87 años. Esa es la edad de Sanín Mena, ganadero y abogado que goza de reconocimiento en los departamentos del Cesar y Norte de Santander y hoy tiene la indeseable marca de ser el rehén más viejo del mundo.
Alrededor de seis hombres armados lo interceptaron la tarde del pasado viernes 26 de mayo, cuando se movilizaba en su vehículo en las cercanías de su finca, en el corregimiento de Montecitos, jurisdicción de Río de Oro (al sur del Cesar), con rumbo al municipio de Ocaña (Norte de Santander).
Los secuestradores lo obligaron a bajar del vehículo, mismo que, horas más tarde, fue encontrado abandonado a pocos metros de su propiedad, y desde entonces se desconoce tanto el paradero del octogenario como su estado de salud.

Sus familiares están preocupados, dado que la víctima de secuestro es un adulto mayor que requiere medicación. El silencio, la incertidumbre y el miedo los está torturando. Nadie les ha solicitado recompensa, ni les ha llegado video o audio como prueba de supervivencia, y los responsables del hecho no han sido identificados.
Este actuar, carente de empatía y de compasión, hace parte del perfil psicológico de un secuestrador. Alex González Grau, psiquiatra y psicoterapeuta con más de 20 años de experiencia clínica, precisa que los principales elementos que componen este perfil son: desprecio por los derechos de los demás, ausencia de remordimientos, justificaciones para sus actos (racionalizaciones), dificultad para aceptar figuras de autoridad, dificultad para adaptarse a las normas sociales, incapacidad para sentir el dolor ajeno, egocentrismo y tendencia habitual hacia las conductas delictivas. Lea: Hay psicópatas entre nosotros: ¿podrías reconocer a uno si lo tienes al lado?
“Debe aclararse que, aunque los rasgos enumerados suelen hallarse en la mayoría de los secuestradores y de otros criminales habituales, el perfil del secuestrador no es homogéneo, y que no es el mismo perfil el del líder de la banda que el de los subordinados. El organizador del secuestro suele ser más inteligente y poseer un grado de instrucción mayor que el de sus secuaces; su perfil suele encontrarse en la personalidad antisocial, aunque pueda disfrazarse de oveja ante la sociedad. Los encargados de llevar a cabo los hechos materiales suelen ser menos inteligentes, con menor formación, fácilmente influenciables e incluso dependientes”, explica el experto.

Reitera que, aunque el trastorno de salud mental más frecuente entre quienes se dedican al rapto “suele ser la personalidad antisocial, en este tipo de organizaciones pueden, además, encontrarse personalidades limítrofes, así como débiles mentales encargados de las tareas riesgosas”.
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El trastorno de personalidad antisocial se caracteriza por la indiferencia hacia las necesidades o los sentimientos de los demás, mentiras, robos, uso de apodos y estafas constantes, problemas legales recurrentes, violación constante de los derechos de los demás, comportamiento agresivo, a menudo violento; indiferencia hacia la seguridad propia y de los demás, conducta impulsiva, irresponsabilidad constante y falta de remordimiento por el comportamiento.
El psiquiatra aclara además que “los secuestros no son planeados ni organizados por enfermos psicóticos ni por personas en crisis maníacas, depresivas o ansiosas. La psicopatología del secuestrador debe buscarse principalmente en los trastornos graves de la personalidad”.
Y agrega: “Tampoco son similares los perfiles del secuestrador común que el del secuestrador político. En el primero se trata de un negocio a expensas de la vida de los demás. Los segundos se justifican por supuestos ideales y suelen estar ubicados en cualquiera de los extremos del fanatismo político”.
¿A cuál de los dos obedece el caso de Mena? Aún no se sabe. Lo cierto es que este 2023 los secuestros en Colombia se dispararon registrando cifras alarmantes, las peores en la última década. Según datos del Sistema de Información Estadístico, Delincuencial, Contravencional y Operativo (Siedco) de la Policía Nacional, solo entre el primero de enero y el 30 de junio 173 personas fueron víctimas de este flagelo, cuando en 2022 hubo un total 223 secuestros, es decir, 50 casos más de los que se cuentan en los primeros seis meses de este año. Lea: Ejército confirma secuestro de una sargento y sus hijos por el Eln en Arauca
Fue en 2021 que comenzó a evidenciarse el aumento exponencial de este delito en todo el territorio nacional, con 160 secuestros. Una tendencia similar a la del presente año no ocurría desde 2012, año en que se presentaron 305 raptos. Hoy, los departamentos más afectados están siendo Antioquia, Cauca, Norte de Santander, Valle y Cundinamarca. Y es que, como indicó el ELN en la mesa de negociaciones de La Habana (Cuba), el secuestro extorsivo es una de las principales fuentes de financiación de los grupos subversivos y las redes criminales en Colombia. Empresarios y figuras públicas son sus objetivos principales, por quienes exigen altas sumas de dinero para respetar sus vidas y liberarlos.
Huella imborrable
Entre tanto, los secuestrados pueden tardar pocos meses, años e incluso no recuperarse completamente jamás de las secuelas que deja el cautiverio. Lo más triste es que, dependiendo del tiempo que dure el encierro, maltratos y torturas recibidos, ausencia de comunicación, evidencias o no de supervivencia, trastornos mentales desarrollados por el secuestrado o por sus familiares, y la estabilidad y funcionalidad de estos últimos, la vida de quienes fueron retenidos contra su voluntad y de sus seres queridos puede cambiar.
“El distanciamiento prolongado y la incertidumbre acerca de la supervivencia pueden llevar a la elaboración de duelos que pueden, a su vez, finalizar en ruptura de vínculos afectivos. Para una familia puede ser difícil rehacer vínculos y acostumbrarse a la presencia física de un secuestrado a quien se le ha dado por muerto”, explica el psiquiatra consultado.
Lamenta que, con frecuencia, el secuestro prolongado trae como consecuencias divorcios y desintegración completa de la familia.