por la pandemia.
El médico Dacher Keltner, de la Universidad de Berkeley, ha explicado el impacto del arte como estimulador de las citoquina, “proteínas esenciales para el sistema inmunológico, activan los circuitos de recompensa del cerebro que neutraliza el estrés”. Este dato lo comparte el articulista Miguel Ángel García Vega. (También le puede interesar: Película colombiana sobre transgéneros gana premio en Barcelona)
La Organización Mundial de la Salud recomienda escuchar música, ver una escena teatral, pintar o moldear sueños con plastilina, lo que genera “un descenso de la presión arterial”. La música, a su vez, “reduce los efectos secundarios de los tratamientos de cáncer, la somnolencia, mareos y náuseas”.
Patologías como la diabetes, la obesidad o desequilibrios emocionales y mentales “pueden mejorar a través del arte y la cultura”, ha expresado Piroska Östlin. Pero más que ser pasivo, la recomendación de este estudio es “involucrarse en el arte, ya sea bailar, cantar”, o ver museos virtuales en esta cuarentena, lo que “ofrece una dimensión añadida a cómo podemos mejorar nuestra salud física y mental”.
Varios estudios que nutren esta propuesta de la OMS han compartido casos de enfermos crónicos o terminales que han mejorado sus condiciones de vida, al tener muy cerca una obra de arte que los hace felices con solo verla.
El arte tiene un poder balsámico en el espíritu y en el cuerpo del ser que lo desarrolla o contempla. Un poder terapéutico tiene volver a ver la Capilla Sixtina, recorrer los museos del mundo virtualmente, ver de cerca una obra de arte, ver una película, o viajar a través del tiempo leyendo una novela o un poema.
En buena hora la OMS sensibilizará al mundo para que las artes sean incluidas en los sistemas sanitarios, como herramientas sanadoras y terapéuticas.
La calidad del ambiente del paciente será propicio para intensificar o mitigar las dolencias.
No es lo mismo estar en la habitación de un hospital cuyas paredes blancas ya nos sugieren el umbral inexorable del reino celestial, a una habitación que se abre a un jardín donde aún canta el ruiseñor. O una pared donde esplenden los colores o las sugerencias abstractas. O una habitación que se abre al patio donde empiezan a florecer los jazmines. Dalí quiso morir escuchando una pieza de violín que lo había hecho feliz.
Si además del canto de los pájaros, suena Mozart o Vivalvi, un poco de jazz, y si en el aire flota el perfume de la canela o el olor balsámico del eucalipto y la hierbabuena, podemos tenderle una trampa a las enfermedades y a la amenaza de los fantasmas virales.
Los artistas y los científicos serán los alquimistas modernos de esta encrucijada que vive la humanidad, y a la larga pesadumbre que generará esta batalla por sobrevivir estará equilibrada de manera prodigiosa por las nuevas hazañas de los artistas y los científicos.
El arte vendrá a sanarnos, a consolarnos, a aliviarnos, a sobrellevar lo que no podemos cambiar instantáneamente. El arte vendrá a aliviar el cuerpo y el alma. El arte que, como decía Picasso, “sacude del alma el polvo de la vida cotidiana”.