Enrique Grau era un artista incansable y de una brutal manera de crear. Cuando no estaba pintando, estaba esculpiendo. Cuando no estaba pintando y esculpiendo, estaba modelando una máscara para una fiesta, diseñando un disfraz de carnaval. Cuando no estaba en su estudio, estaba soñando en una película. Fue uno de los actores de ‘La langosta azul’ en 1954. Y un escritor de viajes. Cuando viajó a Islas Galápagos y le vio los ojos antediluvianos a las tortugas, creyó ver la mirada impasible de Dios. Se subía a los andamios a sus ochenta años y trabajaba más de veinte horas al día. Cuando se bajaba de los andamios, entonces preparaba una bandeja de muelas de cangrejos para sus amigos. Salía al atardecer a beber un poco de ron o whisky con sus amigos. Y seguía pintando mientras vivía. Hoy Grau cumpliría 99 años. El año entrante se conmemorará el centenario de su natalicio. Es, sin duda, uno de los mejores artistas de la historia creativa de Colombia en el siglo XX. (Lea aquí: Enrique Grau, un retrato a mano alzada)
Grau está en Cartagena en los ámbitos impredecibles. En la piedra de la muralla que bordea el Museo de Arte Moderno de Cartagena, en el Teatro Adolfo Mejía, en la escultura de Claver abrazando a su hermano esclavizado. (Lea aquí: 10 años sin los trazos del maestro Enrique Grau)
Pero está en el fervor con que se volvió cómplice de las iniciativas culturales de Cartagena, desde los cuatro puntos cardinales de sus tradiciones y querencias.
Grau es algo que aquella mulata cartagenera y el aleteo de las mariamulatas. Es su vocación de ciudad y pueblo, de memoria y leyenda. En sus pinturas, como en sus culturas, está una franja de la historia local, sus personajes deambulan por sus plazas y es fácil presentir que él no se ha ido, sino que ha seguido con nosotros en las misteriosas formas que tiene el arte de revelarse más allá de la muerte. Rita juega y espera. Grau se disfraza para burlarse de lo irremediable. (Lea aquí: Grau con sabor a vino y café)
El Artista y el MAMC
Nuestro recordado artista no solo sorprendió al mundo con sus trazos y formas que fascinan, sino que fue por él, y con la complicidad del maestro Alejandro Obregón, que se reinventó el Museo de Arte Moderno de Cartagena.
Afortunadamente, su deseo apasionado también avanzó hacia el momento de hacerse cargo de los espacios del MAMC e introducir formas y refinamientos que hoy dan la posibilidad de acercarse a maravillosas obras allí expuestas, reveladoras de los placeres que ofrece la intensidad del arte.
El MAMC exhibe orgulloso la obra del Maestro en la Sala Grau con la exposición permanente de pinturas y esculturas que recorren toda su vida artística. (Lea aquí: Una visita a la casa de Enrique Grau)
Lo que viene para el MAMC
2020 será un año de grandes celebraciones en y desde el MAMC, porque se conmemoran los 100 años de tres artistas y amigos entrañables: Enrique Grau, Alejandro Obregón y Cecilia Porras. El Museo de Arte Moderno liderará un movimiento artístico en la ciudad para recordar a estos tres grandes y difundir su legado para las nuevas generaciones.

‘In memoriam’. Enrique Grau. 1992. Grabado sobre lienzo. Colección permanente del Museo de Arte Moderno de Cartagena.
...Observar una obra femenina de Grau desde Cartagena es estrellarse con el alma desnuda de sus féminas, es enfrentar de tajo toda la plena naturaleza de la mujer de esta tierra; la madre, la luchadora, amiga, enemiga y amante, que pisa ese suelo con el poderío innato de llamarse a sí misma: ¡cartagenera!*

Rita 5:30 p. m. 1984. Escultura en bronce. Imagen Villegas Editores.
“Ver una de las mulatas en la obra de Grau, Rita, por ejemplo, sin haber pisado Cartagena, es abrir la puerta hacia la embriaguez en manos de un espíritu impetuoso... hasta mágico...
...Un contonear de caderas casi musical, bambolea los linos almidonados de la gran señora, sus cabellos perfectamente peinados se resisten a la inclemencia de la brisa. Un par de palomas atestigua a la distancia su paso presuntuoso, yo me escondo, entre la mirada y los barrotes; en el que pudo ser el refugio del artista, en el lugar en donde su espíritu deambula a gusto y con propiedad, el Museo de Arte Moderno de Cartagena.
La Plaza san Pedro Claver, vista desde las entrañas del templo profano, atiborrado de especies plásticas y muros suntuosos... ¡Qué mejor refugio para espiar a una Cartagenera!...
...Estas líneas se convierten de pronto en una invitación, en una apelación a conocer a sus modelos, las deliciosas mujeres de sus soportes... Esas adoradoras, fieles custodias de las disposiciones y obra del maestro, hoy indispensables para conocer al artista. Seguramente estas páginas podrían llenarse de muchos nombres... Mujeres que gozan y se halagan al verse en los trazos de Enrique Grau como en un espejo, mujeres que reflejan una masa anónima de muchos nombres, que quizás tienen uno solo propiamente suyo, ese que grita Grau desde su estado actual, ese grito que lo hace inmortal, ese que las llama y las atrapa, ese nombre que llevarán con orgullo hasta el sepulcro: ¡cartagenera!*

‘Autorretrato con peluca en Nueva York’. Enrique Grau. 1984. Colección permanente Museo de Arte Moderno de Cartagena.
*Apartes del texto ‘Sus cartageneras’. María del Pilar Rodríguez. Revista Mundo. 2005. Edición Enrique Grau.