Desde hace más de una década, y con el objetivo de reducir la emisión de gases de efecto invernadero, los gobiernos alrededor del mundo han acelerado el proceso de transformación energética a partir del ingreso de una mayor cantidad de energías renovables variables. Sin embargo, y a pesar de que tal objetivo resulta loable, surge una interrogante crítica para una economía emergente y con una matriz que ya es renovable en comparación con la de otras naciones, como la de Colombia: ¿es sostenible la transición energética en un escenario donde la seguridad del suministro está en riesgo?
Según información del Centro Regional de Estudios de Energía (CREE), mientras en Colombia se discute sobre tecnologías futuras, la deuda social presente es inmensa. Actualmente, hay 4,1 millones de colombianos que carecen de un servicio de energía adecuado (viviendas sin servicio o con servicio deficiente), por lo que este debería ser el verdadero punto de partida para el gobierno actual y el que venga, pues es urgente reducir esta brecha de cobertura y avanzar en la universalización del servicio, una tarea que requiere inversiones millonarias, estimadas en $32 billones de pesos. Lea además: Colombia ante la amenaza de un apagón: por qué podría ocurrir y qué pasaría.
El ‘Trilema Energético’: ecológico, pero también seguro
Buscando interpretar el panorama actual, el Consejo Mundial de Energía utiliza el concepto de ‘Trilema Energético’, un enfoque que alerta sobre cómo una transición exitosa no puede basarse únicamente en la sostenibilidad ambiental o el cambio de tecnologías hacia las renovables no convencionales o intermitentes, sino que también debe equilibrar simultáneamente la seguridad energética y la asequibilidad, para así garantizar que habrá energía disponible y que esta tendrá un precio razonable para los usuarios.
Por su parte, el Foro Económico Mundial (FEM) es contundente al establecer que “la seguridad energética, definida como la disponibilidad continua de fuentes a un precio razonable, es la piedra angular del desarrollo”, y analizando la complementariedad entre la energía hidráulica y la térmica como factores vitales para evitar riesgos de apagón y garantizar la descarbonización enfatiza que “Sin seguridad energética, no habrá transición energética”.
Estableciendo la premisa clara que no todos los países deben transitar el camino de la transición, ni a la misma velocidad ni bajo las mismas condiciones, el FEM subraya que, aunque la región tiene ventajas estructurales (potencial solar e hidroeléctrico), enfrenta un desafío crítico de inestabilidad regulatoria e institucional, y un escenario de incertidumbre que limita la previsibilidad normativa, socava la confianza de los inversionistas y frena el despliegue de soluciones energéticas.
Complementariedad: un matrimonio ideal
Colombia lleva más de 30 años sin apagones, un logro atribuible al diseño de mercado surgido tras la Constitución de 1991 y, fundamentalmente, a la complementariedad eficiente entre sus tecnologías de generación.
Por ello, y aunque el país celebra la entrada de proyectos solares y eólicos que diversifican la matriz y aportan resiliencia, los expertos señalan que no se debe renunciar a las tecnologías convencionales que aportan mayor grado de firmeza. Las fuentes renovables no convencionales son, por naturaleza, intermitentes (dependen de si hay sol o viento). Por tanto, se requieren recursos que ofrezcan confiabilidad durante las 24 horas del día y los 7 días de la semana para soportar esa variabilidad, lo que solo esta al alcance, hoy por hoy, de las grandes centrales hidroeléctricas y las termoeléctricas.
Lea también: Retrasos en energías renovables disparan alertas en la expansión eléctrica de Colombia.
La arquitectura energética ideal debería constituirse de la siguiente manera:
1. El pilar hidroeléctrico
Gracias a la geografía nacional, la generación hidráulica representa cerca del 70 % de la capacidad instalada del país. Es la fuente más limpia, económica y competitiva. Centrales como Hidroituango, El Guavio y San Carlos son la columna vertebral del sistema. Sin embargo, ya se han emitido alertas sobre el desperdicio de potencial, pues dicha fuente, a pesar de ser abundante y tener el mayor potencial, se ha venido quedando sin incentivos y hasta el momento no avanza en soluciones o mejoras.
El Atlas Hidroenergético de la UPME (2016) indica que se podrían desarrollar hasta 56 GW adicionales (2,7 veces la capacidad actual). A su vez, la Asociación Internacional de Energía Hidráulica estima que el mundo necesita duplicar su capacidad hidroeléctrica para 2050 para cumplir con las metas de cero emisiones, por lo que Colombia debería desarrollar más proyectos hidroeléctricos de gran escala, pero por decisiones de política pública, ello no está sucediendo en la actualidad.
2. El respaldo térmico
Pasando a la faceta de generación térmica (gas, carbón, diésel), que ha sido el seguro de vida de Colombia durante fenómenos climáticos extremos como El Niño, si bien sus costos operativos son más altos, su operación es indispensable para la confiabilidad y para contar con un respaldo firme.
Esta fuente de energía representa cerca del 30 % del total de la matriz, con una capacidad de 6,09 GW, donde su composición es mayoritariamente a gas natural (68,45 %), seguida de carbón (25,08 %) y diésel (3,95 %). En este rubro también deberíamos estar creciendo y no lo estamos haciendo.
3. Las renovables variables y el almacenamiento: diversificación con reglas claras
El tercer componente de esta “arquitectura” energética lo conforman las fuentes renovables variables —principalmente solar y eólica— junto con los sistemas de almacenamiento de energía. Estas tecnologías cumplen un rol clave en la diversificación de la matriz, la reducción de emisiones y el aprovechamiento de recursos naturales abundantes, como el viento en La Guajira y la radiación solar en gran parte del territorio nacional.
No obstante, su aporte está condicionado por su naturaleza intermitente y no despachable, lo que implica que, por sí solas, no pueden garantizar confiabilidad ni suficiencia energética. La experiencia internacional muestra que una alta penetración de renovables variables exige, necesariamente, inversiones paralelas en redes, mecanismos de respaldo y sistemas de almacenamiento (baterías, bombeo hidráulico, hidrógeno, entre otros), así como señales regulatorias adecuadas para su integración eficiente al sistema.
En Colombia, si bien se han dado avances importantes en la incorporación de estas tecnologías, persisten cuellos de botella en licenciamiento ambiental, consulta previa, expansión de transmisión y diseño de mercado. A ello se suma que el almacenamiento, llamado a ser el complemento natural de estas fuentes, aún carece de un marco regulatorio claro y de incentivos que reconozcan su valor sistémico. Sin estas condiciones, el crecimiento acelerado de renovables variables puede terminar trasladando costos y riesgos al resto del sistema, en lugar de fortalecerlo.
En ese sentido, el reto no es elegir entre solar, eólica, hidroeléctricas o térmicas, sino lograr una integración armónica en la que las renovables intermitentes (solar y eólica) aporten energía limpia y competitiva, el almacenamiento ayude a gestionar su variabilidad y los demás pilares – hidroeléctrico y térmico – aseguren la firmeza y estabilidad del sistema. Solo así este “matrimonio” energético será sostenible, resiliente y capaz de responder a los crecientes desafíos de demanda y transición energética.
El primer paso urgente
Con el objetivo firme de establecer reglas claras para un futuro seguro, distintas asociaciones y expertos en el tema coinciden en que el panorama energético de Colombia se encuentra en un punto de inflexión, en el que si bien el país posee una matriz envidiable y un potencial enorme, los balances se vienen estrechando ante el estancamiento en el crecimiento de oferta firma, y la clara advertencia de los organismos internacionales en cuanto a que la inestabilidad regulatoria es el mayor enemigo de la transición.
Para avanzar, el país, por intermedio del gobierno de turno, necesita recuperar la confianza inversionista mediante reglas claras que garanticen la seguridad energética. Igualmente, se debe entender que renunciar a la complementariedad tecnológica o descuidar la firmeza que brindan el agua y el gas, en pos de una transición acelerada y sin planificación, podría poner en riesgo tres décadas de estabilidad eléctrica y daría un golpe terrible al bolsillo y tranquilidad de los colombianos.
Lee además: Colombia podría quedarse sin energía desde 2026: esta es la advertencia de los gremios
5 cosas que deberá hacer el próximo presidente de Colombia
1. Trabajar con el sector privado para asegurar la inversión y entrada oportuna de los proyectos
2. Sanear financieramente el sistema
3. Viabilizar la prestación del servicio en el Caribe
4. Poner la inclusión en el centro de la política energética
5. Liderar un replanteamiento de la transición energética
Fuente: Centro Regional de Estudios de Energía
Llaves para la Transición Energética en Colombia
• Instalar +70 GW de FNCER entre 2024-2050
• Apropiación social y territorial de los proyectos
• Impulsar consumo más eficiente y electrificado
• Prepararse para escenarios más complejos y costosos
• Nuevos energéticos para sectores difíciles de descarbonizar
• Uso eficiente de reservas fósiles para autosuficiencia
• Acelerar inversiones y cerrar brechas de habilidades
• Modernización tecnológica para soberanía energética
• Reentrenar la fuerza laboral para nuevos sectores
• Reindustrialización con tecnologías limpias
• Reformar el modelo de regalías y ordenamiento minero
• Desarrollo minero con estándares altos y beneficios sociales
Fuente: Fuente: MME TEJ (2025)

