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Cultural

Tambores para despedir a Magín

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El tambor pechiche, el más grande de los tambores ceremoniales de Palenque para despedir a los muertos, al que para tocarlo hay que acostarlo, sonará para despedir a Magín Díaz (1922-2017). Los tambores suenan en cada casa de Gamero, y si no hay tambor alguien convierte su propia puerta o su propia ventana en un tambor de pie. Tal vez uno de los espantos naturales de todo palenquero o gamero es morir lejos del patio donde se tiene enterrado el ombligo. La muerte de Magín en Las Vegas, es otra novela por contar. La travesía del trámite para que su cadáver retornara a su tierra natal, ha sido una odisea. El cadáver llegó en la tarde del miércoles a Cartagena y fue velado en privado por sus familiares. A las 8 de la mañana de hoy, desde la Funeraria Lorduy, los restos llegan a Gamero para  sus exequias a las 4 de esta tarde. También en privado los familiares estarán con los restos del músico, y solo hasta las 11 habrá toque de tambores y rueda de bullerengue y cantos de chalupa,  intervención de los Soneros de Gamero, Pabla Flórez, cantos de lumbalú interpretados por el Sexteto Tabalá y Las Alegres Ambulancias de Palenque, entre otros.   El lumbalú se canta, se baila y se tocan tambores. El toque de tambor es la manera más sublime de llorar en Palenque y en Gamero. El tambor despierta a los ancestros. Las danzas y toques rodean el ataúd. La misma música que hizo feliz a Magín es la misma música que lo despide hacia ese otro misterio que se llama la eternidad. Morir es la otra metáfora del sueño. Se vive soñando y se muere para no despertar de ese sueño. Un campesino sinuano lo dijo mejor: Nos la pasamos más muertos que vivos. Y no es nada morirse, sino el tiempo en que uno dura muerto.

Magín duró 95 años para vencer a la muerte con cantos qiue ya están en la memoria colectiva. Era un depositario de memorias sonoras. Pescaba en la ciénaga de Gamero y sembraba su maíz y su yuca y su plátano. Y sembraba sonidos que había escuchado de los labios de sus padres, melodías que había acogido, reinventado, interpretado y creado. La promesa de que el gobierno regional hará un Centro Cultural con su nombre en un pueblo donde la gente vive al pie de agua pero le toca comprar el agua, es una de las grandes paradojas de la cultura. Se crea la riqueza cultural del país con el ingenio de los más pobres, y su tesoro se vuelge colectivo en pueblos que sobreviven en la pobreza y con pocas oportunidades de servicios básicos y una mejor calidad de vida. Los gameros ven en Magín a su Juglar de la Chalupa, que los representa más allá de la muerte, con el Orisha de la rosa y con su cantos que salieron de Gamero para el mundo.

Lo cierto es que si usted entre a una casa de Gamero, lo más común que puede ocurrirle es escuchar a un sonero inédito que jamás ha grabado o a una cantadora de bullerengue que pondría de pie a las audiencias del universo. Pero allí se sobrevive. Con lo que brinda la ciénaga y la tierra. Aún falta un visionario delirante con un proyecto público que se atreva a darle un mejor destino a la ciénaga, a la reserva humana y artística de Gamero y a las canciones de Magín. Falta un proyecto público a nivel cultural que haga visible esa reserva artística que suena monte adentro con el lamento legítimo de los tambores que lloran desde la madrugada a Magín y claman por una segunda oportunidad sobre la tierra. 

Magín Díaz, adiós con tambores en sus funerales hoy en Gamero. Óscar Díaz-El Universal
Magín Díaz, adiós con tambores en sus funerales hoy en Gamero. Óscar Díaz-El Universal
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