Ángela Mariño, una joven que convivió con el cáncer y múltiples enfermedades durante 24 años, transformó su despedida de este mundo en un acto de amor que hoy inspira a miles de personas. Antes de acceder a su derecho a la eutanasia, Ángela expresó un último deseo: que a su velorio nadie llevara flores, sino comida para perros y gatos destinada a fundaciones. Su intención era clara: seguir salvando vidas incluso después de partir.
La enfermedad acompañó a Ángela desde los 12 años, aunque el diagnóstico llegó muchos años después, de manera inesperada. Ella misma relató en un video que fue un médico veterinario quien, a sus 20 años, logró identificar el cáncer que ningún profesional humano había detectado. A partir de ese momento, su salud se vio deteriorada por migrañas severas, endometriosis, enfermedades autoinmunes y episodios en los que perdió por completo la movilidad.
Pese a ese panorama, su determinación la llevó a volver a caminar apoyada en un bastón y a superar complejas cirugías que incluyeron la extirpación de un tumor cerebral. Entre dolores y recaídas, había algo que siempre encendía su fuerza: su profundo amor por los animales. Estudió medicina veterinaria y, cuando su cuerpo lo permitía, dedicaba su tiempo a rescatarlos y cuidarlos.
El último deseo de Ángela antes de partir
En ese camino construyó una red de apoyo conformada por personas que compartían su sensibilidad. Una de ellas fue la veterinaria y activista Karla Carpio, quien se convirtió en una de sus amigas más cercanas.
A través de las redes sociales de Karla se conoció uno de los videos más virales y emotivos grabados por Ángela. En él, ambas reflexionan sobre la manera en que las personas se despiden de sus seres queridos. Ángela aprovechó ese espacio para pedir que su última ceremonia no se llenara de flores, sino de actos que realmente generaran impacto.
“Me gustaría que muchas personas se sumaran a esta forma de despedir a quienes se van, haciendo cosas más significativas que gastar dinero en flores que se van a pudrir. Lo que me gustaría es dejar un legado”, expresó Ángela en la grabación.
También manifestó uno de sus mayores temores: dejar de ayudar a los animales al morir. Su amiga la tranquilizó asegurándole que siempre existirán manos dispuestas a continuar esa labor. Ángela respondió con una frase que quedó grabada en la memoria de quienes la conocieron: “Voy a tener una fundación en el cielo”.
El último adiós de Ángela Mariño: la joven que pidió ayudar a los animales
Su deseo se cumplió el pasado 10 de noviembre. Familiares, amigos y desconocidos conmovidos por su historia asistieron a su velorio cargando bolsas de concentrado para perros y gatos. Todo lo recolectado será entregado a fundaciones que trabajan por los animales en condición de vulnerabilidad.
La despedida de Ángela no solo fue un homenaje a su vida y a su lucha incansable contra la enfermedad, sino también una muestra del enorme corazón que la caracterizó. Su último gesto se convirtió en un acto de solidaridad que continuará ayudando a los animales que tanto amó y que hoy inspira a otros a seguir su legado.

