comscore
Cultural

Cecilia Porras, una artista fuera de serie

Compartir

A Cecilia Porras (Cartagena 1920-1971), le ocurre lo mismo que a su amigo el escritor Álvaro Cepeda Samudio( 1926-1972): se les recuerda por el mito  de sus vidas personales, pero se les conoce muy poco por la trascendencia de sus obras artísticas.

Cecilia Porras fue además de excelente dibujante y pintora y una de las artífices de la modernidad en las artes del Caribe colombiano de mediados de siglo XX, una conciencia crítica de su tiempo.  Esa actitud iconoclasta frente a la vida, la intelectualidad, la sociedad y las artes, la convirtió en una hereje frente a la mentalidad conservadora de Cartagena.

Su tarea de demolición de prejuicios sociales, raciales, religiosos, sexuales y políticos, empezó en su propia casa, al enfrentar a su padre, el historiador  conservador Gabriel Porras Troconis.

La suya era una sensilidad alerta e innovadora que no se limitó al arte sino  a crear un lenguaje personal, una manera de  vivir y pensar. Ella es grande en todo lo que emprendió en su breve e intensa existencia. Su personalidad, su carácter, su imaginación y su creatividad desbordaron los límites de la pintura, y se expresaron en el performance, en la irreverencia de disfrazarse en lugares íntimos, privados y públicos. Disfrazarse de pantera o burlarse de los convencionalismos y los prejuicios de una sociedad colonial , fueron unas de sus formas de encarar las realidades humanas y sociales.

Nutrió de sentidos los caminos creativos de los núcleos artísticos y literarios de Cartagena y Barranquilla. Ilustró el libro de cuentos “Todos estábamos a la espera” (1954) de Álvaro Cepeda Samudio, participó como actriz en el experimento cinematográfico surrealista de “La langista azul” en ese mismo año, e ilustró la primera edición de la novela La hojarasca (1955) de Gabriel García Márquez, y la novela La casa grande  (1962) de Álvaro Cepeda Samudio.

La producción artística de Cecilia Porras  llegó a su esplendor entre 1956 a 1958, según el juicio de Álvaro Medina, pero ese nivel altísimo se ve quebrantado a principios de los años sesenta cuando la artista retoma la figura humana en grandes dimensiones y se extravía del camino inicial. Las obras que pinta a finales de los cincuenta son asumidos con tendencia cubista y con apertura cromática.

Se destacan “Rehilete” (1958), cuya figura alargada en lila contrasta con una policromía en donde se cruzan el rojo, el verde y el amarillo; “Velero y figura” (1958) y el maravilloso “Ángel volador” (1959) en donde prevalece el naranja, el amarillo y el verde. Es una de sus  mejores y privilegiadas obras : el ángel que sobrevuela una naturaleza en naranja está confabulado con el paisaje, es una unidad fantástica; las alas y las hojas de los árboles tejen entre la tierra y el ángel una cosmogonía mágica.

Cecilia Porras podría ser el ícono femenino de una valentía creadora  en Cartagena, y su obra artística autónoma, independiente espera ser estudiada con rigor por las nuevas generaciones. Esa es la razón de la tertulia de hoy.

Cecilia Porras, “castillo de San Felipe” (1967), una de las obras de esta artista que aportó a la modernidad estética en el Caribe collombiano. EL UNIVERSAL
Cecilia Porras, “castillo de San Felipe” (1967), una de las obras de esta artista que aportó a la modernidad estética en el Caribe collombiano. EL UNIVERSAL
Cecilia Porras en “La Langosta azul”. EL UNIVERSAL
Cecilia Porras en “La Langosta azul”. EL UNIVERSAL
Isabel C. Ramírez, Alberto Abello Vives, hoy en tertulia. EL UNIVERSAL
Isabel C. Ramírez, Alberto Abello Vives, hoy en tertulia. EL UNIVERSAL
Únete a nuestro canal de WhatsApp
Reciba noticias de EU en Google News