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Colombia

La emotiva carta escrita por Petro que rinde homenaje al Papa Francisco

El presidente Gustavo Petro consideró al sumo pontífice como un compañero de ideales en la defensa de la vida y la libertad.

La emotiva carta escrita por Petro que rinde homenaje al Papa Francisco

El presidente de Colombia, Gustavo Petro.//Foto: cortesía.

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Tras la muerte del Papa Francisco el pasado lunes 21 de abril, y en el marco del aniversario de la liberación de Italia, el presidente de la República de Colombia, Gustavo Petro, dirigió una carta al pueblo italiano y a la comunidad internacional, en la que rinde homenaje a quienes lucharon contra el fascismo y el nazismo.

En el texto, el mandatario de los colombianos también recuerda al papa Francisco, a quien consideró como un compañero de ideales en la defensa de la vida y la libertad. Le puede interesar: Petro ordenará imprimir millones de copias de la encíclica del papa Francisco

A continuación, el texto de la carta de Petro en español:

“Hoy es 25 de abril, otra revolución de abril, día de la liberación de Italia con ayuda armada del pueblo italiano: los partisanos de la Libertad: católicos, socialistas, anarquistas y comunistas unidos, que acabaron con el fascismo de Mussolini y Hitler.

Yo soy ciudadano italiano, y desde aquí, desde la bella Colombia mi Patria, les saludo por la Libertad.

El gobierno italiano no me invita a nada, porque es de derechas, pero, en cambio, sí me invitó el papa Francisco muchas veces.

Desde aquí, Bogotá, le hablo a Italia, a Florencia, el lugar donde casi muero, allí le hablé personalmente y por escrito “post mortem”, a los viejos italianos que murieron a mi lado en las noches del covid en el hospital público de Santa María Nuova, fundado en 1285, y que a nadie en Italia se le ocurriría dinamitar, como sí ocurre en Bogotá, con el hospital San Juan de Dios, el primero de América, fundado por cédula real del Rey de España, y expropiado por Bolívar para el pueblo, hospital que quieren dinamitar, y la prensa aplaude a los dinamitadores y les llama inteligentes.

Le hablo a esos obreros y campesinos del novecento, que soñaron hacer una revolución, y a Antonio Gramsci, el que vivió en la cárcel, prisionero del fascismo, escribiendo ideas revolucionarias como banderas, y a mi amigo Antonio Negri, mi amigo muerto y perseguido toda su vida, que me ayudaron a forjar mi pensamiento.

Le hablo a los partisanos, hombres y mujeres que murieron. Allí estuve en las montañas de Toscana, llegué a un cementerio que encontré caminando por las trochas, me gusta caminar por las trochas de los campos, y que queda debajo de un cementerio etrusco, me gusta más la arquitectura etrusca que la romana; allí encontré miles de tumbas de soldados blancos, negros, judíos y cristianos estadounidenses, que murieron juntos luchando contra la muerte de Hitler, y en silencio y solo, oré por ellos. Ojalá, hoy entendieran sus descendientes ese mensaje de la libertad humana y dejaran de bombardear a Gaza y Palestina.

Le hablo a los jóvenes italianos de hoy, sensibles. Saben de niños qué es arte, y les digo que no se dejen ganar de las camisas negras; y que canten con los jóvenes latinoamericanos, que también tienen en sus sangres la pasión latina de los romanos, para bien y para mal; también sentimos en nuestro corazón latinoamericano la vendetta, y nos matamos entre nosotros mismos a cuchilladas porque también en nuestras sangres está la sangre de Roma; pero hay remedio, podemos controlarnos con el amor apasionado y cantar cosas bellas a la luna, y a las estrellas y al balcón, como hizo con tanto arte e hizo mi canción favorita de la vida, Nino Rota. También sentimos esa sensibilidad romana que nos hace decir “Ad Astra”, entre las estrellas.

Allá entierran a un amigo, descendiente de latinos de la península itálica como los tengo yo, entre ancestros zenúes americanos y negros del África esclavizados; aunque no estoy seguro, mis ancestros latinos vienen de una aldea cerca a Milán, dicen que a la famiglia Petro de allí, le otorgaron un título nobiliario en el 1.200, menos mal que se perdió, no sirven para nada pero algún día visitaré esa aldea.

Hoy entierran a mi amigo, el papa Francisco, y lo acompaño desde aquí con mis palabras, porque también son para la liberación de Italia, porque son coincidentes.

No estaré enterrando su carne muerta, pero sé que su energía de militante del ejército humano de la vida, sigue, y yo milito en ese ejército, y debemos ser legiones en el planeta entero, también levantamos la misma bandera, y como Bolívar, y como Garibaldi, podemos irnos lejos de los poderes de la tierra y seguir cabalgando, alzando multitudes para la victoria contra la codicia, contra la injusticia, contra la muerte de la vida en el planeta. Seguiré levantando esa bandera, y lo juro ante Francisco, y millones lo haremos también.

No voy a morir a Italia, sus viejos vendieron, en medio de tanta riqueza y arte, que los abruma y enceguece, la libertad, y se entregaron a los camisa negra, no gritaron como los madrileños: “No Pasarán”, y la Bella Ciao fue enterrada, la codicia siempre enceguece al ser humano y por ella mata, y lo matan, como a los Medicis.

Esos viejos, europeos, perdieron la sensibilidad necesaria para luchar por la libertad bajo la sombra de una flor y entregaron su país a los camisas negras.

Quizás si algún día la juventud italiana recuerde sus ancestros y hagan renacer, otro renacimiento, pero ya no solo en Firenze, sino en el planeta entero. Quizás, si esa juventud italiana hermosa, vuelve a cantar con las juventudes latinoamericanas y del mundo: la Bella Ciao, y bailamos y tomamos vino sobre las estatuas rotas del poder codicioso, entonces quizás vaya a Italia a morir, en Sicilia, bajo las buganvilias llenas de flores rojas, y entre las flores amarillas de mi hermano y compañero Gabo, que pululan en las praderas, junto al volcán eterno, quizás comiendo una dulce naranja, junto a una pila de agua hecha de mármol rosado de Noto, y rodeado de cipreses, y con el sol declinando en el Mediterráneo y deje de respirar pensando que la vida es bella y que vale, valdrá y valió la pena vivir.

Quizás junto a la tumba del sabio siciliano griego: Arquímedes.

En el centro del Mediterráneo, que es el centro de la cultura occidental, aunque yo también venga del centro del mar Caribe, nuestro “Mare Nostrum” que no solo es el país de la belleza y el corazón vital del mundo, sino que puede ser el gran centro de la cultura universal y de la batalla por la Vida.

Aquí les dejo entonces la canción patria, la Bella Ciao. En el hilo que sigue pondré las banderas que me esperaban a mi llegada a Roma, puestas por la Brigada Garibaldi, a quien agradezco, y les pondré la canción que más me gusta, hecha por Nino Rota y cantada por Bocelli al que no me dejaron saludar cuando vino a Bogotá; la canción que me acompaña en la vida y me hace llorar desde niño, porque todo revolucionario debe ser megasensible o no lo es, y en eso se equivocaron los bolcheviques por estar peleando con el príncipe Prokopkin y estar rodeados de tanto hielo. También les pongo la canción, “Brucia la Terra”, que pongo cuando me siento solo y me enamoro.

Por la Libertad. Por la liberación de Italia, y por mi amigo el papa Francisco”.

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