“Se le tiene el formulario para la reclamación”, “se le vende el combo del formulario, el efero (sic), el sobre y el cli (sic)”, “dígame su caso y yo le asesoro que tiene que hacer”. Estas fueron las frases más escuchadas en las últimas 48 horas en el corazón del centro de Bogotá, la Plaza de Bolívar.
No eran por una manifestación más que llega a la legendaria plaza, era por la presencia de por lo menos 15 mil reservistas que hicieron fila para ingresar a las instalaciones del Consejo de Estado para reclamar, según ellos, por un beneficio que aún ni se tiene en trámite.
Ellos fueron los reservistas que entre martes y miércoles, desde la alborada del día y el nacimiento de la noche, hicieron guardia ante el majestuoso Palacio de Justicia, reclamando precisamente eso, una justicia que en el caso de muchos de los reclamantes ni sabían para que era la fila.
“Me dijeron que me daban la libreta militar porque soy remiso”, atinó a decir Albeiro Ruiz, un manizalita que vive en Bogotá y que nunca pudo resolver su situación. Mientras llega a la fila, que daba casi media vuelta a la plaza mayor, Albeiro es recibido por no menos de cinco vendedores que le ofrecían el combo para que llenara los documentos requeridos.
“Venga y le enseño a llevar el formulario”, expresó uno de estos vendedores, quien hacía referencia a dos fotocopias en las que estaba una carta dirigida a la magistrada Stella Conto, del Consejo de Estado, en donde el interesado relacionaba sus datos básicos.
“Son mil pesos el formulario jefe, y dos mil con todo”, se oía decir a lo largo de la fila en donde hombres y unas cuantas mujeres esperaban con ansia llegar al torniquete de entrada que formaban tres agentes de la Policía, quienes avalaban que pasarán al patio trasero del Palacio de Justicia, en donde se instalaron las mesas de recepción de documentos.
Pero como el tiempo pasaba y la fila avanza de a pocos, los tradicionales vendedores ambulantes iban llegando y llenando esa parte de la Plaza de Bolívar y un costado de la carrera séptima.
“Le tengo el almuerzo, a mil a mil el plato de fríjoles con arroz”, decía una mujer que tiraba de manera despaciosa su carro ambulante de donde salía un olor exquisito que movía a uno que otro reservista a comprar ese platillo.
Pero así lo hicieron más vendedores que de ambulaban con el tinto, la gaseosa, el chicharrón y el mango biche.
Biche fue lo que al fin de la tarde quedó la ilusión de estos miles de reservistas, cuando se enteraron que no se recibirían más documentos, pero sobre todo que esa ilusión, por lo que estaban haciendo fila, aún no hacía parte de los afanes jurídicos de los magistrados y tal vez pasará mucho tiempo para abocar su estudio.
