El fuerte invierno golpeó de nuevo al área metropolitana de Bucaramanga y esta vez la tragedia cobró la vida de tres personas y tiene a otras seis desaparecidas, además hay más de 120 personas damnificadas por la avalancha que se registró en Piedecuesta en la madrugada de ayer.
Como si fuera poco, el aguacero dejó a Bucaramanga y a los vecinos municipios incomunicados con el centro del país.
Todo obedeció a la emergencia que se registró tras los desbordamientos del río Manco y la Quebrada La Grande, tras cinco horas largas que duró la fuerte precipitación.
En medio de la tragedia sobrevivió la esperanza. Una hermosa historia de vida se escribió en medio del lodo y barro. El niño Dilan Matías Jaimes fue encontrado llorando debajo de un puente. Por fortuna, a él nada le había pasado y fue atendido de manera oportuna.
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No obstante, la borrasca arrasó con vías y destruyó tramos de los sectores Los Curos, Pescadero, Bocagrande, las Acacias y El Guamo, entre otras áreas del municipio garrotero.
Esta es una de las peores emergencias invernales en muchos años, no solo por las vidas que cobró y los damnificados que dejó, sino porque tiene en caos la estructura vial del área.
El propio alcalde de Piedecuesta, Mario José Carvajal Jaimes, optó por ampliar la declaratoria de ‘Calamidad Pública’ que, de manera precisa, había sido declarada hace unas semanas tras otra emergencia invernal ocurrida en esa localidad.
Él espera reunir los suficientes recursos para atender a las personas afectadas y garantizar acciones concretas que permitan volver a la normalidad al municipio.
La tragedia dejó en evidencia una gran realidad: no hay la suficiente capacidad de reacción el área ante una arremetida invernal.
Ante esta emergencia la capacidad de respuesta de Piedecuesta se agotó.
No obstante, el director de Gestión del Riesgo de Santander, César García Durán, confirmó que cerca de 250 unidades de Bomberos, Defensa Civil, Ejército, Policía Metropolitana de Bucaramanga, Ponalsar, Alcaldía de Piedecuesta, Invías y Gobernación estuvieron desde las primeras horas brindando atención. También se solicitó ayuda a la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo.
Se adelantaron seis frentes de trabajo en los sectores de El Boquerón, Pescadero, quebrada Grande, El Guamo, Barroblanco y Bore.
A la zona también llegaron 21 equipos de maquinaria amarilla como bocat, volquetes, cargadores, bulldozer, excavadoras y pajaritas para avanzar con la remoción de escombros y material de arrastre que quedó tras el desbordamiento de los afluentes hídricos.

Son muchas las historias y los rostros de los damnificados que reflejan los estragos causados por la furia de la naturaleza:
Una luz de esperanza entre la tragedia
“¡Encontramos al bebé, buenas noticias, está vivo!” Esas palabras dieron esperanza, aliento entre el desolador panorama de fango y escombros que ayer se divisaba en zona rural de Piedecuesta.
Los piececitos de Dilan Matías, de nueve meses, que se movían entre el lodo, fueron la señal de lo que muchos califican como un milagro.
La noche del martes, la fiereza de la Quebrada Grande, unida a la del río Manco, lo arrastró sin piedad a él, a su papá, su mamá y sus dos hermanitos de 2 y 5 años. Los tres últimos continúan desaparecidos.
Eran las 11:30 de la noche cuando los Jaimes, quienes a esa hora dormían, fueron sorprendidos por el barrejobo, piedras y la palizada que arrastró por completo la casa donde vivían desde hacía cuatro meses, en la finca El Castillo.
“Sintieron que el agua se metía, los niños empezaron a llorar. Mi hijo Fabián Andrés los subió al chifonier mientras buscaban salida, pero cuando intentaron abrir la puerta no pudieron.
Quedaron atrapados por los palos y el barro”, relató Liliana, madre de Andrés, abuela del sobreviviente y los niños desaparecidos.
El barro arrastró al papá unos 30 metros; la fuerza de la corriente lo lanzó contra una zanja de donde logró salir con vida.
Aún ‘aporreado’ sacó fortaleza y, apoyado por habitantes de la zona, comenzó la búsqueda desesperada de su esposa y sus tres hijos.
Largas horas ‘esculcando’ hasta que a las 8:00 de la mañana de ayer miércoles, leves movimientos entre el barro llamaron la atención de un lugareño.
La emoción fue grande cuando, a unos 15 metros de donde antes quedaba la casa, notó que lo que se movían eran los pies de un niño atrapado en un hueco, entre palos y piedras. El pequeño asomaba la nariz, eso lo salvó. Esa acción natural le permitió respirar entre el barro por cerca de nueve largas horas.
“¡Andrés mire, el niño. Es Dilan!”, gritaba una mujer para hacerle saber al papá que lo habían encontrado.
Emocionado, su papá lo abrazó, lo besó y corrió por ayuda.
“¡Encontramos al bebé, está vivo!”, repetía con alegría mientras se veía a Andrés caminar entre el barro con su hijo dormido, aferrado, apretujado contra su pecho.
“Esto para nosotros es una moral muy grande, es la esperanza de que aún podemos encontrar con vida a los demás; no perdamos la fe”, expresó Paola, tía del pequeño.
El bebé, según los familiares, está estable, recibe asistencia médica en la Clínica de Piedecuesta.
Permaneció dormido parte de la mañana, vencido por el cansancio.
“Cuando se levantó estaba muy contento, pidió agüita y se volvió a dormir”... Sonreía porque su inocencia aún no le permite ver la magnitud de la tragedia en la que él, en realidad, es un milagro de vida.
Los Reyes Lizarazo buscan tres parientes
Cerca de la medianoche, a pocos minutos del comienzo del ‘Miércoles de Ceniza’, la tragedia entró literalmente por la ‘puerta’ de la familia Reyes Lizarazo y destruyó por completo su vivienda, una casa de ladrillos y cemento ubicada en un costado de la vía Bucaramanga-San Gil, a la altura de la zona conocida como Boquerón, en cercanía a Los Curos.
En dicho punto de la geografía santandereana el agua, las rocas y el lodo se mezclaron entre sí y arremetieron con todas sus fuerzas contra lo que había a su paso; tal y como sucedió con el ‘terruño’ de los Reyes Lizarazo. Más allá de la devastación que causó la grave avalancha, este núcleo familiar lamenta la pérdida de tres de sus parientes.
Gladys Reyes Lizarazo contó: “Mi papá y mi hermano fueron los únicos que alcanzaron a salir antes de que la avalancha se llevara la casa. Gracias a Dios ellos están bien de salud y no les pasó casi nada. Mi mamá no pudo salir, era una persona de edad mayor, tenía 67 años. Mi hermano mayor, que tenía más de 50 años, no podía caminar porque estaba mal de la columna. Mi otro hermano, el que tenía más de 30, hacía domicilios en la moto.
“El agua tumbó casi toda la casa y se llevó todo. No se pudo salvar nada. Se perdió todo lo que tenían mis papás. Los cultivos, los perros, los pollos y hasta los marranos se perdieron. No quedó nada”, narró la mujer con voz temblorosa.
Para Gladys, todo sucedió muy rápido y ni si quiera hubo tiempo para alertar a sus padres y hermanos de la emergencia. Aunque ella vive cerca del Boquerón, a pocos minutos de la casa que habitaban sus padres, no pudo contactar a ninguno de sus parientes ni saber cómo se encontraban en medio del aguacero que azotaba a Piedecuesta.
“Con mis hijos y mi esposo también vivimos cerca del río. El martes nos acostamos como normalmente lo hacemos, a las 8:30 p.m., y ni siquiera estaba lloviendo. Como a las 11:40 p.m. nos levantó el ruido tan tremendo que hacía el río. Al ratico de levantarnos recibí la llamada de una hermana, que también vive por Los Curos, y me dijo lo que había pasado en la casa de mis papás...