Perteneció a una generación iluminada de la cultura en Cartagena, que en los años cuarenta y cincuenta modernizó la manera de pensar, escribir y vivir en la ciudad.El escritor cartagenero, ensayista y columnista de opinión política Ramiro de la Espriella falleció ayer a sus 94 años en Bogotá. Integró junto a su hermano Óscar de la Espriella, Gabriel García Márquez, Clemente Manuel Zabala, Héctor Rojas Herazo, Gustavo Ibarra Merlano y Manuel Zapata Olivella, el núcleo humano más brillante de la cultura local que modernizó el periodismo, la poesía, la narrativa y la columna de opinión. Con el joven García Márquez que llegó a Cartagena en 1948 compartió lecturas y visiones de las novelas de Virginia Woolf y William Faulkner. Juntos coronaron reinas universitarias y se prestaron discursos. El de Gabo era de Ramiro, y el de Ramiro era de Gabo. Los dos jugaron a inventar y desafiar lo establecido. Y a revisar las vidas de los coroneles de la Guerra de los Mil Días. Juntos compartieron sancochos babilónicos, y se rieron de la vida y de la muerte.Ramiro de la Espriella era uno de los grandes amigos de García Márquez, en cuya memoria Vivir para contarla, es nombrado como una conciencia política, un intelectual ineludible y una sensibilidad creadora.Escribió diversos libros como “La conciencia subversiva”,”Las ideas políticas de Bolívar”, “La palabra encadenada”, “La baraja incompleta”.Mantuvo la lucidez irreverente, indoblegable y rebelde hasta el final de su vida. Ejerció la cátedra universitaria en la Sergio Arboleda. Fue columnista de opinión en El Universal, El Heraldo, El Espectador, El Mundo, entre otros. Estudió su bachillerato en el Colegio La Esperanza. Graduado en Derecho en la Universidad Externado de Colombia, con estudios en La Sorbona de París y en Inglaterra. Fue Senador de la República, Diputado, Representante a la Cámara de Bolívar y Bogotá.
El visionario“Si se refieren a mi dedicación al periodismo, por ejemplo, nada me ha satisfecho tanto, sin haber sufrido el menor síntoma de cansancio, que el haber definido en un editorial o comentario la pesadumbre ideológica y moral que ha venido conduciendo a Colombia a su desintegración política en decremento de su soberanía nacional”, dijo al ser homenajeado por la Universidad Sergio Arboleda.“En mi caso, desafortunadamente, no he encontrado quién lleve a cabo mis ideas, hasta el punto de que obsesionado por ellas, cuando llego a un restaurante, me tienden la carta y luego me pregunta el recepcionista: ¿Qué quiere tomarse?, le respondo: “Siempre he intentado tomarme el poder, pero no he podido”.Era una conciencia política del país que enjuició la corrupción y el poder asolapado, manipulador y codicioso. Su actitud y su carácter fueron siempre la de un ser con un temple claro y firme.



