En los laboratorios científicos de la Universidad Tecnológica de Bolívar (UTB), en Cartagena, la profesora Rosa Acevedo Barrios, bióloga y doctora en toxicología ambiental, manipula tubos de ensayo con cultivos ocultos a simple vista, cuyos orígenes resultan tan fascinantes como enigmáticos. Lo que tiene en sus manos no son bacterias comunes: vienen de la Antártida, sobreviven al frío extremo y tienen una habilidad que las hace únicas: “Son capaces de alimentarse de un contaminante llamado perclorato y, en ese proceso, producen oxígeno”, dice Rosa, con mucha pasión y empeño, como si revelara un secreto de ciencia ficción, pero esto es ciencia real y pura.
Este compuesto llamado perclorato -explica en detalle- está presente en la superficie de Marte, comprobado por la NASA. Se trata de una sal inorgánica tóxica que es un potente disruptor endocrino que afecta el funcionamiento normal de la tiroides en los humanos y las probabilidades de disminuir su concentración podrían convertirse en la llave para la vida en el planeta rojo. “Si esas bacterias logran reducir su concentración y producir oxígeno, hablaríamos de un escenario más habitable para futuras misiones espaciales que planea la NASA. Incluso, ese mismo compuesto puede servir como combustible para cohetes”, comenta la doctora Acevedo. (También te puede interesar:La NASA revela que descubrió posibles signos vida en Marte)
De la Antártida a Colombia
Parte de la historia de esta investigación comenzó en el fin del mundo (en la Antártida) y, recientemente, se trasladó a los nevados colombianos. Entre 2016 y 2020, Rosa participó en cinco expediciones científicas de Colombia a la Antártida, donde estudió bacterias reductoras de perclorato y pequeños animales casi indestructibles llamados tardígrados, conocidos como “ositos de agua”. “Son organismos resistentes a la radiación, al vacío y a la falta de oxígeno, condiciones similares a las del espacio. Por eso son un modelo ideal para estudios en astrobiología”, señala.
A partir de estos estudios, de la publicación de artículos científicos y por su experiencia en este campo, a la docente se le abrió el camino para recientemente ser invitada a participar como coautora del “Estudio biogeoquímico de las laderas periglaciares del volcán Nevado del Ruiz (Colombia) como análogo terrestre de Marte”, liderado por la Universidad Nacional de Colombia, y publicado en la revista Q1 Icarus.
Dicha investigación fue desarrollada por los científicos y profesores María Leal y David Tovar, pertenecientes al Grupo de Ciencias Planetarias y Astrobiología (GCPA), y resalta la importancia del Nevado del Ruiz como un laboratorio natural para la investigación en astrobiología y la exploración espacial, porque, según se reseña, proporciona información científica para futuras misiones espaciales de exploración planetaria, constituyendo a esta zona en Colombia para el estudio de procesos geológicos marcianos, junto a otros análogos a Marte en el mundo.
Allí, en medio de un volcán activo cubierto de hielo, se han encontrado minerales y microorganismos como los de la Antártida, capaces de sobrevivir en condiciones extremas muy parecidas a las marcianas. “El Ruiz puede convertirse en un laboratorio natural que podría atraer incluso pruebas de la NASA, como ya lo ha hecho en el desierto de Atacama, en Chile, o en la misma Antártida. Esa es la relevancia”, explica la investigadora de la UTB.

Y es que el trabajo no es solo ciencia para otros planetas. El perclorato, ese compuesto que obsesiona a Rosa, también está en la Tierra. Se ha detectado en Cartagena, en el Caribe y en diversos ambientes: en el suelo, en el agua, incluso en alimentos y polvo doméstico. Además proviene de procesos industriales, fue usado hasta 1998 en medicamentos, hasta que la FDA de Estados Unidos lo prohibió, pero su presencia en el ambiente persiste durante años porque no se degrada de manera natural. “Es un contaminante silencioso, menos famoso que el mercurio, pero igualmente dañino. Solo ciertas bacterias pueden transformarlo en cloro y oxígeno”, advierte.
Más sobre investigaciones a la vanguardia
Los estudios realizados en la Antártida por un equipo de profesoras (Rosa Acevedo Barrios y Carolina Rubiano Labrador) y estudiantes de pregrado y posgrado de la UTB, pertenecientes al Semillero de Ciencias Ambientales y al grupo de Estudios Químicos y Biológicos de la Dirección de Ciencias Básicas, tuvo como objetivo aislar y caracterizar bacterias cultivables aisladas de sedimentos marinos en diferentes puntos de las islas Shetland del Sur y la Península Antártica.
Estas bacterias ofrecen recursos prometedores, porque reducen concentraciones de perclorato entre el 22 y el 50 %, mejorando la calidad ambiental de los ecosistemas. Con ello, la UTB tiene el primer banco de bacterias reductoras de perclorato de la Antártida, lo que pone a esa universidad y a Colombia a la vanguardia mundial en el tema de investigación en astrobiología.
En el laboratorio de la UTB, en Cartagena, el equipo de docentes y estudiantes mantiene ese primer banco de bacterias reductoras de perclorato. Allí, en incubadoras que simulan temperaturas bajo cero, los microorganismos reducen hasta un 65 % del contaminante. “Son súper eficientes”, dice orgullosa la docente.

Ese laboratorio y los estudios que adelantan abren la posibilidad de aplicaciones tanto en la salud ambiental terrestre como en futuras colonias espaciales. El entusiasmo con el que habla Rosa sobre las investigaciones denota su interés genuino y realista por todo aquello que la ciencia, , a través del rigor, puede lograr al servicio de la humanidad.
“La UTB es una universidad regional que decidió apostarle a investigaciones de primer nivel, aunque no es fácil por los costos y los riesgos que implica llegar a la Antártida”, detalla Acevedo. Aun así, el esfuerzo por ir más allá ha dado frutos: publicaciones pioneras, formación de estudiantes y, ahora, la participación en el estudio que abre la posibilidad de que Colombia tenga su propio ‘Marte en miniatura’ en el Nevado del Ruiz. Lo que hacen aquí puede servir para descontaminar nuestro planeta y quién sabe si, algún día, también servirá para respirar en otro.