El proceso judicial contra el sacerdote Jaime Vargas Ruiz ha revelado una serie de casos de abuso sexual ocurridos en Santander, afectando a varias víctimas que ahora buscan justicia. La denuncia fue iniciada por Jonathan Ortega Araque, quien con 16 años de edad fue víctima de abuso por parte de Vargas Ruiz en 2007. Desde ese momento, la vida de Ortega se vio marcada por años de oscuridad, pero a los 29 años decidió denunciarlo, convirtiéndose en la voz de otras víctimas que aún temen hablar.
El juicio contra el sacerdote, quien fue parte de la Diócesis de Socorro y San Gil, ha avanzado a lo largo de los años. En 2020, Ortega formalizó la denuncia ante la Fiscalía y la Iglesia, y en mayo de 2023 la Fiscalía General de la Nación presentó formalmente cargos en su contra por acto sexual violento con menor de edad. Lea: La estrategia del falso sacerdote que estafó a 219 personas en Chocó
Más víctimas salen a la luz tras denuncia
El proceso no solo ha traído consigo la esperanza de justicia para Ortega, sino también ha dado paso a nuevas víctimas que, por primera vez, se atreven a hablar. “Gracias a la divulgación de este caso tenemos conocimiento de cuatro víctimas más de abuso por parte de Jaime Vargas Ruiz cuando fue sacerdote en la Diócesis de Socorro y San Gil”, relató Ortega. Los testimonios de estas nuevas víctimas han sido claves para que se amplíen las investigaciones y no se quede en la impunidad.
Estas víctimas, al igual que Ortega, vivieron el abuso sexual durante su adolescencia, con edades que fluctuaban entre los 15 y 17 años. La lucha de Ortega no solo se centra en su propio proceso judicial, sino en el de aquellos que, por miedo o falta de apoyo, no habían denunciado antes.

La lucha contra la revictimización y las reacciones sociales
Para Ortega, uno de los aspectos más difíciles de su proceso ha sido la revictimización, un fenómeno común en las víctimas de abuso sexual en Colombia. “Lo más difícil de este proceso es la presión de la revictimización. Incluso todo el proceso es revictimizante”, señaló el docente, quien contó que cada vez que se le solicita que relatará su experiencia, el dolor se revivía.
En su relato, Ortega también abordó el impacto que tuvo el caso en su vida personal. Durante el proceso, recibió mensajes y llamadas de personas que lo culpaban de lo ocurrido. “Me culpan, por increíble que parezca. Afirman: ‘un muchacho de 15 años ya sabe lo que hace’. La gente culpa no al abusador, sino al menor de edad abusado”, expresó, haciendo referencia a los prejuicios sociales que recaen sobre las víctimas.
Un sacerdote abusador y su carrera en la Iglesia
El sacerdote Jaime Vargas Ruiz, de 53 años, durante su tiempo como miembro activo de la Iglesia, llegó a ocupar cargos de relevancia dentro de la Diócesis de Socorro y San Gil. Fue presidente del Tribunal Eclesiástico, donde se gestionaban casos de otros sacerdotes acusados de abuso sexual. A pesar de su cargo, Vargas Ruiz utilizó su posición de confianza para cometer actos delictivos que han marcado la vida de los jóvenes víctimas.
En un acto que reavivó el dolor de las víctimas, la Diócesis de Socorro y San Gil, tras un largo proceso en el Tribunal Eclesiástico, decidió expulsar a Vargas Ruiz del estado clerical en julio de 2024, encontrándolo culpable de abuso sexual contra menores. “La Diócesis de Socorro y San Gil pide perdón por lo sucedido y ofrece acogida, escucha y acompañamiento al señor Ortega, así como la disponibilidad para atender los requerimientos necesarios para adelantar un proceso de sanación espiritual y psicológica”, rezaba el acta de la decisión, un acto que Ortega calificó como insuficiente e indignante.

¿Qué sigue para las víctimas?
Jonathan Ortega, quien sigue adelante con su proceso judicial, expresó que, aunque la sentencia contra Vargas Ruiz es inminente, aún queda mucho por hacer. A pesar de haber logrado la expulsión del sacerdote y llevarlo ante la justicia, Ortega no descarta seguir adelante con una demanda por reparación civil.
“La violencia simbólica, como el caso de la rectora del colegio católico que me dijo que no tocara a las niñas, es algo que aún me afecta profundamente”, aseguró Ortega, quien destacó lo difícil que ha sido para él reconstruir su vida mientras lucha por una justicia completa.
En cuanto al futuro, Ortega mencionó que, aunque el juicio está avanzando, lo que más le importa es que el responsable de su sufrimiento pague por sus actos. “Después de que ocurra eso, me he preguntado muchas veces qué haré con mi vida. Lo que pienso es que con la decisión del juez, una parte de mi reclamo de justicia estará cerrado”, concluyó Ortega, quien con su testimonio espera que otros encuentren la valentía de denunciar y que la verdad salga a la luz.
La sentencia final contra Jaime Vargas Ruiz está programada para dentro de las próximas semanas, pero su caso ha dejado una profunda huella en todos los involucrados. Para Ortega y las otras víctimas, la búsqueda de justicia sigue siendo un proceso largo y doloroso, pero necesario para sanar las heridas del pasado.