Hay artistas que brillan en el silencio. Que solo se expresan a través de su obra. Y solo les importa la grandeza del espíritu que cifran en sus pinturas. Solo requieren escuchar el latido del corazón de Dios en las pequeñas e invisibles cosas del universo.
Es el caso excepcional de Agustín Rivera Martínez (Cartagena, 1957), egresado de la Escuela de Bellas Artes de Cartagena y alumno destacado del Maestro Pierre Daguet, Juan Sebastián Horrillo, Pedro Ángel González y Miguel Sebastián Guerrero.
Agustín que es sordo pero no mudo, ha cruzado el vasto silencio del mundo, escuchándolo todo con sus ojos y su alma vigilante. Y ha escuchado la música que late en el silencio. Muchas veces en las tiendas de San Diego nos hemos puesto a conversar en estos veinte años que han pasado vertiginosamente ante nuestros ojos. Él leyendo cuidadosamente mis labios e interpelándome con juicio y sabiduría. Siempre hablando de lo mismo: de la pintura. De sus criaturas que salen y se sumergen en el mar de Cartagena de Indias. Del bonche humano que acude todos los domingos a las playas de Marbella. Me recuerda a veces al español Joaquín Sorella, en su fijación por el universo humano cerca al mar. Sorolla pinta niños y mujeres bañándose en el Mediterráneo. Agustín pinta a los niños, las mujeres y el paisaje marino del Caribe. Su manejo de la figura humana es certera. Su paleta es de una luz de atardecer, discreta, terracota, en contraste con los cuerpos negros y morenos y el resplandor del ocaso entre las olas. Los ocres se vuelven dorados y luminosos. Resuelve con tino los oleajes, los pliegues de la piel y el espectáculo visual de la atarraya atrapando el mar y el cielo. No juega con las abstracciones. Lo suyo es el instante en el mar. Hay sin duda, una buena influencia de su maestro Pierre Daguet y algo de Pedro Ángel González en su predilección por los tonos sepias. Tantas veces le he propuesto esta página que hoy escribo por el mérito de su ser y de su obra, que muy temprano me propuse hacer las fotos de algunas de sus obras.
Su trayectoria de exposiciones también ha sido discreta. Expone por primera vez en 1975 en el Salón Nacional de la Costa Norte, en Cartagena, luego de graduarse. Expone de manera permanente en la Galería Santo Domingo y en el Pulguero de María del Socorro Pinzón. Pero su obra se ha expuesto en el Salón Nacional de Arte de la Costa en Barranquilla, en el Hotel Sinú, de Montería y en el Salón Pierre Daguet de la Universidad Jorge Tadeo Lozano.
Las mujeres palenqueras que venden sus frutas en la playa, el pescador que lanza su atarraya, los niños que juegan frente al mar, los alcatraces en sus horizontes de fuga y las escenas cotidianas en el mar de Cartagena de Indias, son algunas de sus imágenes de sus pinturas.
Ahora que ha empezado a escuchar gracias a la tecnología implantada en su cerebro, sé que la música que empieza a escuchar Agustín Rivera se traducirá en colores.
La música que viene del mar ya está en su corazón. Ahora resonará de otra manera. Y él la atrapará en sus >