Los casos de personas declaradas muertas que luego “reviven” en la morgue, conocidos como síndrome de Lázaro o errores en la certificación de función, han ocurrido en diferentes partes del mundo, aunque son extremadamente atípicos. Estos eventos pueden deberse a diagnósticos médicos incorrectos, paros cardiorrespiratorios reversibles o incluso condiciones como la catalepsia, en la que el cuerpo entra en un estado de rigidez extrema y signos vitales mínimos, dificultando su detección.
A lo largo de los años, han surgido múltiples informes de pacientes que han despertado en morgues, ataúdes o funerarias. En Sudáfrica, por ejemplo, un hombre declarado muerto tras un accidente despertó en un refrigerador de la morgue 21 horas después. En Brasil, una mujer fue rescatada de su propio ataúd después de que sus familiares escucharan golpes dentro. Aunque estos casos generan asombro y hasta escepticismo, ponen en evidencia la importancia de procedimientos médicos rigurosos para evitar tragedias y errores que podrían costar vidas.
Algunos de estos casos han sido reportados en América Latina, India y África, donde fallas en los sistemas de salud o falta de tecnología avanzada pueden contribuir a diagnósticos erróneos.
El 8 de marzo de 2007, en Cali, mientras el mundo conmemoraba el Día Internacional de la Mujer, Sandra Bermúdez ingresaba a la clínica Saludcoop con intensos dolores y contracciones. Su esperanza era dar a luz a su primer hijo, pero lo que vivió esa noche superó cualquier pesadilla: fue declarada muerta y despertó en la morgue.
En un testimonio revelador compartido en el pódcast “Los Audios de CruzEscribiente”, conducido por Esteban Cruz, Sandra relató su impactante experiencia. Su voz, firme a pesar del horror, describió el momento en que despertó desnuda, helada y rodeada de cadáveres. “Fue el terror más horrible de mi vida”, confiesa. Lea también: ¿Pueden embargar su casa en Colombia? Descubra en qué casos es posible
Desde días antes del parto, Sandra enfrentó negligencia médica. A pesar de su dolor, los médicos no consideraron su caso como urgente hasta que finalmente rompió fuente. Aunque una cesárea estaba indicada, su realización se postergó mientras distintos ginecólogos la evaluaban sin tomar decisiones concretas.
El problema se agravó cuando, ya internada, una médica intentó acelerar el proceso de forma brusca, realizándole una ruptura artificial de la fuente y administrándole dosis de Pitocina. Sandra sintió que algo andaba mal, pero nadie la escuchó. Luego, el error fatal: le suministraron un medicamento destinado a otra paciente, una mujer mayor con hipertensión y diabetes. Su cuerpo reaccionó de inmediato: se hinchó, aparecieron hematomas, sus venas se oscurecieron y su garganta se cerró. En cuestión de minutos, entró en paro respiratorio.
“Sentía que me ahogaba. Que no había aire. Y ahí me fui”, relató.
El despertar en la morgue: un milagro aterrador
Mientras los médicos intentaban reanimarla, Sandra recuerda haber tenido una experiencia cercana a la muerte. Relata que se vio en un “jardín de flores indescriptiblemente hermoso”, un lugar tan real como la vida misma. De pronto, sintió una mano sobre su hombro y escuchó una voz firme que le dijo: “Todavía no”. Fue entonces cuando despertó.
Pero no lo hizo en una habitación de hospital ni en una camilla de recuperación. Sandra volvió a la vida en la morgue, sobre una mesa metálica, desnuda y congelada. No podía moverse ni hablar, pero estaba consciente. Había sido declarada muerta y abandonada allí. Lea también: Este es el plazo para que Audifarma entregue medicamentos supuestamente retenidos
Mientras tanto, su madre recibía información confusa. Mientras unos médicos le pedían autorización para transfusiones de sangre, otros le decían que su hija había fallecido. Finalmente, un miembro del personal notó signos vitales y la trasladaron de urgencia a cuidados intensivos.
Secuelas y denuncia de negligencia médica
A pesar de su regreso milagroso, la pesadilla no terminó. Durante meses, Sandra sufrió dolores insoportables. Al exigir exámenes, descubrieron que le habían dejado gasas y materiales quirúrgicos dentro de su cuerpo. Para recibir atención médica, tuvo que interponer tutelas.
Al intentar demandar, descubrió que su caso no era aislado. Muchas mujeres no habían sobrevivido a situaciones similares. La EPS responsable, eventualmente desapareció, pero no por este caso, sino por escándalos de corrupción.
Sandra hoy sigue viva, con cicatrices físicas y emocionales, pero su historia expone una realidad escalofriante: en Colombia, dar a luz puede convertirse en una lucha por la vida… y a veces, contra la muerte misma.