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Colombia

La partería: el arte de traer vida es declarado Patrimonio

Se trata de un oficio en el que mujeres cargadas de conocimientos ayudan a otras a dar a luz y las acompañan en el tránsito que sigue al nacimiento.

La partería: el arte de traer vida es declarado Patrimonio

Esta práctica se remonta al paleolítico, cuando las mujeres tenían que dar a luz en entornos peligrosos. //Foto: Archivo- Colprensa.

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Desde esta semana, Colombia cuenta con una manifestación declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, ‘Partería: conocimientos, habilidades y prácticas’, que es compartida junto con Alemania, Chipre, Eslovenia, Kirguistán, Luxemburgo, Nigeria y Togo.

Es una práctica que se remonta al periodo del paleolítico (40.000 a.C.), cuando las mujeres se veían obligadas, en el embarazo y parto, a dar a luz en entornos difíciles y a menudo con peligro de muerte; la única alternativa era contar con la ayuda de otras mujeres, quienes habían desarrollado conocimientos y habilidades para permitir ese tránsito a la vida.

De allí que en Colombia, como ocurre en otros lugares del mundo, la partería se encuentra estrechamente relacionada con las prácticas ancestrales indígenas, negras, afrocolombianas, raizales y palenqueras. Así como con la transmisión de saberes propios de los territorios, para el cuidado, atención y acompañamiento de las mujeres durante el embarazo, el parto y el puerperio. A todo esto se reconoce como “Partería Tradicional”.

Es claro que este tipo de prácticas se han mantenido vigentes hasta nuestros días, por varias razones. En las zonas rurales, de difícil acceso y en comunidades étnicas, donde existe poca o nula presencia del sistema de salud del país se necesita de mujeres que ayuden a otras a dar a luz. Lea aquí: La partería es declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad

En departamentos como el Chocó, el registro de nacimientos atendidos por parteras ha llegado a un 28.1% anual, con cifras similares en otros departamentos del Pacífico, la región Caribe e incluso en la Amazonía. Varias iniciativas se han desarrollado en pro de la protección de este oficio, como el proyecto ‘Partera Vital’ que se ha realizado durante los últimos dos años para fortalecer las rutas de articulación entre parteras tradicionales y los sistemas de salud, registro y estadísticas en el departamento de Chocó y el distrito de Buenaventura.

La iniciativa nació luego que se dieran a conocer las cifras en Colombia, durante 2019, de mortalidad materna en pueblos indígenas que llegó a 219 muertes por cada 100 mil nacidos vivos, es decir, cuatro veces mayor al promedio nacional.

La cifras fueron contundentes: 51 muertes por cada 100 mil nacidos vivos, mientras que en las poblaciones negras, afro, raizales y palenqueras fue de 98 muertes maternas por cada 100 mil nacidos vivos, es decir, dos veces mayor al promedio nacional.

El proyecto, en una fase inicial, logró fortalecer capacidades de 354 parteras tradicionales (71% afrocolombianas y 27% indígenas, 294 en Chocó y 60 en Buenaventura), en temas como derechos sexuales y reproductivos, identificación de señales de alarma, violencias basadas en género, proceso de registro de nacimiento, habilidades para la vida, uso de las telecomunicaciones y tecnologías.

También, en coordinación con las Secretarías de Salud del Chocó y de Buenaventura, se reforzaron habilidades del personal de salud: 171 profesionales, 26 técnicas/os en el departamento y 145 en el puerto para construir y fortalecer las rutas de articulación con parteras tradicionales.

En manos de ellas

Aunque tradicionalmente es un oficio de mujeres, en muchas culturas los hombres también cuentan con una participación activa pero en una proporción mucho menor. En Colombia, se han organizado en varias asociaciones, todo con el fin de mantener viva esta tradición, pero además, poder realizar el oficio en las mejores condiciones higiénicas, con el propósito de garantizar la salud a la madre y el hijo.

Es así como Rosmilda Quiñones, casada con dos hijos, es la fundadora y actual representante de la Asociación de Parteras Unidas del Pacifico (Asoparupa), que opera en la ciudad portuaria de Buenaventura (Valle del Cauca). Se trata de una organización social conformada por mujeres parteras tradicionales, que trabajan desde hace más de 27 años por visibilizar y fortalecer el oficio en esta región del país. Lea aquí: La película sobre la vida de Francia Márquez estará en importante festival

Desde su natal Nariño, llegó a Buenaventura muy joven para seguir su labor de modista. Allí conoció a ‘La Chola’, una afamada partera de la región, quien de inmediato vio el Rosmida “el don para ser partera”. Tras mucho insistirle logró enrolarse en el oficio. Hizo un curso de primeros auxilios y asistió a los comités de participación comunitaria donde conoció los riesgos y aprendió a determinar cuándo podía o no atender un parto. Al final, terminó enamorándose de la partería.

“Decidí ser partera porque vi la necesidad del rescate, conservación y transmisión de esos saberes culturales y ancestrales que estaban prácticamente perdidos; porque una partera atendía un parto y lo hacía a escondidas, con miedo. Las parteras tenían miedo de que la medicina occidental se diera cuenta que estaban atendiendo partos”, aseguró Rosmilda

Para ella, que dirige Asoparupa la asociación que reúne a más de 80 parteras del Pacífico colombiano, la partería es un trabajo social comunitario que le permite acercarse a las personas, saber qué piensan, qué preguntas o dudas tienen y acompañarlas durante el embarazo, parto y postparto, que para muchas mujeres es un momento único en sus vidas.

Este oficio de la partería va mucho más allá del parto. Nosotras nos volvemos consejeras, madrinas, personas que terminamos ayudando en todo.

Rosmilda Quiñones.

Ella y las demás han sentido la discriminación, porque pese a lograr día a día una mejor capacitación, en los puestos de salud siguen sin ser aceptadas como apoyo. Ante ese panorama Rosmilda y las demás no se quedaron quietas y decidieron organizar un grupo de parteras para crear una organización que reconociera y representara su labor como parteras tradicionales del Pacífico, que ya viene funcionando desde hace más de 30 años.

“Hay una cercanía con la familia, unión y un vínculo, porque a veces nos toca entrar hasta el fondo de la casa para saber cómo vive esa familia, en qué condiciones está la embarazada; muchas veces es rechazada, en algunos casos el hombre no quiere ese embarazo o es una familia con muchas dificultades económicas”, aseguró Rosmilda.

Las parteras deben hacer, en muchas ocasiones largos recorridos, a lomo de mula, en canoas o caminando, en medio de la inhóspita selva e incluso cruzando territorios dominados por los distintos grupos armados al margen de la ley que operan en buena parte del territorio colombiano, para ayudar a otras en el parto.

Chocó profundo

Desde otra parte del Pacífico colombiano, María Ignacia, siempre ha estado dispuesta a viajar por todo el Medio Baudó, incluso más allá, cuando la requieran como partera; una labor que hace con amor junto a sus compañeras, con quienes siempre están dispuestas a capacitarse y enseñarle a las nuevas generaciones. “La partería para mí es una armonía, servirle a la comunidad, estar cuando me necesite una gestante, acudir a la hora en que me llamen, eso es partería”, comentó María Ignacia, quien es miembro de la Asociación de la Red Interétnica de Parteras y Parteros del departamento del Chocó. Lea aquí: El bolero es declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad

María heredó la partería de su abuela y continuó con el legado familiar junto a su tía. “La primera vez que recibí un parto al principio estaba nerviosa, pero atendí el parto normal y quedé encantada. Desde ese momento, soy feliz cuando ayudo, porque traer vida me encanta”.

Además de aconsejar para que la madre acuda al médico y tenga sus controles, para que coma y duerma bien; preguntar: ¿cómo está?, ¿cómo amaneció el/la bebé?.

“Si la gestante está bien, el bebé está bien; si ella está mal, el bebé está mal”, aseguró. Para ellas, es un compromiso que realizan con amor, buscando siempre poder transmitir el sentir y el saber ancestral a las nuevas generaciones, que sienten que se encuentra en riesgo de desaparecer.

Por eso, para las parteras es un sueño hecho realidad este reconocimiento como Patrimonio Intangible de la Humanidad que ayudará a empoderar su labor, garantizando la posibilidad de conservar su tradición y su saber ancestral.

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