Colombia avanza en la actualización de sus Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC, por sus siglas en inglés), una hoja de ruta legal para enfrentar el cambio climático. Esta actualización busca no solo reducir las emisiones y adaptarse a los impactos del calentamiento global, sino también garantizar que la niñez, el grupo más vulnerable ante esta crisis, esté al centro de la toma de decisiones.
Aunque el país apenas representa el 0,6 % de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, es el cuarto más vulnerable a los efectos del cambio climático a nivel mundial, y el primero en las Américas, según el World Risk Report 2024. La paradoja es evidente: quienes menos contribuyen al problema, sufren sus consecuencias más severas. En Colombia, esa injusticia tiene rostro de niño.
Así lo señala la Unicef, que ha acompañado este proceso para asegurar que los derechos de niñas, niños y adolescentes no solo sean considerados, sino que ocupen un lugar prevalente en las políticas públicas de adaptación y mitigación. La organización indica que la evidencia no deja dudas: en el 2024, cerca de 9.000 desastres naturales afectaron a más de un millón de personas, según la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD). Incendios forestales, inundaciones, vendavales, derrumbes y sequías golpearon especialmente a las comunidades más pobres y a los niños, que enfrentaron interrupciones escolares, enfermedades, hambre y desplazamientos. Lea: Cartagena asegura recursos de la ONU para enfrentar el cambio climático
La inseguridad alimentaria es otro síntoma alarmante. El 40 % de los hogares manifestó temor de no tener suficiente comida, y en el 5,7 % de ellos al menos un miembro pasó un día entero sin comer. Las enfermedades sensibles al clima, como el dengue y la desnutrición aguda, también han cobrado vidas: 382 niños murieron por infección respiratoria aguda en el 2023, y el dengue se llevó 118 vidas, más de la mitad de ellas menores de edad.
El calor también afecta la educación. En zonas como El Charco (Nariño), el aumento de temperaturas obliga a suspender clases. Marlén Hurtado, docente de la institución educativa Isla Bazán, explica que muchos estudiantes no resisten el calor después del mediodía, lo que reduce su permanencia en las aulas. Roberssy Camacho, una adolescente de la misma región, relata cómo debían salir del salón para buscar agua porque no tenían acceso suficiente. Estos testimonios ilustran cómo el cambio climático desdibuja uno de los entornos más seguros para la infancia: la escuela.

Además, La Unicef indica que la salud pública se ve amenazada por vectores como el mosquito aedes aegypti, cuyo ciclo de vida se amplía con el aumento de temperaturas. Enfermedades como el zika y la fiebre amarilla comienzan a expandirse a zonas antes libres de estos riesgos. Para Valentín Estrada, Oficial de Agua, Saneamiento, Higiene y Cambio Climático de Unicef Colombia, la prioridad es anticipar la respuesta del Estado, fortalecer la vacunación, el acceso a agua potable y preparar al personal de salud para reducir la pérdida de vidas.
El impacto del cambio climático no es homogéneo. Las comunidades indígenas, rurales y pobres enfrentan riesgos mayores. La desnutrición aguda y las muertes por enfermedades respiratorias se concentran en regiones históricamente excluidas como La Guajira y el Chocó. Sin embargo, ni las ciudades están exentas: Bogotá, pese a contar con la mejor red de salud del país, reportó 34 muertes infantiles por infecciones respiratorias en el 2023.
La falta de educación, agravada por fenómenos climáticos, también se vincula con contextos de violencia. El 95 % de las víctimas de homicidio y el 82 % de las víctimas de violencia interpersonal en 2023 no habían pasado del bachillerato, según Medicina Legal. Enfrentar la crisis climática sin una mirada intersectorial y anticipatoria perpetúa estos ciclos de exclusión.
Niños y financiación internacional por el cambio climático
A pesar de la magnitud del problema, la niñez sigue siendo invisibilizada en los mecanismos de financiación internacional para el clima. Solo el 2,4 % de los fondos multilaterales incluye actividades relacionadas con niños y niñas, y apenas el 1 % contempla su participación en el diseño o monitoreo de los proyectos. Unicef advierte que tratar a la infancia solo como víctimas vulnerables, y no como actores clave en la acción climática, limita el alcance de las soluciones. Lea: Más de 200 niños han muerto por ataques en Líbano, según UNICEF
“Es nuestra responsabilidad garantizar el cumplimiento de sus derechos. También es un deber ético: la pérdida y el daño al planeta es una de las mayores injusticias que estamos heredando a la niñez”, concluye Valentín Estrada. Con la actualización de sus NDC, Colombia tiene la oportunidad de marcar una diferencia: proteger a quienes más lo necesitan, hoy y en el futuro.