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Cultural

Pacho Antonio Rodríguez, el alma de un titiritero

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Los titiriteros son artistas que convierten una media perdida en un niño, o acaso en el corazón de un mundo que empieza a latir con las palabras.Uno jamás podrá acostumbrarse a la partida de los amigos, y menos, de aquellos seres entrañables como el titiritero Francisco Antonio Rodríguez (1951-2016), legítimo  empresario de la risa, que ha ido a cumplir la cita celestial  para recordarle a los ángeles, el arte olvidado de la sonrisa. Pacho, como era conocido cariñosamente por todos, creó la Asociación de Arte Trotasueños y fue uno de los artífices junto a Eliécer Paternina y Flor de Liz, del Festival Nacional de Títeres en Cartagena. Recuerdo cómo Pacho y su legión de amigos le pidieron al Maestro Enrique Grau que ilustrara el afiche promocional del primer festival de títeres. La sorpresa de los titiriteros fue encontrarse con el alma infantil de Grau, quien toda su vida tuvo sentados en el sofá de su apartamento a muñecos y muñecas de trapo a los que el artista les metía conversación en instantes de soledad, y les tomaba el pelo.

Pacho, que acaba de partir el pasado 27 de noviembre, era un muchacho que había sobrepasado los sesenta años pero se había detenido en los treinta y nueve,  o en los nueve años cuando le daba la gana. Se comía con dulzura los años que pasaban con pulso de artista y de titiritero. Eso lo hizo un niño perpetuo. Nadie que sea capaz de ver en un calcetín roto el alma de un niño escondido no tiene derecho a envejecerse. La vida está  fundida de supremas perplejidades, y Pacho era un maestro de transmutar lo simple en sublime, gracias a su paciencia como gestor y creador. En las barriadas de Cartagena en donde aún las fronteras invisibles dejan rastros de sangre en el aire, Pacho devolvía alegría en medio de las tensiones sociales, llevando títeres en rincones de la ciudad en donde jamás habían escuchado el latido del corazón de un muñeco de trapo. Detrás de cada titiritero que conozco me encuentro con aquel viejo amigo Tío Conejo que encantó a los niños de hace más de treinta años en la Cartagena pequeña y humana, en la que todos nos conocíamos. Muchos años han transcurrido en esta aventura de encontrarle una quinta pata a las siete vidas del gato de la imaginación, y la respuesta ante lo inexorable de morir, es la certeza de que el arte es la única apuesta que vence a la muerte. Pacho deja una memoria feliz en el mapa emocional de sus vigilias creativas, y una audiencia que volverá a verlo siempre sonriente frente a la vida, más allá de la muerte, dándole vida a un muñeco de trapo, resucitando en los caminos de su arte.

Homenaje al titiritero Francisco Rodríguez (1951-2016) Cortesía
Homenaje al titiritero Francisco Rodríguez (1951-2016) Cortesía
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